Espero que os guste.
Prólogo
La maleta
está preparada, el billete y toda la documentación en mi bolso. Apenas faltan
seis horas para volar hacia España, mi tierra.
Estoy
deseándolo.
Voy a la
cocina a prepararme un sándwich cuando oigo el móvil en alguna parte. Seguro
que lo he dejado en el salón, lo encuentro y veo que es un mensaje de Carmen:
está deseando verme y que salgamos de fiesta. Es algo que no hago últimamente,
ya que no voy a Madrid desde Navidad y ahora en plena entrada del verano,
digamos que es mi época favorita para desmadrarme un poco. Tengo ganas de que
salgamos juntas de copas, será fantástico.
Le
contesto brevemente y como ya he hablado con mis padres, apago el móvil y lo
guardo en mi bolso.
Busco el
teléfono que suelo usar aquí en América y llamo a Alison.
Ella
trabaja conmigo en la revista “Viajes sobre el mundo” desde hace poco más de un
año, mientras que yo estoy allí desde hace cuatro. Me alegré mucho que fuera la
sustituta de mi ex compañera, era una petarda de mucho cuidado, era imposible
colaborar con ella en nada, sin embargo Ali es increíble: una chica sencilla y
simpática, tiene un hijo de tres años llamado Ben, un pequeño diablillo rubio
como su madre y con unos ojazos verdes, que no solo ha heredado de ella, sino
que también de su padre. Por desgracia éste no quiso saber nada del pequeño y
mi amiga lo está criando sola.
Sus
padres viven en Nueva York y no son lo que se dice, transigentes a la hora de
perdonar a su única hija por tener un bebé sin estar casada.
En mí ha
encontrado un gran apoyo, desde luego sabe muy bien que podrá contar siempre
conmigo, porque sé muy bien lo que es ser hija única y no tener a tus padres a
tu lado.
En mi
caso, la verdad es que fui yo la que me alejé de ellos. Los quiero muchísimo,
eso desde luego. Sin embargo soy muy independiente, siempre me ha gustado
buscarme la vida a mi modo: viajando, escribiendo, soñando…
Ellos serían
más felices si me hubiese decantado por la medicina en lugar de llevar una vida
de nómada, como suelen decir, pero soy feliz viviendo a mi manera. Ahora hace
cinco años que vivo en California y la verdad es que estoy empezando a sentir
que éste es mi sitio.
Descuelga
el teléfono y el silencio dura unos segundos.
—Estoy
llegando —suelta Alison sin saludar.
—Tarde
como siempre —le digo riendo—, no dirás que es por problemas de aparcamiento,
¿qué estabas haciendo?
—Lo
siento, es que la canguro se ha retrasado.
—Ah, está
bien —le digo algo confusa—. Creí que traías a Ben. No vamos a ir a ningún
sitio, ¿o sí?
—Bueno… —hace
una pequeña pausa— Me gustaría ir de compras, mañana he quedado con Mark, por
fin, y necesito algo para deslumbrarle, ya sabes…
—Ah, ¡qué
bien!
Intento
disimular la inmensa alegría que me produce saber que por fin mi compañero de
la revista se ha animado a pedirle una cita a mi amiga, ya era hora. Es un poco
tímido y me ha costado horrores convencerle de que dé el paso, ya que a ella
también le gusta y hacen una pareja ideal. Entraron a trabajar casi al mismo
tiempo, es difícil pasar por alto las miradas que se lanzan desde sus mesas de
trabajo, pero ninguno se ha atrevido a intercambiar con el otro más que unos
cuantos saludos. Ali a veces me dice lo mucho que le atrae, no se puede negar
que es un bombón. No es exactamente mi tipo, pero es un hombre guapo y educado,
trabaja estupendamente y siempre puedes contar con él cuando se le necesita.
Suficiente para que yo intentara hacer de celestina hace unas semanas, prefiero
no inmiscuirme en la vida de los demás, pero me da rabia a veces, que dos
personas maduras y adultas que se gustan, no sean capaces de hacer una pregunta
tan sencilla como: ¿Quieres salir a tomar una copa? ¿Te invito a un café? O
algo que les sirva para poner en marcha una relación.
