Espero que lo disfrutéis!
4
Cuando mi
padre se ha ido, me quedo un rato en el sofá pensando en todos los cambios que
se están produciendo. Está claro que él es más feliz que nunca, algo que sé que
a mi madre no le hace mucha gracia por el hecho de que no es con ella, sino con
otra mujer. No estoy muy segura de lo que siente por mi padre, jamás habla de
ello y es muy difícil que le pueda sonsacar nada al respecto, pero es lo que
parece cuando le menciona.
Otra cosa
que cambiará es que el piso en el que estoy ahora mismo acabará ocupado por
otras personas y eso me da mucha pena. No he pasado tanto tiempo en él como
para que lo considere mi hogar, pero me encariñé desde el principio y por alguna
razón siento como si perdiera una parte de mí misma. Aunque fue un regalo, o
más bien un soborno de mis padres, siempre será mi primera casa y me entristece
no volver a tener mi pequeño refugio cuando vuelva a Madrid.
Debería
pensar en la posibilidad de comprárselo, aunque no sé qué pensarán al respecto.
Estoy a
punto de llamar a Carmen por teléfono para salir un rato, cuando alguien llama
al timbre. Por un momento pienso que es mi padre que ha vuelto por algún motivo
y tras mirar a través del agujerito de la puerta, me quedo de piedra por la
sorpresa cuando veo a la persona que hay al otro lado: Johnny Harrison.
Mi
corazón empieza a latir frenéticamente, me quedo desconcertada y por un
instante siento fastidio porque mi corazón se revele de esta forma cada vez que
pienso en él. Ahora está a apenas un metro de distancia y me falta el aliento,
tiemblo de expectación y noto que me sonrojo como una adolescente. Queda claro
que estoy sufriendo alguna extraña clase de enfermedad de atracción hacia él,
parece que no puedo evitar verle sin que mi corazón no se acelere. No debí
seguirle el juego cuando me propuso fingir una relación. Ahora no estaría suspirando
como una damisela de novela de época por un hombre que, ni es un caballero de
armadura brillante, ni se interesa realmente por mí, sino que solo me usa como
un escudo contra otra mujer a la que no desea. “Qué asco”, pienso molesta.
—Tess,
¿me vas a abrir? Sé que estás al otro lado de la puerta —me dice en inglés. El
muy cretino.
Se me
pasa por la cabeza ignorarle y dejarle en la calle, pero si alguno de mis
vecinos lo ve y lo reconoce, estoy segura de que la noticia acabará en los
periódicos y no me apetece estar en boca de todo el país por esto.
—Hola —le
digo al abrir la puerta. Él me responde con una sonrisa torcida que casi me
derrite por dentro y por fuera—. ¿Qué haces aquí? ¿Y cómo es que sabes dónde
vivo? —le suelto hablando rápido por culpa de los nervios.
—Cuántas
preguntas —dice soltando una carcajada sonora—, he venido a verte y sé dónde
vives porque Ellen me lo ha dicho.
—Claro,
la muy desgraciada —digo mascullando en español para que no supiera qué le
estaba llamando a mi amiga, solo medio en broma.
Me cuesta
creer que le haya dado mi dirección sin más. Cuando se la anoté en su agenda
para que pudieran localizarme cuando vinieran a España, no me imaginé que la fuera
a usar de esta manera.
Se me
pasa por la cabeza que Johnny solo está escapando de su admiradora y pienso,
algo malhumorada, que precisamente tiene que venir a mi pequeño refugio para
alterarme. Desde luego es cierto eso de que las desgracias nunca vienen solas; después
de la posibilidad de perder mi piso, a veces también se presentan en forma de morenazo
alto y atractivo con una peligrosa capacidad para destrozar el corazón de
cualquier mujer que caiga en sus redes.
Antes de
sucumbir, solo tengo que recordarme que el encanto es parte de lo que es: un
gran actor consolidado que sabe cómo obtener lo que desea. No pienso permitir
que me maneje a su antojo.
—¿Vengo
en mal momento? —me pregunta sin tener la cortesía de disculparse—. Tenía que
salir del hotel porque me estaban acosando —explica sonriendo sin necesidad de
mencionar a Candice— y de esta forma aprovecho para decirte que esta noche queremos
salir a cenar a algún sitio y necesitamos una recomendación.
—Puedo
dártela, claro, pero yo no pienso salir.
—¿Y eso? —pregunta
contrariado—. Ellen contaba con que te apuntarías la primera, dudo que quieras
que venga a por ti.
Johnny se
refiere, cómo no, a la persistencia de Ellen para conseguir lo que quiere.
Nadie le dice nunca que no, posiblemente una vez, pero viendo que no para hasta
que aceptas hacer lo que ella desea, siempre acabas aceptando para que no te
torture con su inagotable insistencia.
No tengo
claro que sea una buena idea estar todo el día cerca de él, pero como parece
que no voy a poder escapar de su cuñada, tendré que intentarlo y de paso
procurar no perder la razón entre otras cosas.
—Muy bien
iré —le digo sin estar convencida en absoluto.
