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jueves, 2 de marzo de 2017

Mis besos para ti - Fragmento, capítulo 4



¿Os apetece un fragmento más sobre estos personajes?

Pues, deseo concedido ;-)


[...]
Antes de coger el ascensor, miró su teléfono que había vibrado en el bolsillo de su pantalón de vestir. Luna le deseaba buenas noches con unas dulces palabras y una foto de ella lanzándole un beso.

Sonrió al recordar que la primera vez que recibió una foto similar, le preguntó si no le enviaría una en ropa interior o provocativa. Ella se escandalizó, pero al final él consiguió una de Luna con un mini vestidito de lo más sensual. Se dijo que cualquier día lograría esa foto en ropa interior.

Algo se removió en su interior cuando pensó en su cuerpo desnudo. Era una mujer de ensueño en todos los sentidos posibles.

Le mandó una nota de voz diciéndole que la echaba mucho de menos y que sentía no haberla llamado porque estaba muy liado. Podría llamarla, se dijo, pero estaba tan agotado, que estaba seguro de que notaría eso en su voz y no quería preocuparla.

Puso unos cuantos iconos con corazones y dio a enviar antes de guardarse el teléfono en el bolsillo de nuevo.

—Deduzco que esa sonrisita se debe a tu nueva novia —dijo una voz femenina a su espalda.

Adrián se arrepintió de volverse en cuanto lo hizo y se encontró con Yolanda. No habían tenido más que unos pocos encuentros en el pasado, pero era la mujer más posesiva que había conocido jamás, y desde hacía dos años la rehuía cuando podía. Ahora que estaba con Luna, no quería ni acercarse a ella.

Sin embargo, era obvio que no podía hacer eso. Era una conocida de la familia porque sus padres eran buenos amigos, así que tendría que soportarla toda la semana. Estaba convencido de que iría a la fiesta. Y por una vez, pensó en cancelarla; y lo pensó muy en serio.

—Yolanda, qué alegría verte —mintió de forma descarada.

Ella quedó encantada con sus palabras, ignorando que él no sentía ni una sola de ellas.

Yolanda no perdió el tiempo y se acercó para darle dos besos, aprovechando para estrecharle entre sus huesudo cuerpo. Adrián se deshizo de su abrazo para que no fuera a más. Ya la conocía, y estaba convencido de que querría avivar la llama entre ellos de cualquier modo, incluso lanzándose, de una forma muy literal, a sus brazos.

No iba a consentirlo, eso por descontado.

—¿Cómo sabes que tengo novia? —inquirió al comprender que ella se había referido antes a Luna.

—Oh por Dios —blasfemó con sarcasmo—, todo el mundo por aquí lo sabe… lo oí por ahí —dijo mirándole a los ojos.

Adrián pudo ver gran cantidad de resentimiento allí, como también de deseo. Estaba claro que la noticia de que él ya no estaba en el mercado de la soltería, no le había sentado muy bien.

Solo quería, con desesperación, que su ex amante hubiera cambiado un poco, que hubiera madurado y dejado esa personalidad posesiva y narcisista atrás.

Por muy atractiva que fuera, no quería tener que ver nada con ella. Ni con ninguna que no fuera su Luna.

—Espero que dejen de parlotear como en los programas de cotilleo. Esto no es un patio de recreo —masculló Adrián refiriéndose al personal del hotel.

—Vamos Adri —dijo de manera cariñosa—, es una bomba que el soltero por excelencia se haya rendido a los encantos de una sola mujer. Por cierto, ¿dónde está ella?

Adrián la miró con la sospecha dibujada en su rostro. Podría negarse a decirle nada, pero seguro que alguien se lo contaría. Todos sus empleados conocían ya a Luna personalmente. O al menos la mayoría.

—Ella vive en Granada.