Creo que
como Mark está siempre perseguido por las lagartas que trabajan en las diversas
secciones de la revista, mi amiga se siente algo cohibida, tuve que remediarlo
y un día puse mi plan en marcha. Él ha resultado ser un buen amigo, tras
hablarle un poco de Ali y quedar con los dos para comer varias veces, han empezado
a llevarse bien, tanto que al parecer, mañana van a tener oficialmente una
cita. Bueno, no se puede decir que todo el mérito sea mío, mi amiga y compañera
es una gran persona. Espero sinceramente que Mark sea todo lo que demuestra ser
y no le haga daño, por su bien.
1
Mirando
el reloj de pulsera me doy cuenta, de que tras salir a correr durante aproximadamente
media hora, estoy más agotada de lo normal. Es algo que hago a menudo para
estar en forma, aunque me parece que después del viaje en avión de casi veinte
horas, hacer ejercicio no es la mejor idea que he tenido. Solo deseo meterme en
la bañera y pasar ahí otros treinta minutos como poco.
Me dirijo
al cuarto de baño y paseo la mirada por mi piso, al que a menudo echo de menos,
más aún tras varios meses sin venir a Madrid. Apenas puedo contener una sonrisa
de satisfacción, no es que me guste más que la casa que tengo en el famoso
barrio de Los Ángeles, pero me esmeré mucho en que estuviera a mi gusto y me
encanta pasar tiempo aquí. Siempre que vuelvo a la ciudad, una sensación de paz
me inunda. Deseo venir más a menudo, no solo en navidades y ocasionalmente en mis
vacaciones de verano, como ahora, pero mi vida en California es tranquila y sin
la presión que ejercen mis triunfadores padres, que son un poco intransigentes
a la hora de pensar en mi carrera profesional.
Cuando
los llamé para avisarles de que pasaría dos semanas con ellos, se alegraron
enormemente, aunque sé que también piensan en la posibilidad de hacerme cambiar
de idea y me quede para siempre aquí con ellos.
No consiguen
ocultar que me echan de menos cada día, y además cada vez que pongo un pie en
el país, aprovechan para intentar sin éxito, convencerme de que me busque un
trabajo aquí y olvide mi “obsesión” con los viajes, como suelen decir.
Mis
padres llevan separados más de diez años pero tienen una buena y sana amistad. Es
algo que refleja bien la personalidad de ambos: son abiertos, simpáticos y
sinceros hasta niveles que a mí me cuesta soportar a veces. El centro de sus
vidas sigo siendo yo y a menudo centran demasiadas energías y expectativas en
mi persona, algo que hace ardua nuestra relación desde que empecé a crecer y a
buscar mi independencia.
La idea
de que me vaya del país continuamente les hace sufrir mucho y desde que les
dije que me había comprado una casa en la costa de California para vivir allí
de forma permanente hace cinco años, más aún.
Ellos
tenían sus esperanzas en que me convirtiera en una cirujana de prestigio como
lo son ellos, pero cuando opté por estudiar lenguas modernas, casi les hago
llorar.
La verdad
es que la medicina es algo que no me llama ni la más mínima atención y aunque
comprendo que es lo que siempre han deseado para mí, no voy hacer algo que no
me apasiona y así se lo hice saber. Sé que aún ahora, después de que hayan
pasado años desde aquella época en la que me tocaba elegir mi futuro, conservan
la esperanza de que, aunque continúe con mi carrera como escritora y viajera,
considere hacerlo más cerca de ellos. Pero desde que me marché del país, me he
dado cuenta de lo que es realmente la libertad para hacer lo que quiero, mi
añoranza por ellos no es tan fuerte como el deseo de poder hacer lo que me
gusta sin tener que dar explicaciones a nadie.
Cuando
veo la pantalla del móvil encendida me doy cuenta de que tengo algunas llamadas
y mensajes de Alison. Seguro que está deseando saber qué tal mi viaje, porque
hace más de veinticuatro horas que llegué y aún no hemos hablado. Le envío un
mensaje rápido, tengo que hablar con mis padres antes y puedo llamarla a ella
más tarde.
Con el
teléfono en la mano y mientras busco una toalla y lo que necesito para darme un
baño, marco el número de mi padre. Espero pacientemente, dudo que me conteste
porque con su trabajo, a menudo tengo que dejarle un mensaje cuando quiero
hablar con él.