—Estupendo,
no olvides que tienes que fingir que estamos saliendo —dice cambiando su
semblante. Seguro que ha notado mi expresión de cabreo y pensará que me echaré
atrás—. Me dijiste que sí, ¿ya te has arrepentido?
—No te
preocupes, nunca rompo mis promesas —le digo con tono brusco.
—Vamos,
tampoco es para tanto. No tenemos que hacer nada… a no ser que tú quieras —dice
con voz seductora, provocando escalofríos por todo mi cuerpo. Le pongo mi mirada
más fría de cabreo y él se ríe—. Es broma. Solo me gustaría que permanecieras
cerca para que Candice se aleje todo lo posible de mí. Por favor —añade suplicando
en voz baja.
—De
acuerdo, pero no te pases. Sobre todo —digo suspirando— debes hablar con tus
hermanos y Ellen, y les aclaras que todo esto es un montaje como los de tu
serie, solo que… con menos sangre y puñetazos —sonrío.
Desde la
puerta Johnny me observa y repasa de arriba abajo como si me estuviera
estudiando. Mi piel hormiguea allí por donde pasa su mirada y mis piernas están
empezando a temblar. Algo inevitable dado que toda mujer se sentiría atraída
por su extraordinario atractivo. Despacio, me adentro hasta el salón y me dejo
caer en mi sofá predilecto. Él se sienta justo enfrente.
—Así que,
¿te gusta “Ley salvaje”? —me pregunta
entrecerrando los ojos.
—Sí, me
encanta. Me gusta que sea sangrienta —digo riendo—, sobre todo que pongas en su
sitio a esos macarras sin escrúpulos. A veces te pasas con tanta brutalidad
gratuita —continúo sintiéndome animada—, me gusta que tu personaje sea tan
letal y despiadado como policía y tan sentimental y tierno con Emily. En las
cuatro temporadas que habéis estrenado he visto que ha evolucionado mucho como
persona, sobre todo con ese carácter tan voluble que tiene, creo que al final
conseguirá…
De
repente noto que se queda callado y yo me siento un poco tonta por haberme
puesto a parlotear sobre la serie. A menudo soy una bocazas cuando se trata de
algo que me gusta y me siento avergonzada por haberlo hecho delante de él.
Me
observa con una intensidad que provoca estragos en la boca de mi estómago y a
la vez que me sonrojo, me disculpo y hago un gesto con la mano para restar
importancia a lo que estaba hablando. Me sorprende cuando me agarra la muñeca
suavemente y se acerca hasta sentarse a mi lado.
—Te gusta
de verdad, ¿no?
—Claro,
estoy enganchada a la serie desde el principio —le digo sonriendo.
—Sí, a la
gente le gusta la serie, pero solo dicen que salimos demasiado vestidos o
demasiado poco a veces, que somos muy serios, que le gustan los coches y las
persecuciones… pero nadie habla de los personajes y de cómo trabajamos sus
personalidades. Es más duro de lo que todo el mundo piensa. Casi nadie se fija
en los matices como tú —se calla un instante y sonríe de forma seductora—, y no
soy en absoluto tierno, ya sabes que incluso en las escenas de sexo, mi
personaje es un animal con Emily.
Me quedo
de piedra. Detesto hablar de esos temas con nadie, noto que me estoy poniendo
como un tomate y que no voy a poder disimularlo de ninguna manera. Me aclaro la
garganta y como él se da cuenta de mi malestar me pregunta si estoy bien con
expresión inocente. Ni siquiera se ha dado cuenta del motivo de mi sonrojo,
algo que yo agradezco, aunque me mira de una forma extraña que no sé cómo
interpretar.
Para
cambiar de tema le pregunto si quiere pasear, mientras le explico a qué sitios
podemos ir a cenar y le advierto que tenemos que hacer reservas lo antes posible,
porque muchos de los buenos restaurantes estarán abarrotados y estoy segura de
que a ninguno le apetecerá cenar en una hamburguesería.
—¿Por qué
dices eso? —pregunta extrañado—. A mí me encanta la comida basura —dice riendo.
—No lo
sé, imaginé que no te apetecería cenar en un sitio tan corriente.
—Entiendo
—me mira y niega con la cabeza—. Crees que por ser alguien famoso y que cobra
sumas elevadas, me siento superior y no voy a esos establecimientos, pero te
aseguro que no es así.
—No quise
decir eso —refunfuñé.
—Tranquila,
no pasa nada —dice con una media sonrisa, me da la impresión de que no le ha
molestado mi comentario, aunque la verdad es que no lo hice con esa intención—.
Pero te aseguro que la fama no se me ha subido a la cabeza. No voy por ahí sintiéndome
superior a la gente que va a mi alrededor, pero muchas veces la prensa solo habla
de lo que le conviene.
—Ya.
—Empiezo a darme cuenta de que no es la persona que creí en un principio.
—Así que
ya sabes, no se te ocurra desprestigiar las hamburguesas en mi presencia,
¿entendido? —dice arqueando una ceja—. Con Ellen puedes hacerlo, no las soporta.
