Hoy me siento de maravilla!!!
Así que os dejo un regalito! El tercer capítulo de mi nueva novela!
Espero que lo disfrutéis, ya sabéis que el primero y
segundo lo tenéis aquí también.
Saludos y buen finde a todos!
3
Mi
teléfono está sonando en alguna parte mientras mi cerebro lucha por
despertarse. Cuando abro un ojo, miro el reloj de pared que hay en mi habitación
y me doy cuenta de que son más de las doce.
Demasiado
temprano para mí, después de haberme acostado pasadas las cinco de la mañana,
pero alguien insiste en llamarme una y otra vez, y cuando encuentro el móvil,
perdido entre las sábanas, me doy cuenta de que es mi padre. Mi mente se despeja
del todo. Hemos quedado para comer, o más bien dicho: he invitado a mi padre a
comer en casa.
No sé si
habrá cambiado de idea, con lo que me tiene que contar, me imagino que está
nervioso, aunque tampoco es que desapruebe el hecho de que salga con alguien.
Yo no debería
saberlo, se supone que mi padre me lo contaría en persona, aunque en verdad me
alegro de que a mi madre se le escapara, he tenido tiempo de asimilarlo y así
le evitaré la cara de asombro total que puse cuando me enteré. No tengo ni idea
de cómo hubiera reaccionado al comentármelo él. Ahora puedo decirle lo
estupendo que me parece.
Al principio
me resultó tan extraño… nunca pensé que mis padres pudieran volver a rehacer
sus vidas por separado, es como renunciar a la posibilidad de una
reconciliación aún sabiendo que es imposible. Creo que es algo que deseaba
interiormente, al parecer nunca ocurrirá.
Le doy a
la tecla verde para descolgar.
—Hola papá
—saludo con voz pastosa.
—¿Estabas
acostada? —me pregunta sorprendido.
—Sí, anoche
salí con Carmen.
Me doy de
patadas mentalmente a mí misma por decirle precisamente eso. Mi padre siempre ha
pensado que mi amiga es una mala influencia para mí, lo que no se imagina es
que yo soy peor que ella, pero claro, no tiene por qué enterarse de ese detalle.
Noto que mi padre se queda callado un momento, expresando así su desaprobación.
—¿Estás
segura de que quieres comer en tu piso? —me pregunta. Creo que lo dice por mi
mala cocina, pero no le voy a explicar que he encargado que traigan algo de un
restaurante cercano—. Puedes venir a casa si quieres.
—No hace
falta, en serio. Está todo bajo control —le digo sin faltar a la verdad.
Ayer por
la tarde hice el encargo, ya que imaginé que si lo dejaba para hoy, lo olvidaría.
La
conversación, si es que se le puede llamar así, termina enseguida y me quedo un
poco extrañada. No sé si está nervioso o es que quizás piensa que mi madre va a
venir también; seguro que fue complicado tener que contarle lo que pasa. Tienen
una relación estupenda, pero imagino que nunca es fácil hablar de un nuevo amor
con alguien con quien compartiste tu vida una vez.
A las dos
en punto llaman a la puerta y cuando voy a abrir con una sonrisa, me encuentro
un poco nerviosa. Espero que no se note que conozco el secreto de mi padre. De
ser así, seguro que se enfada con mamá por no haber sido capaz de cumplir su
promesa de no decir nada.
Cuando
nos sentamos a comer, me pregunta cómo es que he aprendido a cocinar tan bien.
—He
pedido que lo trajeran de tu restaurante favorito —le digo guiñando un ojo. Él
se ríe.
—Algún
día tendrás que aprender —sonríe y niega con la cabeza—. Yo podría enseñarte si
te quedaras más de dos semanas.
Mi padre
cocina de maravilla, todo lo que se propone lo hace estupendamente y no sé cómo
no he nacido con ese gen. Soy incapaz de hacer algo más difícil que freír un
huevo aunque quizás sea por mi falta de constancia, nunca me apetece dedicarle
más de diez minutos a la preparación de la comida. Cuento con ayuda en Santa
Mónica, una mujer llamada Mar Sáez. Tiene cuarenta años y es un encanto, me
ayuda a mantener la casa perfecta y ordenada, además prepara unos platos
increíbles. También ella me ha sugerido alguna vez que debería aprender, pero
la verdad es que mi interés decae con una facilidad asombrosa.