Me
sorprendo un poco cuando oigo su voz.
—Hola
cielo, ¿qué tal estas? —pregunta con voz alegre.
—Muy bien
papá —respondo con voz cariñosa—, he descansado algo y ya me he puesto las
pilas. Oye he pensado que podríais venir mañana a comer mamá y tú, supongo que
te podrás escapar un rato del trabajo ¿no?
—Creo que
sí, seguro que si surge alguna emergencia me podrán sustituir —me contesta,
hace una pausa y continúa—. Por cierto, ¿has avisado ya a tu madre?
—No, pero
tranquilo, enseguida la llamo. No te molesto más si estás ocupado. Nos vemos.
—Vale.
Hasta mañana.
Cansada
tras la carrera, me siento en un taburete mientras la bañera se llena. El
intento de hablar con mi madre se frustra cuando veo que no contesta al teléfono.
Pienso que estará ocupada con algún paciente. Le escribo un breve mensaje para
que venga a comer mañana, estoy deseando verla de nuevo, porque después de que los
dos me recogieran en el aeropuerto, apenas les he visto. La echo muchísimo de menos,
aunque me cueste admitirlo a veces.
Siempre
he podido recuperarme del jet lag
tras un gran número de horas de sueño y pese a que a veces no consigo superarlo
tan rápido, al menos el hecho de dormir nada más llegar a mi destino sí ayuda
bastante, ahora me encuentro algo mejor. Sin duda un baño caliente y relajante
me dejará como nueva.
Me
sumerjo lentamente en la bañera, un escalofrío recorre mi cuerpo y suelto un
gran suspiro.
—Oh por
favor, ¿hay algo mejor que esto? —pregunto para mí misma.
Tras unos
pocos minutos de tranquilidad bajo el agua caliente, veo que mi madre me llama
al móvil. Qué inoportuna.
—Tendría
que haberlo dejado sin sonido —suelto algo molesta por la interrupción.
—Hola
mamá.
—Hola
Teresa —saluda—. ¿Dónde estás cariño? Te escucho fatal.
—Lo
siento, es que me estoy dando un baño, he estado haciendo ejercicio.
—Ah, muy
bien. Antes no he podido responderte, estaba ocupada, ¿para qué me has llamado?
—He
hablado antes con papá, quería que comiésemos juntos mañana, ¿te apuntas?
—Lo
siento, pero me resultará imposible —dice con voz lastimera. Casi puedo ver su
cara de tristeza, le ocurre siempre que me tiene que negar algo—. ¿Qué te
parece si nos vamos de compras por la tarde? Además, creo que es mejor que estés
a solas con tu padre y podáis hablar.
—Me parece
bien, y si no tienes trabajo nos vamos a cenar también.
—Claro,
estupendo. Tengo que dejarte cielo, hablamos mañana y me cuentas qué tal con tu
padre.
—Eso no
lo dudes —le digo riendo—. Te quiero mamá.
—Yo
también cielo. Adiós.
Cuelga y
yo me quedo pensativa. La verdad es que la noticia que de la que me hablará mi
padre mañana no será del todo desconocida para mí. Mamá ya me dijo que hay
alguien especial en su vida. Él no ha querido contarme absolutamente nada y
menos por teléfono, pero claro, ella no ha podido guardar el secreto aunque al
parecer le hizo una promesa.
Mi madre
no parece afectada en absoluto y tampoco cuando lo hablamos por primera vez,
pero creo que es difícil para ella aunque no diga nada al respecto y no seré yo
la que ponga el dedo en la llaga preguntándole cosas sobre esa misteriosa mujer.
Me alegro de que al menos lo mencionara, así no me sorprenderé demasiado cuando
mi padre al fin me hable de ella.
No es que
me moleste, para nada. Es su vida y ya es hora de que conozca a alguien, solo
lamento que mi madre no pase página, en todos estos años no ha tenido ninguna
relación, al menos que yo sepa.
A veces
pienso que aún sigue enamorada de mi padre, me parece casi imposible, ya que
son mejores amigos que pareja, pero creo que nunca llegaré a saberlo realmente,
porque ninguno de los dos dice nada sobre lo que ocurrió hace tantos años, diez
para ser exactos.