—Lo sé
—le digo sonriendo.
Después
de un breve paseo cerca de casa, quedamos en vernos a las nueve en el parking
de uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Ellos se alojan en un hotel
cercano y además es perfecto para tomar unas copas después, porque tiene cerca
varios sitios muy buenos, me imagino que será una buena combinación para esta
noche.
Johnny se
queda en la entrada de su hotel y cuando nos estamos despidiendo veo a Carmen
salir abrazada por Andy. En este momento los cuatro nos miramos y ponemos cara
de circunstancias porque la situación no puede ser más extraña. Ahora veo
porqué no me ha llamado en todo el día y solo me ha dejado un mensaje aceptando
salir de cena esta noche. Enseguida la tomo del brazo y le sonrío maliciosamente.
—Tú ven
aquí —le digo—. Nos vemos luego chicos —me despido en inglés de los hermanos.
Cuando
estamos lo suficientemente lejos de la entrada del hotel para que no se nos
escuche le pregunto a mi amiga casi gritando:
—¿Se
puede saber qué haces con Andy Harrison? —pregunto exaltada. Suspiro y cambio
mi tono por otro más moderado—. No hace falta que respondas, tu cara me lo dice
todo —digo riendo.
—¿Pero tú
le has visto bien? Con traje está buenísimo, pero ese vaquero ajustado… —dice
mordiéndose el labio con exageración.
Las dos
nos reímos a carcajadas mientras caminamos por la acera y Carmen me va
relatando lo ocurrido sin dejarse ni un solo detalle guardado. Me siento un
poco incómoda y no sé porqué, siempre nos lo contamos todo, aunque yo no tenga
mucho que contar, pero ella siempre ha sido muy abierta de ideas en ese sentido
y no le cuesta hablarme de sus intimidades. Le gusta compartir toda su vida
conmigo, como es mi mejor amiga yo escucho siempre sus idas y venidas, y me
gusta que confíe en mí como para que no tengamos ningún secreto.
Nos
despedimos para encontrarnos en mi piso dentro de una hora, Carmen va a recoger
algunas cosas a su casa y volverá para empezar a arreglarnos y seguir
cotilleando sobre los atractivos actores que nos tienen tan encaprichadas a las
dos. Claro que yo no pienso decirle que mis sentimientos empiezan a ser algo
más que platónicos. Nadie tiene porqué saberlo, al menos mientras ni yo misma lo
tenga claro del todo. No es que no confíe en ella, siempre ha guardado mis
secretos y en especial uno muy delicado para mí, pero a menudo me cuesta
trabajo exponer mis sentimientos y como sé que tarde o temprano confesaré, siento
que de momento no estoy lista para hacerlo.
Me he
arreglado a conciencia. Llevo puesto un vestido negro corto, con unos tirantes
gruesos y un escote recto. Llevo unos tacones altos para estilizar mis piernas
y mi pelo moreno suelto después de habérmelo alisado un poco con la plancha.
En cuanto
Carmen me ve, elogia mi figura diciendo que estoy preciosa y agradeciéndoselo
con una sonrisa veo que ella está aún más impresionante. Lleva un vestido
blanco y gris a rayas y anudado al cuello, con unas sandalias de plataforma y
un recogido sencillo.
La verdad
es que nos parecemos bastante, ella lleva ahora unas bonitas mechas en el pelo
y es unos centímetros más baja que yo, pero siempre nos han dicho que parecemos
hermanas. Solo falta que sus ojos fuesen verdes como los míos y no azules, en
ese caso incluso nosotras nos habríamos planteado la posibilidad de que
fuésemos parientes, porque hasta nuestros gustos y forma de ver las cosas son
similares.
Me miro
con detenimiento en el espejo de cuerpo entero y sonrío conforme. No pretendo
impresionar a nadie, pero… ¿a quién no le gusta ir a cenar con una apariencia
perfecta?
—¿Estás
segura de que lo tuyo con Johnny es solo un montaje? —me pregunta con voz
socarrona y entrecerrando los ojos—. Parece que quisieras atraer todas sus
miradas…
—No sé por
qué dices eso, es evidente que está buenísimo, pero de ahí a querer algo con él…
hay un abismo —le digo disimulando que estoy nerviosa.
—Prométeme
que tendrás cuidado —dice seriamente.
—¿Por qué
me dices eso? —le miro a través del espejo—. ¿Es que Andy te ha contado algo
sobre su hermano?
—Claro
que no —contesta sonriendo cariñosamente—, pero no quiero que vuelvan a hacerte
daño —dice refiriéndose a una historia de mi pasado—. Yo tengo muy claro lo que
quiero esta semana, y lógicamente no es algo duradero. Pienso disfrutar porque
estoy cansada de esperar al hombre perfecto después de mi estrepitoso fracaso
—se pone seria y me mira con preocupación—. Tú sin embargo me preocupas, sé que
intentas esquivar las relaciones desde hace años, pero eso no quiere decir que
ellas no vengan a ti, créeme cuando te digo que es difícil no caer en las redes
de estos dos chicos.
