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Capítulo 2
Después de una noche memorable, llegó la inevitable
despedida del sábado por la mañana. Adrián tenía trabajo.
Luna comprendía que llevaba poco tiempo en su
puesto como dueño y director del hotel que le legó su padre, pero aún así, era
un fastidio que solo se pudieran ver unas pocas horas durante los fines de
semana. A veces le resultaba desesperante. Pero claro, eso era mejor que nada,
decidió. Esos momentos juntos eran increíbles, no los cambiaría por nada.
Llamó a Tania, que al igual que ella también estaba
ya despierta, y quedaron en ir a tomar café juntas. Algunas veces iban a la
cafetería del hotel de Adrián, pero los empleados eran bastante cotillas y ella
no soportaba que la mayoría de los que trabajaban allí escrutaran su relación
continuamente, así que habían terminado sus incursiones en el lugar de trabajo
de su novio. De ese modo se acabaron las preguntas indiscretas y las miradas de
envidia de las jóvenes que se habían encaprichado de él. A pesar de que las
relaciones entre el personal estaban prohibidas, eso no impedía que hubieran
puesto sus miras en Adrián.
Luna las comprendía muy bien.
Quedaron en una cafetería del centro para ir de
compras luego. Hacía buen tiempo, de modo que tenían todo a su favor ese fin de
semana. Adoraba ir a la costa en otoño e invierno. En realidad en cualquier
estación del año, pero sobre todo cuando el frío empezaba a calar los huesos en
la ciudad. Almuñécar lo tenía todo, incluido al hombre más maravilloso del
mundo, así que le encantaba ir allí. Si no fuera porque su abuela no soportaría
tenerla lejos durante un período largo de tiempo, ya se habría planteado un
cambio de aires durante algo más que un fin de semana.
Bien que lo sabía.
Como también era consciente de que era pronto para
pensar en esas cosas. Apenas llevaban medio año saliendo; era pronto para
plantearse algo tan serio e importante.
Sacudió esos pensamientos que no llevarían a nada
prudente y sonrió a Tania cuando la vio sentada en la terraza.
—Ya te he pedido el café —dijo a modo de saludo.
—Muchas gracias, la verdad es que lo necesito con
urgencia.
Tania la miró con una enorme y brillante sonrisa,
captando el sentido de sus aparentemente inocentes palabras y asintió.
—Yo también. Menudo maratón el de anoche.
Luna soltó una risita.
—Sí —soltó de manera escueta. Tania sonrió.
No dijo nada más, y cuando trajeron su café doble,
lo tomó casi de un trago.
Hablaron de sus planes para el fin de semana y
Tania la sorprendió con una declaración.
—Rubén quiere decirme algo esta noche —dijo con
evidente preocupación.
Luna escrutó su rostro. Estaba nerviosa y tensa, y
no podía entender el motivo. Ella y Rubén estaban muy bien juntos, no creía que
aquello pudiera significar lo que Tania pretendía. Seguro que no era más que
una noticia importante que quería contarle.
—Venga, no te preocupes, seguro que es una buena
noticia —dijo para tratar de animarla.
Tania hizo un mohín con sus rosados labios y evitó
su mirada. Cuando Luna creía que no hablaría más, esta volvió su cara hacia
ella.
—Está un poco raro desde hace algunos días, y la
verdad es que no sé qué pensar. No quiere hablarme…
Luna la miró con el ceño fruncido.
—Pero si te llama todos los días. Entiendo que no
te hable de temas importantes cuando estáis en la cama, pero…
Su intento de broma consiguió su propósito. Tania compuso
una pequeña sonrisa pero esta no le llegó a los ojos. Estaba preocupada de
verdad. Luna intentó mostrarse comprensiva.
—¿Por qué piensas que puede ser algo malo?
—No estoy segura. Se pone muy esquivo cuando le
pregunto por el trabajo —explicó cabizbaja—, y tal vez debería dejarlo estar,
pero es que hay algo que me da mala espina. —Entrecerró los ojos molesta—. El
otro día simplemente me cortó, dijo que no quería hablar sobre eso y punto. Fue
un borde.
Rubén era la persona menos borde o cortante que
había conocido, y supuso que Tania exageraba un pelín.
—Puede que no le vaya bien y esté pensando en hacer
un cambio. Quizás le preocupe lo que puedas opinar al respecto —dijo con su
mejor voz razonable.
Tania bufó de manera poco femenina. Se tapó la cara
con las dos manos y frotó sus ojos como si con ese pequeño gesto pudiera
aclarar sus pensamientos.
—No tengo ni idea —musitó al borde del llanto.
Luna alargó la mano y acarició su antebrazo con
cariño. No sabía qué decirle para confortarla, porque en el tema de las
relaciones, ella era un cero a la izquierda, así que cualquier palabra que
saliera de sus labios podía ser aún peor que su silencio. Hizo lo mejor que se
le ocurrió: estar ahí a su lado, escucharla y tratar de animarla.
—Si las cosas van bien en la cama, seguro que lo
demás seguirá su curso hasta encauzarse. Ya verás —le guiñó un ojo y vio cómo
las mejillas de Tania adquirían un tono rosado y su sonrisa aparecía. Su
sonrisa auténtica.
—Imagino que esta noche en la cena lo sabremos los
tres —añadió ella entonces.