Alguna
vez ambos han llegado a comentar que esperan que me case y tenga hijos algún
día. Sospecho que es lo que los dos desean para mí, aunque creo que no estoy
preparada para las relaciones serias y mucho menos para lo otro.
Mis
padres después del divorcio, demostraron que las relaciones pueden ser
cordiales siempre que haya respeto entre los dos, pero la verdad, es que creo
que cuando hay sentimientos de por medio, nada es tan fácil como ellos me hacen
creer. No soy ninguna ingenua, nunca me han hablado del porqué de su
distanciamiento, pero sé que debió de ser algo complicado, las rupturas no
llegan porque sí, siempre hay un detonante y a veces solo eres consciente de
ello cuando te separas de esa persona, como me ocurrió a mí en el pasado.
Antes de que
mi mente navegue en terreno pantanoso, como es el tema de mi traumática ruptura,
a pesar de que hace años de aquello, cierro los ojos e intento relajarme y olvidar,
o al menos enterrar muy en el fondo de mi mente, los recuerdos dolorosos y disfrutar
en la deliciosa bañera con agua caliente.
Mi vida
no es lo que se dice estresante, la verdad es que vivo mejor de lo que nunca
llegué a imaginarme, pero jamás me negaré un baño placentero como éste.
Enciendo
el hidromasaje y todo a mi alrededor parece desvanecerse por un instante.
Siempre que vengo a Madrid disfruto de las comodidades del piso que muy
acertadamente, dispusieron mis padres para mí. Todo es elegante y cómodo,
colmaron todos mis caprichos, como muy a menudo ocurre al ser su única hija.
Pasados unos treinta minutos, decido que ya es hora de salir del
pequeño balneario particular y con una toalla alrededor de mi cuerpo entro en el
vestidor del dormitorio.
Salir de
fiesta un sábado por la noche requiere de suficiente tiempo para prepararse y
elegir correctamente lo que vas a llevar, así que opto por un vestido mini de
color naranja estridente, que se lleva mucho este verano y unas sandalias con
un tacón de infarto de un color marrón claro con elegantes adornos brillantes.
No me gusta llamar especialmente la atención, pero me siento atrevida esta
noche. Tengo ganas de ponerme algo que me encante y la verdad es que,
pensándolo bien, dudo mucho que destaque porque Carmen Espejo y yo vamos a ir a
uno de los locales más exclusivos de Madrid y aquello estará lleno de gente que
pertenece a la élite del país, son todo glamour
y sofisticación.
Como hace
meses que no vengo, cuando llamé a mi mejor amiga para decirle que me gustaría
salir de marcha con ella y los demás colegas, pues estaba claro donde iríamos,
ya que siempre nos ha gustado salir por esta zona de Madrid donde las fiestas
no acaban hasta el amanecer y la música y el ambiente son ideales para pasarlo
de miedo.
Mi móvil
suena y tras mirarlo veo que es un mensaje de Carmen que me dice que está
llegando al portal y que baje de una vez. No sé cómo lo consigue, pero incluso
por mensaje de texto es una mandona. Me encanta que sea siempre tan directa y
como tengo unas ganas locas de verla, sin pensarlo dos veces voy a por mi
pequeño bolso y salgo casi corriendo hacia la puerta de casa. Ya en el ascensor
empiezo a ponerme nerviosa, no por nada, pero es que hace tiempo que no salgo a
divertirme de noche y tengo muchísimas ganas de volver a encontrarme con mis
amigos y disfrutar de todo el tiempo que pueda con ellos antes de tener que
regresar a mi casa en Santa Mónica.
Debo
seguir trabajando después de esta escapada y aunque me encanta pasar tiempo con
mi gente, no puedo evitar pensar que he echado raíces allí. Ni yo misma me lo
creo a veces, pero por fin disfruto de mi independencia y estoy fuera del
influjo de mis padres y de las altas y erróneas expectativas que crearon y que
sin duda, aún tienen para mí.
Cuando
llego al portal, enseguida veo que una chica preciosa y con el pelo moreno casi
idéntico al mío está ya esperándome, golpeando con sus increíbles tacones
incesantemente. Al vernos, las dos pegamos un grito de alegría que alarma a los
estirados de mis vecinos que entran en el edificio. Sin hacerles caso le doy un
abrazo a la persona a quién más echo de menos desde que me marché.