Mi amiga
suelta un suspiro y me mira mientras se encoge de hombros. Sonríe a la vez que
me toma del brazo y me guía a través de mi piso hasta la salida. Yo mientras, voy
dándole vueltas a la cabeza. A veces es abrumador que alguien te llegue a
conocer tan bien, porque no puedes ocultarle nada aunque quieras. A menudo
Carmen se da cuenta de cosas que ni yo misma soy capaz de ver y aceptar.
Cuando
nos estamos acercando al restaurante donde hemos quedado con mis amigos
estadounidenses, Carmen empieza a hablar sobre Andy y lo guapo que está. La verdad
es que el look casual le sienta de
maravilla, pero los trajes incluso mejor. Ninguno de los hermanos aparenta los
treinta y cinco años que tienen. Johnny va algo más formal que esta tarde,
lleva un pantalón negro de vestir y una camisa blanca que resalta su piel ligeramente
bronceada. Los mechones de su pelo castaño le rozan la frente y me dan ganas de
pasarle las manos para ponerlo en su sitio. Siento un hormigueo en mis dedos,
que se va extendiendo por todo mi cuerpo cuando veo que me mira fijamente y
después me repasa de arriba abajo. Esa sonrisa torcida me está volviendo loca y
noto que se me están aflojando las rodillas. Se acerca a mí y después de
decirme con zalamería que estoy muy guapa, me besa en la mejilla y me toma de
la mano. Me recuerdo a mí misma que lo único que está haciendo es interpretar
un papel para que una muy enfadada modelo rubia, la cual nos mira con cara de
querer liquidarnos, piense que estamos saliendo y se aleje de él, al menos
durante la semana que durará su estancia en Madrid.
Vamos
hasta nuestra mesa y mucha gente nos mira con curiosidad. Es un restaurante muy
exclusivo de la ciudad, pero los conocidos actores causan ese efecto allá por
donde van y es inevitable que los presentes se percaten de quienes son. Al
menos estoy casi segura de que aquí nadie se va a levantar de su mesa para
pedir un autógrafo.
Me siento
mal al ver a Candice sentada justo delante de nosotros dos. No me gusta mentir
ni fingir, con respecto a nada, pero ya que he aceptado ayudar a Johnny a evitarla,
y ella no deja de mirarme con cara de pocos amigos, debo al menos disimular e
intentar que la semana sea lo más llevadera posible. Resignada pienso que los
días que tenemos por delante van a ser muy largos…
La cena
trascurre con una tranquilidad algo tensa a veces, la conversación es animada a
pesar de que a Carmen le cuesta seguirla a menudo. Como está a mi lado, yo voy
hablando a dos bandas y le traduzco lo que puedo mientras comemos. Andy a su
lado charla con ella en susurros y a veces los escucho perfectamente, él procura
hablarle en castellano aunque a menudo le suelta frases obscenas en inglés. Es
entonces cuando me incomodo hasta los extremos y me giro para decirle cualquier
cosa a Johnny que, sentado a mi otro lado me observa de reojo. Más de una vez noto
que Andy me mira y es consciente de que puedo oírle y no sé por qué está siendo
tan descarado, ya que aunque los demás no se están percatando de nada, yo puedo
escucharle y no entiendo porqué no disimula mejor.
Carmen se
disculpa y se va al baño. Yo aprovecho el momento para escapar de allí con ella
y de paso poder serenarme, ya que mis nervios están más alterados con cada
minuto que pasaba.
Me quedo
frente al espejo esperándola y cuando sale sonriente le digo con malicia que
deberían irse a la habitación del hotel de Andy, en lugar de seguir con la
fiesta delante de todos. Me mira extrañada y me doy cuenta de que no ha sido
consciente de que he podido oírles todo el rato. Se sonroja y veo que está tan
embelesada con él que ni ha pensado que están en un lugar público y que deben
ser más discretos con sus escenitas románticas.
Las dos
salimos del baño riéndonos y cuando vamos hasta la mesa que ocupamos solo vemos
a los gemelos hablando hasta que nos acercamos. Al parecer el resto ha salido a
fumar antes de tomar los postres y están en una de las salas exteriores habilitadas
para ello.
Carmen y
Andy se ponen a cuchichear, su hermano y yo nos miramos sin saber muy bien qué
decir.
Andy que
me observa con una rara expresión me pregunta:
—¿Tess te
encuentras bien?
—Claro
—le digo intentando ocultar mi incomodidad por haber escuchado lo que le ha
dicho a mi amiga durante la cena—. ¿Por qué?
—No,
nada… —se echa a reír y yo estupefacta le miro y me doy cuenta de algo.
—Te
estabas cachondeando de mí todo el rato, ¿no? —le pregunto con los ojos entrecerrados.
Andy no
puede ni hablar, se echa a reír a carcajadas hasta que después de unos
instantes consigue recomponerse.
—Lo
siento, es que tenías una cara muy graciosa, solo te tomaba el pelo —me dice el
muy desvergonzado—. No te enfades conmigo, anda, solo era una broma.