Pasa el tiempo
y me doy cuenta de que mi padre no va a iniciar la conversación que desea tener
conmigo, me armo de valor y decido sacarla yo:
—Bueno, ¿qué
es lo que querías decirme? —pregunto mientras recojo la mesa con su ayuda.
—Siéntate
y hablaremos —responde muy serio.
Termino
de recogerlo todo y observo su cara. Parece pensativo, no deja de arrugar el
entrecejo y casi me da pena, creo que está nervioso por tener que contármelo.
Me dan ganas de decirle que ya lo sé todo y abrazarle simplemente, pero me
contengo.
Nos
sentamos en el sofá y él no deja de moverse inquieto.
—¿Qué
ocurre papá?
—Bueno
hija, verás… Como sabes el año pasado me trasladaron a Parla y… hace unos meses
conocí a alguien —carraspea antes de continuar—, es una mujer increíble —me sonríe
y se pasa nerviosamente la mano por el pelo—. Estamos pensando comprar una casa
más grande para vivir juntos y dejar el piso en el que vivo ahora. Creemos que
es una buena idea vender este también, ya que casi siempre está vacío.
Esa
información es nueva, no sé cómo mi madre no me ha dicho nada del tema y dudo
mucho que se le haya olvidado mencionarlo.
Mi padre es
la viva imagen de la culpabilidad. Sabe que me encanta, aunque es normal que
desee quitarse ese peso de encima. Son mis padres los que pagan la hipoteca, aunque
me ofrecí muchas veces a pagarla yo misma porque no me supondría ningún gran
esfuerzo, estoy segura de que lo hacen como incentivo para que me quede, pero
es algo que de momento no tengo intención de hacer, en realidad no sé si algún
día llegaré a hacerlo.
—Entiendo
—digo con voz baja—. Y… ¿cuándo podré conocer a esa mujer misteriosa? —pregunto
con una sonrisa.
—Bueno,
como vas a estar un tiempo por aquí, podemos quedar un día que te venga bien y
la conoces.
—Me
parece genial —digo sonriendo—. Cuéntame más, ¿a qué se dedica? —pregunto
fingiendo interés. Sé la respuesta, pero debo disimular.
—Es
enfermera, y tranquila, no trabaja en el mismo hospital que yo. De hecho ella
trabaja en una clínica privada —dice con la voz cargada de orgullo y algo que
intuyo, es ternura.
Me siento
feliz por mi padre, se le ve la mirada iluminada y eso me deja claro que está
enamorado de nuevo. Solo espero que tenga más suerte en esta ocasión.
De
repente me mira, tiene los ojos entrecerrados y parece desconcertado.
—Vaya, creía
que te sorprendería más. Hace diez años que no salgo con nadie y mucho menos
con una mujer con quien quisiera comprar una casa—dice observándome detenidamente.
—Bueno…
yo… —que agobio, ¿cómo decirle que hace meses que mi madre la mencionó por
primera vez y que nunca dice nada bueno de ella?— no lo sé.
—Tu madre
—resopla molesto—. No se ha podido contener aunque se lo pedí expresamente.
—Venga
papá, de verdad que me sorprende que no recuerdes su incapacidad para guardar
secretos —digo sonriendo con complicidad—. Tenía que haberte dicho que lo sé,
pero no quería que te enfadaras con ella.
—Lo
dejaré pasar por ti —dice negando con la cabeza—. Ya me dirás cuando tienes un
hueco para quedar y conocer a Lucía.
—Para ti
lo que sea —le digo con cariño—, prefiero que lo organices tú, ya que tienes
mucho trabajo. De momento estoy libre para todo —le aseguro guiñando un ojo.
—Bien.
Recuerda que puedes encontrarla en:
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