Siempre
que veo una oportunidad le insisto en que se venga conmigo y vivamos juntas en
mi casa, pero como sé que ella además de a su familia tiene a Ricardo y están
locos el uno por el otro, no he podido convencerla de que lo deje todo para cumplir
un sueño que hemos compartido desde niñas: compartir piso y viajar por todo el
mundo.
Después
de un gran y emotivo abrazo, nos subimos en el Audi deportivo que está aparcado
cerca y Carmen conduce hacia el parking del local donde hemos quedado.
—Bueno, espero
que hayas descansado bien —dice mientras cambia de marchas como un rayo. Su
manera de conducir me pone enferma desde siempre y no parece que vaya a cambiar
nunca—. Por cierto, ¿has hablado con tu padre ya?
Yo me río
ante la pregunta, hace meses que no paramos de cotillear sobre el tema de la
nueva novia.
Mi madre
tiene un defecto que comparto con ella, y es que es incapaz de callarse nada.
Un día hablando por teléfono se le escapó y me hizo prometer que no diría nada
a nadie, porque mi padre quería contármelo en persona. Claro que mi promesa no
duró mucho al darme cuenta de que en una de mis muchas conversaciones por chat
con Carmen, solté la bomba y ya no hubo marcha atrás. No le conté demasiado en
verdad, ya que ni siquiera yo conozco a la susodicha, pero somos incapaces de
dejar las especulaciones, a menudo parecemos dos adolescentes cotillas con
legua viperina. No tenemos remedio, a nuestros veintinueve años, nos resulta
difícil cambiar nuestra forma de ser.
—Mañana
hemos quedado a comer—le digo—, mi madre no podrá venir, pero supongo que será
más fácil hablar con él a solas. Pobrecito, pensará que le voy a preparar un
bocadillo, siguen pensando que no he madurado ni aprendido nada en absoluto
desde que me fui.
—Menos
mal que no nos verán esta noche —dice Carmen riendo—, y por cierto estás
increíble con ese vestido.
—Gracias,
tú no te quedas atrás —admiro el precioso collar que adorna su vestido de seda
negro—. Karla ha hecho un buen trabajo con nosotras —le guiño un ojo a mi amiga
al mencionar a una estilista de Nueva York que nos ha enseñado muchas cosas
sobre moda —. Ojalá pudiera vernos.
—No sé
porque no ha querido venir contigo esta vez, aquí las fiestas no serán tan
glamurosas como en la gran manzana, pero igualmente son lo más —dice mientras aparca
y se retoca el maquillaje antes de bajar del coche. Yo hago exactamente igual.
Al salir
del flamante deportivo plateado, unos hombres vestidos muy formalmente nos echan
el ojo y nos dedican unas deslumbrantes sonrisas que aumentan sus atractivos
rostros. Mi amiga se queda embobada mirándolos y sé que ella solo se fija en
los pocos mortales en los que tiene algún interés, por ese motivo me quedo
desconcertada y no puedo evitar hacerle la gran pregunta que me tiene
mortificada desde hace varios meses.
—A ver,
¿se puede saber qué pasa entre Ricardo y tú? Últimamente eres incluso más
esquiva que yo con ese tema y ya de por sí es preocupante, pero verte mientras
le lanzas miradas a ese tío es lo más raro que he presenciado en años —con mis
brazos en jarras, espero con poca paciencia y el ceño fruncido a que se
explique—. Si lleváis más de siete años saliendo, ¿qué ocurre?
—No pretendía
ocultártelo, pero es humillante hablar de esto y más aún por teléfono —dice con
semblante serio—, ha empezado a salir con María Molina y no digas nada, estoy
segura de que sabes de quién te hablo.
—¿Qué?
—pregunto estupefacta, casi gritando.
Claro que
sé quién es, trabajó con Carmen en su estudio de fotografía cuando lo abrió. Demostró
tener un interés preocupante por Ricardo y mi amiga no dudó en despedirla
cuando pasó el periodo de prueba. Tuvieron una terrible discusión en la que
María llegó a amenazarla, diciendo que ya se las vería con ella. Ninguna
creímos entonces sus palabras, nos imaginamos que estaría molesta por perder su
trabajo, pero está claro que nos equivocamos.