—Tampoco
es para tanto —digo con tal de que se calle y pongo los ojos en blanco—. ¿No os
ibais? —pregunto a mi amiga en español.
—Sí,
nosotros tomaremos el postre en otro sitio, si no os importa —dice Carmen
sonriendo descaradamente—. Vámonos.
Le toma de
la mano y aunque Andy no ha entendido ni la mitad de lo que ésta ha dicho,
queda claro que desea estar a solas con ella porque no pone ningún impedimento
cuando Carmen le guía hasta la salida.
—¿Se puede
saber a dónde van esos dos? —suelta Johnny extrañado.
No ha
dicho nada sobre mi conversación con su hermano y no sé si es que está
acostumbrado a su sentido del humor o estaba al tanto de la situación y se
divertía a mi costa también. Prefiero ignorarlo de momento.
—¿En
serio me lo preguntas? —le digo enarcando las cejas—. Llevan toda la cena
lanzándose indirectas. Me extraña que no se hayan ido en mitad de la comida —le
digo riéndome.
—Sí, creo
que se gustan.
Me quedo
pensativa y no le respondo. No sé qué decir y simplemente me encojo de hombros.
Me mira fijamente y me siento algo violenta así que desvío la mirada y me quedo
congelada cuando veo a quien tengo delante, a unas cuantas mesas de distancia.
A pocos metros
de donde estamos sentados veo al hombre que me rompió el corazón hace más de cinco
años y a su perfecta y adecuada acompañante.
Sebastián
Garrido fue el novio perfecto: estudiaba una carrera universitaria mientras
ayudaba a sus padres en las oficinas donde ambos ejercían como abogados; era amable,
atento, comprensivo y paciente conmigo. Yo estaba perdidamente enamorada aunque
no dudaba del hecho de que las relaciones podían romperse, como les pasó al
matrimonio de mis padres. Creo que fue por ese hecho que no llegué a entregarme
a él por completo.
Entonces
era joven, pero no una ingenua, y pensaba que en el momento en que se lo das
todo a un hombre, pierde el interés que pueda tener en ti. Sabía que eso solo les
había ocurrido a algunas de mis amigas, pero era todo lo que necesitaba para
postergar el momento de acostarme con él hasta estar segura de que era el amor
de mi vida.
Cuando se
acercaba el momento de nuestro primer aniversario intenté mentalizarme de que
había llegado la hora de dejar mi inseguridad a un lado y dejarme llevar, como
me decían mis amigas una y otra vez. Quería que fuese un momento especial, así
que durante semanas seguía parándole los pies cada vez que se calentaba más de
la cuenta. Yo también lo deseaba, no podía negarlo, pero eso no me alentaba a
seguir adelante cuando estábamos juntos. Siempre había algo que me lo impedía,
una sensación que hacía que a la vez que me incitaba a continuar, me empujaba a
alejarme a toda prisa. No entendía el motivo, pero estaba decidida a olvidar
mis miedos y luchar por una relación que creí que tenía futuro.
Dos días
antes de nuestro aniversario lo tenía todo planeado: iríamos a cenar a algún
sitio romántico, daríamos un paseo nocturno hasta el piso que acababa de
estrenar gracias a mis padres y pasaríamos una noche mágica, juntos a la luz de
las velas. Me había comprado para la ocasión un vestido muy primaveral y
lencería atrevida, había ido a la peluquería y al spa, donde me había hecho
todo tipo de tratamientos, incluyendo una depilación completa. Estaba con el
móvil en la mano esperando a que Sebas me llamara para decirle que le invitaría
a cenar aquel señalado día, cuando él apareció en mi puerta. Parecía nervioso,
triste y preocupado por algo. En ese momento solo pensé que algo había ido mal
en el trabajo ya que algunas noches llegaba en el mismo estado de la oficina. A
menudo cenábamos juntos en mi piso, aunque solía llamarme antes de venir, lo
que en ese momento me sorprendió un poco, pero yo me alegraba de verle y era lo
que más me importaba. Al fin y al cabo, necesitaba los planes para nuestro
aniversario. No pensé que se fuese a olvidar, pero por si acaso no iba a
quedarme esperando a que él me regalara algo bonito y ya está, tomaría la
iniciativa y por una vez sería yo la que organizara algo especial para los dos.
Pero con
lo que no conté fue con el hecho de que él venía dispuesto a romper conmigo.
“Tenemos que hablar” es una expresión que
se suele utilizar en el cine cuando un chico le dice a la chica que se ha
buscado a otra y que pasa de ella. Pues justamente él comenzó soltando esa
frase y todo tipo de acusaciones contra mí, diciéndome que no le quería, no
confiaba en él, que no pasaba suficiente tiempo a su lado porque prefería a mis
amigas, que desaparecía de viaje cada vez que quería sin contar con nadie más…
y en un momento dado, mi mente desconectó. Siempre había sido muy comprensivo
en ese aspecto de nuestra relación. Trabajaba mucho y a menudo me animaba a
pasar tiempo con otras personas cuando él estaba ocupado. Decía que era
increíble que pudiera viajar tanto, él quería poder hacer lo mismo algún día y
siempre me deseaba un buen viaje, aunque cuando estábamos juntos yo no solía irme
con tanta frecuencia como cuando estaba soltera.