Una enorme sonrisa se dibujó en el fino y atractivo rostro de Yolanda de inmediato, pero lo que podría parecer encantador a ojos de cualquier hombre, para Adrián era escalofriante. Algo tramaba esa mujer, y no le avergonzaba decir que le aterraba. Estaba algo chiflada si recordaba bien.

Razón de más para no querer tenerla cerca.

—Así que te deja solito durante la semana, ¿eh? —dijo arqueando las cejas y aproximándose, dando pequeños pasos en su dirección. Adrián dio varios pasos hacia atrás a su vez—. ¿Qué te pasa? ¿Esa chica te ha convertido en su perrito faldero y ya no te van las fiestas? —inquirió con un evidente doble sentido.

Adrián puso mala cara. La última vez que se vieron, las cosas no habían quedado muy bien, y parecía que cuando se trataba de él, Yolanda se volvía aún más loca que de costumbre. Esto iba a ser un horror.

—Venga, Yolanda. Sigo siendo el mismo, pero ahora tengo una relación seria, y lo único que ha cambiado es que ya no me interesa liarme con cualquier mujer que se me cruza en el camino —dijo con una calma que no sentía en su interior—. Me voy a ir a dormir. Si necesitas algo, llama a recepción y ellos te atenderán encantados.

Pulsó el botón del ascensor y este no tardó en abrir sus puertas; entró en él y justo cuando empezaron a cerrarse, Yolanda se coló y pulsó el botón para subir a la planta más alta, la sexta. No era la suya, pero sí la de él, aunque no iba a mencionarlo, ya que ella solo pretendía tener algo de tiempo con Adrián.

Este la miró con cara de pocos amigos.

—¿Se puede saber qué intentas? No estoy de humor.

—Seguro que esa niña no te da lo que necesitas, pero tranquilo, yo puedo hacer que te sientas muy bien… ¿lo recuerdas? —ronroneó, salvando la poca distancia que les separaba.

Adrián la sujetó por los brazos para que no se le arrimara más. Ni toda su belleza, ni toda su entrega podrían tentarle. Y no solo porque estuviera algo desequilibrada; sino porque no le haría eso a Luna.

—Lo siento, pero no podemos tener nada tú y yo. Te lo dije en su momento y te lo repito. Además, ahora tengo novia, por si acaso lo has olvidado en estos últimos treinta segundos —espetó algo molesto.

No quería herirla ni ser desagradable, pero tampoco deseaba malos entendidos. Cuanto más claro fuera, mejor. En el futuro lo agradecería.

Yolanda se deshizo de su agarre y frunció el ceño cuando se cruzó de brazos con un puchero infantil.

—No puedo creer que me des calabazas. Lo pasábamos muy bien. Y estoy convencida de que recuerdas lo salvaje que eras conmigo en la cama —repitió con una directa y caliente mirada.

—Eso es el pasado —replicó con sequedad.

—Bueno… —dijo alargando las sílabas de manera intencionada—. Tu liderazgo también será pasado si mi padre habla mal del hotel en su periódico.

Adrián sintió un escalofrío muy desagradable por la espalda. Algo le decía que no estaba tirándose un farol, pero no estaba preparado para darle crédito a las palabras de una mujer despechada.

—Tu padre es un profesional, estoy seguro de que no le interesa que tú y yo seamos pareja o no.

El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron.

Yolanda salió de él y dejó a un Adrián algo preocupado en su interior. Le lanzó una mirada airada y cargada de suficiencia.

—Eso ya lo veremos —escupió con palabras engañosamente dulces. Como una manzana de caramelo podrida por dentro.

Adrián se quedó allí solo entre las cuatro paredes del ascensor, pensando en lo que acababa de pasar. ¿De verdad esa odiosa mujer iba a echar por tierra todo por lo que su padre había luchado tanto?

Algo tenía que hacer para evitarlo.

[...]

¿Os ha gustado?

Espero que sí. Y si tenéis ganas de conocerlos un poquito mejor, os dejo unos enlaces que pueden ser de vuestro interés. 






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