¿Os apetece un fragmento más sobre estos personajes?
Pues, deseo concedido ;-)
[...]
Antes de coger el ascensor, miró su teléfono que
había vibrado en el bolsillo de su pantalón de vestir. Luna le deseaba buenas
noches con unas dulces palabras y una foto de ella lanzándole un beso.
Sonrió al recordar que la primera vez que recibió
una foto similar, le preguntó si no le enviaría una en ropa interior o
provocativa. Ella se escandalizó, pero al final él consiguió una de Luna con un
mini vestidito de lo más sensual. Se dijo que cualquier día lograría esa foto
en ropa interior.
Algo se removió en su interior cuando pensó en su
cuerpo desnudo. Era una mujer de ensueño en todos los sentidos posibles.
Le mandó una nota de voz diciéndole que la echaba
mucho de menos y que sentía no haberla llamado porque estaba muy liado. Podría
llamarla, se dijo, pero estaba tan agotado, que estaba seguro de que notaría
eso en su voz y no quería preocuparla.
Puso unos cuantos iconos con corazones y dio a
enviar antes de guardarse el teléfono en el bolsillo de nuevo.
—Deduzco que esa sonrisita se debe a tu nueva novia
—dijo una voz femenina a su espalda.
Adrián se arrepintió de volverse en cuanto lo hizo
y se encontró con Yolanda. No habían tenido más que unos pocos encuentros en el
pasado, pero era la mujer más posesiva que había conocido jamás, y desde hacía
dos años la rehuía cuando podía. Ahora que estaba con Luna, no quería ni
acercarse a ella.
Sin embargo, era obvio que no podía hacer eso. Era
una conocida de la familia porque sus padres eran buenos amigos, así que tendría
que soportarla toda la semana. Estaba convencido de que iría a la fiesta. Y por
una vez, pensó en cancelarla; y lo pensó muy en serio.
—Yolanda, qué alegría verte —mintió de forma
descarada.
Ella quedó encantada con sus palabras, ignorando
que él no sentía ni una sola de ellas.
Yolanda no perdió el tiempo y se acercó para darle
dos besos, aprovechando para estrecharle entre sus huesudo cuerpo. Adrián se
deshizo de su abrazo para que no fuera a más. Ya la conocía, y estaba
convencido de que querría avivar la llama entre ellos de cualquier modo,
incluso lanzándose, de una forma muy literal, a sus brazos.
No iba a consentirlo, eso por descontado.
—¿Cómo sabes que tengo novia? —inquirió al
comprender que ella se había referido antes a Luna.
—Oh por Dios —blasfemó con sarcasmo—, todo el mundo
por aquí lo sabe… lo oí por ahí —dijo mirándole a los ojos.
Adrián pudo ver gran cantidad de resentimiento
allí, como también de deseo. Estaba claro que la noticia de que él ya no estaba
en el mercado de la soltería, no le había sentado muy bien.
Solo quería, con desesperación, que su ex amante
hubiera cambiado un poco, que hubiera madurado y dejado esa personalidad
posesiva y narcisista atrás.
Por muy atractiva que fuera, no quería tener que
ver nada con ella. Ni con ninguna que no fuera su Luna.
—Espero que dejen de parlotear como en los
programas de cotilleo. Esto no es un patio de recreo —masculló Adrián
refiriéndose al personal del hotel.
—Vamos Adri —dijo
de manera cariñosa—, es una bomba que el soltero por excelencia se haya rendido
a los encantos de una sola mujer. Por cierto, ¿dónde está ella?
Adrián la miró con la sospecha dibujada en su
rostro. Podría negarse a decirle nada, pero seguro que alguien se lo contaría.
Todos sus empleados conocían ya a Luna personalmente. O al menos la mayoría.
—Ella vive en Granada.
Una enorme sonrisa se dibujó en el fino y atractivo
rostro de Yolanda de inmediato, pero lo que podría parecer encantador a ojos de
cualquier hombre, para Adrián era escalofriante. Algo tramaba esa mujer, y no
le avergonzaba decir que le aterraba. Estaba algo chiflada si recordaba bien.