El tema
de la confianza era discutible. Yo no quería meterme en la cama con él por
miedo a que, aunque era un chico maravilloso, seguía siendo un hombre y pensaba
que el sexo estaba bien hasta que uno de los dos se aburre del otro y al final
casi con total seguridad son ambos los que salen heridos y con una relación
rota e imposible de conservar, ni siquiera como amigos. Eso era lo que más
temía de todo.
Estaba
segura de que si le hablaba sobre lo que sentía, pensaría que era algo absurdo
y aunque ni yo misma estaba segura al cien por cien sobre mis reflexiones sobre
ese tema, le pedí por favor que no tomara esa decisión por los dos. Le aseguré
que le quería y no deseaba perder lo que teníamos.
Su respuesta
me dejó helada: “Ya está todo perdido”.
Se alejó
de mi lado y de mi vida para siempre. Lloré sin parar durante esos dos días,
Carmen vino a verme cuando supuestamente deberíamos estar celebrando nuestro aniversario
y vi que estaba furiosa. Había hablado con ella por teléfono porque no deseaba
ver a nadie, pero no es de esas personas que se dan por vencidas fácilmente y vino
igualmente para saber cómo estaba en realidad.
Cada vez
que me miraba la veía más enfadada, estaba segura de que no soportaba que mi ex
novio me hiciera sufrir de esa forma, pero notaba que había algo que no me
estaba contando. Parecía a punto de estallar por alguna razón que yo desconocía
e intenté que me contara qué era lo que la enfurecía de ese modo. Pensé que
habría roto con su novio, pero eran la pareja perfecta y dudé, hasta que me di
cuenta de que Sebas y yo también formábamos una pareja perfecta, o al menos eso
creí, pero que eso en realidad no existe.
Después
de mucho rato discutiendo sobre el hecho de que debía olvidarme de él y pasar
página, pude sacarle la verdad. Se había enterado de que Sebas ya salía con
otra chica, y no cualquiera, sino la maravillosa y perfecta Maite Fernández.
Ella trabajaba como secretaria de la madre de éste y ambos compartían el mismo
despacho, ya que él ayudaba a su padre mientras estudiaba la carrera.
En ese
momento me enteré de que Maite también estaba en la universidad con Sebas y que
se conocían desde hacía varios años y aunque hasta ese momento no había pasado
nada entre ellos, tras tomar la decisión de romper conmigo, porque ya no quería
estar a mi lado, empezaron a verse.
Estaba
confusa por toda la información que me estaba dando mi amiga, así que le
pregunté cómo es que ella sabía todo eso; me explicó que había ido a hablar con
Sebas a las oficinas cuando la interceptó Maite y le estuvo explicando lo
sucedido. Al parecer era todo encanto y dulzura, pero eso no aplacó la ira de
Carmen que intentó darle un puñetazo cuando Sebas apareció y las separó.
Aquello
había quedado enterrado y olvidado, pero al ver al hombre que me amargó esos
meses posteriores a nuestra ruptura, y a la preciosa rubia que estaba sentada a
su lado, me doy cuenta de que yo no fui ni mucho menos su pareja perfecta, porque
ante su actual novia no tenía nada que hacer. Sebas y yo no tenemos nada en
común y aunque a mí eso me daba igual en el pasado, creo que tenía que haberme dado
cuenta de ese detalle antes de haber llegado a enamorarme y estar a punto de
hacer algo de lo que me hubiera arrepentido con el tiempo. Aunque tener que
anular la reserva para la celebración de nuestro aniversario y devolver toda la
ropa que me compré, me había humillado más que nada que hubiera hecho en toda
mi vida, al menos no me había acostado con él. Lo que habría resultado más
embarazoso todavía y algo que no tenía remedio posible.
Un
instante antes de retirar la mirada, noto que la pareja nos observa. Johnny
mira en la misma dirección que yo y notando mi malestar me pregunta quiénes son.
Se lo digo sin intentar ocultar la verdad, ni el dolor que me hace sentir, el
hecho de tener que explicarle que es mi ex novio y su nueva novia. Él me
observa pensativo.
—Una
bonita historia, supongo —suelta con sarcasmo—. ¿Qué pasó? Si puedo preguntar…
—dice suavemente.
Bajo la
mirada y por el rabillo del ojo percibo que la pareja se pone a hablar y se
levanta. Por un instante creo que se van a marchar, pero empiezan a caminar
hacia nosotros mientras observan a Johnny con interés. Está claro que el encanto
de Sebas ha menguado con los años, de lo contrario no se acercaría a mí después
de lo que me hizo y no arrastraría, literalmente, a su novia, a la que se le ve
claramente incómoda.