—Pues lo
que no sabes, es que hace unos dos meses, la invité a casa para hablar sobre el
reportaje que íbamos a hacer para su boda. Me pidió perdón por lo ocurrido,
dijo que era feliz con su novio y tiene un trabajo estupendo. No dudé de ella
—dice con cara de confusión—. Fue raro que me dijera que no podía ir al estudio
porque le venía mal el horario, pero no sé, no lo pensé y le dije que podía
venir a casa al medio día. Tomás me llamó desde el estudio preocupado porque no
encontraba un álbum de fotos que recogerían esa tarde y tuve que ir a ayudarle.
Cuando llegué a casa… —su mirada se ensombrece y se aclara la garganta, lo cual
me indica que se está atormentando con el recuerdo— me los encontré revolcándose
en el sofá del salón.
—¡Dios
mío! —suelto con la boca abierta—.Y entonces… ¿qué hiciste?
Me quedo
alucinada cuando veo que Carmen me mira y sonríe de manera perversa. Por un
momento estoy imaginando que está triste por lo ocurrido y de repente la veo
poner una expresión maliciosa y carcajearse delante de mis narices. La miro
desconcertada por su reacción.
—Les dije
que estarían increíbles para un reportaje pornográfico y que cuando acabaran,
me llamaran al móvil —explica sin inmutarse apenas—. Me largué de allí y a las
dos horas o así, Ricardo me llamó al estudio y me dijo que María no estaba y
que teníamos que hablar. Obviamente le dije gritando que no pensaba escuchar
sus penosas excusas y que desapareciera de mi vista mientras iba a recoger mis
cosas. Por la noche haciendo la maleta descubrí que el álbum de fotos perdido
estaba en casa con una nota de esa petarda diciendo que la venganza se sirve
mejor fría.
—Vaya,
menuda hija de… —callé. Preferí guardarme los calificativos que iban a salir de
mi boca—. ¿Y todo terminó así sin más? ¿No hablaste con Ricardo?
Carmen me
mira con cara de pocos amigos. En seguida me arrepiento de mis palabras.
—¿Qué
querías que hiciera, que me uniera a ellos o le diera unas palmaditas en la
espalda? —espeta furiosa.
—Maldita
sea, claro que no. Pero digo yo que al menos podrías haberte enterado de qué es
lo que pasaba entre los dos —le digo—. Ya sabes que creo que el amor solo
existe en el cine, y ni aún así es creíble, pero creo que es importante conocer
la verdad. ¿Llegaron a acostarse aquel día? Quizás ella lo preparó todo para
que los pillaras de esa forma y en realidad no ocurrió nada. Es posible que empezaran
algo cuando ya no estabais juntos.
—Es un
cabronazo, me da igual que ella solo le estuviera utilizando entonces, eso no
cambia las cosas y además… unas semanas más tarde me enteré de que salían
juntos. La única verdad que me interesa es que es un cerdo y no merece la pena
—dice Carmen más suavemente—. Después de tantos años creí que todo iba bien y
que llegaríamos a dar el siguiente paso pronto, pero definitivamente él no estaba
preparado para eso. Creo que fue su forma de hacérmelo comprender.
—¿A qué
te refieres?
—Bueno… el
último año le hablé de mi intención de pasar por el altar en un futuro no muy
lejano, pero veo que él no quería lo mismo —suspira y vuelve a sonreír como
para quitarle importancia—. Fue contundente al demostrármelo, ¿no crees?
Casi no
puedo creer lo que estoy viendo. Mi mejor amiga siempre ha sido una chica
alocada, pero una romántica empedernida. Sé que estaba enamorada de su hombre y
al parecer descubrir el engaño de éste, la ha convertido en una cínica de las
relaciones. Está claro que ahora se parece más a mí de lo que me imaginé, y no
sé por qué, pero la idea no me agrada demasiado.
Parece
que no le ha afectado, y eso en cierto modo me asusta, no sé si es que
realmente le ha olvidado, o si por el contrario, está reprimiendo lo que siente
y en cualquier momento se dará cuenta de lo que ha ocurrido y explotará.
Carmen
siempre me decía que era el hombre de su vida y ahora habla de Ricardo como si
no significase nada para ella. Desde luego creo que nunca llegaré a entender el
curso que siguen las relaciones de las personas que hay a mi alrededor. Y mucho
menos las mías.