Razón de más para no querer tenerla cerca.
—Así que te deja solito durante la semana, ¿eh?
—dijo arqueando las cejas y aproximándose, dando pequeños pasos en su dirección.
Adrián dio varios pasos hacia atrás a su vez—. ¿Qué te pasa? ¿Esa chica te ha
convertido en su perrito faldero y ya no te van las fiestas? —inquirió con un
evidente doble sentido.
Adrián puso mala cara. La última vez que se vieron,
las cosas no habían quedado muy bien, y parecía que cuando se trataba de él,
Yolanda se volvía aún más loca que de costumbre. Esto iba a ser un horror.
—Venga, Yolanda. Sigo siendo el mismo, pero ahora
tengo una relación seria, y lo único que ha cambiado es que ya no me interesa liarme
con cualquier mujer que se me cruza en el camino —dijo con una calma que no
sentía en su interior—. Me voy a ir a dormir. Si necesitas algo, llama a
recepción y ellos te atenderán encantados.
Pulsó el botón del ascensor y este no tardó en
abrir sus puertas; entró en él y justo cuando empezaron a cerrarse, Yolanda se
coló y pulsó el botón para subir a la planta más alta, la sexta. No era la
suya, pero sí la de él, aunque no iba a mencionarlo, ya que ella solo pretendía
tener algo de tiempo con Adrián.
Este la miró con cara de pocos amigos.
—¿Se puede saber qué intentas? No estoy de humor.
—Seguro que esa niña no te da lo que necesitas,
pero tranquilo, yo puedo hacer que te sientas muy bien… ¿lo recuerdas?
—ronroneó, salvando la poca distancia que les separaba.
Adrián la sujetó por los brazos para que no se le
arrimara más. Ni toda su belleza, ni toda su entrega podrían tentarle. Y no
solo porque estuviera algo desequilibrada; sino porque no le haría eso a Luna.
—Lo siento, pero no podemos tener nada tú y yo. Te
lo dije en su momento y te lo repito. Además, ahora tengo novia, por si acaso
lo has olvidado en estos últimos treinta segundos —espetó algo molesto.
No quería herirla ni ser desagradable, pero tampoco
deseaba malos entendidos. Cuanto más claro fuera, mejor. En el futuro lo
agradecería.
Yolanda se deshizo de su agarre y frunció el ceño
cuando se cruzó de brazos con un puchero infantil.
—No puedo creer que me des calabazas. Lo pasábamos
muy bien. Y estoy convencida de que recuerdas lo salvaje que eras conmigo en la
cama —repitió con una directa y caliente mirada.
—Eso es el pasado —replicó con sequedad.
—Bueno… —dijo alargando las sílabas de manera
intencionada—. Tu liderazgo también será pasado si mi padre habla mal del hotel
en su periódico.
Adrián sintió un escalofrío muy desagradable por la
espalda. Algo le decía que no estaba tirándose un farol, pero no estaba
preparado para darle crédito a las palabras de una mujer despechada.
—Tu padre es un profesional, estoy seguro de que no
le interesa que tú y yo seamos pareja o no.
El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron.
Yolanda salió de él y dejó a un Adrián algo
preocupado en su interior. Le lanzó una mirada airada y cargada de suficiencia.
—Eso ya lo veremos —escupió con palabras engañosamente
dulces. Como una manzana de caramelo podrida por dentro.
Adrián se quedó allí solo entre las cuatro paredes
del ascensor, pensando en lo que acababa de pasar. ¿De verdad esa odiosa mujer
iba a echar por tierra todo por lo que su padre había luchado tanto?
Algo tenía que hacer para evitarlo.
[...]
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Espero que sí. Y si tenéis ganas de conocerlos un poquito mejor, os dejo unos enlaces que pueden ser de vuestro interés.
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