—Vienen
hacia nosotros, no me lo puedo creer —le digo apresuradamente—. Será capullo
—mascullo en inglés para que el hombre que se acerca no pueda entenderme.
Sé que
los idiomas nunca han sido su fuerte. A menudo me decía que la carrera que
estudiaba no me serviría de nada, y aunque ahora eso me da igual, me encantaría
restregarle por la cara el éxito que me ha proporcionado. Lo descarto de inmediato,
porque la verdad es que espero que nuestra conversación sea lo más breve
posible. Por un instante deseo que haya entendido lo que acabo de llamarle
prácticamente en su cara.
Me doy
cuenta de que no es así porque me sonríe de oreja a oreja. Maite se mantiene en
un segundo plano y con la vista clavada en sus zapatos de tacón. La conocí poco
cuando yo aún salía con Sebas y me había parecido una buena chica. Viendo su
incomodidad, creo que no está a gusto plantándose delante de mí con él y eso
dice algo bueno en su favor. Con quien realmente estoy enfadada es con mi ex,
aunque después de tantos años sin vernos ha muerto cualquier sentimiento que haya
tenido por él en el pasado.
Es
increíble que esté incluso más guapo de lo que recordaba y viéndolos pienso que
hacen una pareja ideal, ya que la mujer que tiene a su lado es preciosa, aunque
me cueste admitirlo.
Johnny me
sorprende cuando se levanta cogiéndome de la mano y dándome un beso en la
mejilla, me susurra al oído.
—No te
preocupes.
Suelto
una risa nerviosa porque el roce de su barba me deja un delicioso hormigueo. Me
sujeta por la cintura y me aprieta hasta que quedamos pegados el uno con el otro.
Me siento radiante de felicidad cuando Sebas se da cuenta de nuestro
acercamiento y su expresión se ensombrece. Intenta ocultarlo con una sonrisa
falsa y a su vez toma a Maite de la mano, algo que interpreto como una muestra
de inseguridad por su parte. Siento un regocijo algo perverso al ver que no está
tan cómodo como aparenta y sin poder evitarlo me alegro interiormente. “Esto te pasa por querer vacilar”.
—Hola
Teresa. Cuanto tiempo hace que no nos vemos —dice mirando hacia Johnny, éste mantiene
una expresión impasible.
—Más de
cinco años, desde que me dejaste plantada dos días antes de nuestro primer
aniversario —le suelto sonriendo, aunque por dentro estoy que echo fuego en el
mal sentido. Ni siquiera me mira, el muy imbécil—. Me alegro de verte Maite.
Me está
afectando más de lo que creí, el tenerlo justo delante de mí. Pero no estoy
dispuesta a dejar que lo vea. Además, me doy cuenta de que está muy ocupado admirando
a mi atractivo acompañante e intento imaginar qué tipo de interés puede tener
en él. Cuando menciono el nombre de la mujer, ambos me miran directamente. Él
un poco sorprendido y ella avergonzada, se nota claramente que no desea estar
aquí y me saluda tímidamente.
—¿No nos
vas a presentar? —pregunta Sebastián señalando con la cabeza al hombre que me
tiene apretada contra él.
—Claro
—digo sarcásticamente—, éste es Johnny Harrison, supongo que lo conoces de la
serie policíaca “Ley Salvaje”, ¿no?
—Sí
—afirma entusiasmado.
“Que desgraciado”, el muy idiota seguro
que se ha acercado a nosotros para conocer a Johnny y parece haber olvidado los
prejuicios que haya podido tener para presentarse con su novia.
—Johnny
—le digo hablando en inglés tranquilamente—, este es Sebastián, al parecer un
cretino insensible, y ella es su novia Maite —sonrío levemente sintiéndome
satisfecha por insultar a mi ex en su cara sin que sea consciente y deseando
decirle mil cosas peores.
Él,
valorando la expresión de los dos, estrecha la mano de Sebastián sin apenas
mirarle y cuando saluda a su acompañante, le sonríe amablemente. Por su expresión,
parece que solo quiere ser educado, aunque no estoy segura.
—Sebastián…
—dice pronunciando su nombre con cierto tono despectivo—. ¿En serio? —me pregunta
a punto de echarse a reír—. ¿Ese no es un nombre de gato?
No puedo
evitar reír y esconder mi cara en el hombro de Johnny para evitar soltar una
carcajada y aunque estoy segura de que Sebas no han entendido el comentario, es
evidente que me río de algo relacionado con ellos porque han oído su nombre. No
dice nada al respecto y a cambio me sorprende cuando dice:
—Me
encanta la serie “Ley Salvaje”,
¿crees que nos firmaría un autógrafo a Maite y a mí?
Me quedo
de piedra. Por un momento pensé que se han acercado a saludar y conocer al
actor, desde luego no esperaba una disculpa, no es algo que vaya con él; pero
al menos creí que se cortaría un poco y sería amable y no un oportunista,
después de haber pasado tanto tiempo.
Solo está
frente a nosotros para que le firme un papel el famoso actor que está a mi
lado.
Debe de
haber notado mi rigidez porque enseguida Johnny me acaricia la espalda haciendo
que me relaje con su contacto.
—¿Qué
ocurre? —me pregunta en voz baja.
—Quiere
un autógrafo, el muy gilipollas —digo entre dientes. Sebastián nos mira a uno y
a otro sin entender nada.
—No me
apetece firmar autógrafos, y menos a este tío —me informa destilando desprecio
en cada palabra.
Sonrío
ante el pequeño embuste. Sé que siempre firma posters, revistas y es amable con
sus seguidores, pero me agrada que tenga ese detalle conmigo.
Tras
negárselo de la manera más amable posible diciendo que Johnny no quiere que
todos los comensales empiecen a reconocerlo y a pedirle autógrafos, Sebas se queda
decepcionado y se despiden rápida y fríamente de nosotros para ir a su mesa,
dejando claro que solo se han acercado con ese propósito.
—Lo
siento —digo derrotada —ese tío no tiene remedio.
—No lo
sientas, creo que te libraste de un idiota —dice seriamente— ¿me puedes contar
qué pasó?
—No hay
demasiado que contar —comienzo—, cuando salíamos yo creía que todo iba bien
entre nosotros, pero justo antes de nuestro primer aniversario me dejó y al
parecer celebró nuestra ruptura con la mujer que ahora está cenando con él —le
explico desviando la vista hacia donde se encuentran, veo como él sigue
observándonos a distancia—. Al parecer una relación no es de verdad si no hay
sexo de por medio.
—¿Te dejó
porque no te acostabas con él?
Me avergüenzo
por haberme ido de la lengua, ojalá no hubiera abierto la boca. Ahora tengo a
un hombre atractivo, y seguramente demasiado experimentado, mirándome sorprendido
por lo que le acabo de contar.
—No
exactamente… al menos tuvo el detalle de no mencionarlo abiertamente cuando me
dejó —le digo sin poder contenerme.
Mi voz se
va apagando y noto que vuelve a dolerme el corazón al recordar la amargura que
me embargó los meses posteriores a nuestra ruptura. Yo creí que estaba siendo
paciente conmigo, pero al parecer no lo suficiente como para dejar que yo decidiera
el dónde y cuándo.
—Ojalá
pudiera hacer que se sintiera tan mal como me sentí yo entonces —le digo con
amargura.
Le miro y
veo que entrecierra los ojos. Despacio se aproxima hasta quedar muy cerca y me
acaricia el pelo para apartarlo hacia atrás. Deja sus dos fuertes manos detrás
de mi cuello y me sostiene así hasta que acerca sus labios hasta los míos.
Me da
pequeños besos suaves y entonces noto que me aprieta más contra él para
profundizar el beso. Como estamos sentados, no puede acercarse más, pero
entonces siento deseos de abrazarle y notar el calor de su cuerpo contra el mío.
El beso se hace más intenso y noto que acaricia mi pelo y con la otra mano, baja
por mi brazo derecho hasta coger la mía. La aprieta suavemente y entrelaza nuestros
dedos. En este momento noto una extraña conexión entre los dos, que espero que
él haya advertido también. Es como una corriente eléctrica que me recorre el
cuerpo y me hace sentir más viva que nunca.
Se separa
dándome el beso más tierno que me han dado en toda mi vida. Sujetándome la cara
con las dos manos y acariciando mis mejillas a la vez, me mira profundamente a los
ojos haciendo que me sienta la mujer más especial del mundo.
—Pues no
sabe lo que se pierde —me dice con voz ronca.
En este
momento entran por la puerta nuestros amigos y pasan muy cerca de donde están sentados
Sebas y su novia. Veo que Carmen le lanza una mirada envenenada a éste e ignora
deliberadamente a Maite. Pero ninguno de ellos mira hacia la puerta, sino que
nos observan a nosotros y entonces me doy cuenta del espectáculo que acabamos
de dar para toda la sala.
Me
sonrojo violentamente y me doy cuenta de mi error. Estamos abrazados y Johnny vuelve
a sostener mi mano. Todos se quedan mirándonos porque se supone que estamos
simulando una relación para que Candice no intente nada con él, pero hace un
momento estábamos los dos solos y no tendríamos porqué fingir nada. Todo el
mundo parece sorprendido, exceptuando a las dos modelos que me miran sin poder
esconder sus celos.
—¿Os
habéis fumado un paquete entero cada uno? —pregunta Johnny como si nada,
alejándose un poco y dejándome con un extraño vacío.
Sabiendo
lo buen actor que es, no debe extrañarme que pueda disimular de esta manera. Y
la verdad es que prefiero pensar eso a la segunda opción: que para él no ha
sido más que otro numerito para darle una lección a mi ex novio. La verdad es
que no me parece mal del todo, pero creo que estamos empezando a jugar en un
terreno muy peligroso.
Intento
disimular mi reciente inquietud comportándome con toda la naturalidad de la que
soy capaz. No puedo dejar que se acerque demasiado, o acabaré con el corazón
roto de nuevo.
Recuerda que puedes encontrarla en:
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