—¿Qué tres? —inquirió Luna confusa.
—Me dijo de quedar los cuatro. Comentó que es algo
que quiere compartir contigo y con Adrián también.
Luna no supo qué decir. Al menos estaba segura de que
su mejor amiga no debía preocuparse de ese modo. Ningún hombre rompería una
relación de varios meses delante de otras dos personas. Seguro que no.
Entró a pagar los cafés y cogió del brazo a Tania.
Era momento de olvidarse de tensiones y nerviosismos.
Se iban de compras.
Pasaron varias horas yendo a un montón de tiendas y
como los hombres tenían un día complicado de trabajo al parecer, fueron a casa
de Adrián para no quedarse solas. Tania no tenía ánimos para estar en el piso
de Rubén hasta la noche, y Luna se sintió algo mejor al no tener que ir a comer
con los padres de su novio ese día, de ese modo no dejaba a su amiga sola tanto
rato. Habían quedado en ir al restaurante cuando este cerrara, así que tenían
todavía unas cuantas horas hasta entonces.
Por suerte, la casa de Adrián tenía entretenimiento
de sobra para que las dos evitaran deprimirse pensando en lo que ocurriría esa
noche.
Marga, la mujer que trabajaba en la casa desde
hacía años, les preparó algo de comer. Más tarde se quedaron viendo películas
en la sala de cine antes de empezar a prepararse para salir.
No tuvieron mucho rato para darle vueltas a la
cabeza cuando abrieron el armario, que ya empezaba a llenarse con las cosas de
Luna sin que ni ella, ni Adrián, se dieran cuenta, y entre risas y bromas
empezaron a probarse prendas que habían comprado esa misma mañana también.
A las once de la noche, estaban listas mientras
esperaban a que Adrián las recogiera. Tania optó por un vestido corto de color
marrón claro con una chaqueta y un pañuelo de un tono más oscuro. Su rubio pelo
le caía con suavidad por encima de los hombros y bromeó con la necesidad de
cortárselo de nuevo. Le gustaba más cuando no tenía que peinárselo durante un
buen rato para que quedara completamente liso. Unos botines negros con tacón
alto y un bolso del mismo color completaban su conjunto.
Luna optó por el verde oscuro, un color muy otoñal
según su criterio. Llevaba una camisa blanca de manga larga bajo un mono
vaquero en color verde con un corte muy alto, sus largas piernas quedaban casi
al completo al descubierto, pero le sentaba muy bien. Se puso unas medias
claras y unos botines grises oscuros a juego con su maxi bolso. Recogió su pelo
en una coleta alta; ella al contrario que su amiga del alma, prefería llevar una
melena larga y sin retocar ni un ápice tu tono castaño oscuro.
Cogió su cárdigan negro y lo dejó en el sofá del
salón. Las dos se sentaron para esperar a Adrián. Aún tenía que ducharse y
arreglarse antes de salir de casa, y las dos se morían de hambre, pero como
habían quedado en el restaurante donde trabajaba Rubén, supusieron que cenarían
allí. Este no les había dado muchos detalles porque la noche de los sábados
tenían bastante clientela y apenas tenía un descanso para poder coger el
teléfono.
Luna comprobó que Tania estaba en su mundo,
pensando, y seguro que preocupada mientras fingía mirar la televisión. Ella
misma estaba algo tensa, así que guardó silencio y trató de mantenerse lo más
serena posible mientras los minutos se sucedían. A veces consideraba que el
tiempo les jugaba una mala pasada cambiando su ritmo normalmente acelerado por
uno pausado para que aumentara la tensión del momento. O eso le parecía en
ocasiones.
Era frustrante.
Adrián llegó a las once y veinte y no tardó en
arreglarse para salir. A los quince minutos ya estaban subidas en su coche
deportivo e iban de camino al restaurante que ya estaba cerrado al público.
Aparcó el vehículo en la puerta principal y cuando Tania le escribió a Rubén
para avisarle de que estaban allí, este apareció por la puerta lateral al
instante. Les hizo pasar y tras los saludos de rigor, tomó a su novia de la
mano para guiarla al interior.
Encendió una luz del pasillo y les hizo pasar a uno
de los salones privados. Era uno pequeño, pero el lugar era precioso. Cuando
tocó el interruptor y la luz lo inundó todo, los tres comprobaron que aquello
era más que una celebración. La mesa estaba vestida con clase y elegancia.
Había varias copas para cada uno, cubiertos que ni Luna y Tania podrían usar en
una comida sencilla como las que estaban acostumbradas, y varias botellas de
champán en dos elegantes botelleros de plata junto a la mesa.
Un elegante candelabro hacía de centro de mesa.
Rubén fue a por unas cerillas y las cinco velas alargadas encendidas, dieron un
toque muy cálido y acogedor al salón.
—Esta noche el camarero y cocinero seré yo, pero no
os preocupéis, ya está todo preparado —anunció Rubén con una sonrisa nerviosa.
—Genial, es un privilegio que seas nuestro chef
personal —bromeó Luna.
Tania no dijo nada, solo mostró su aprobación con
una pequeña sonrisa. Su amiga la observaba con disimulo porque empezaba a
sentir que se moriría de la impaciencia; estaba intrigada por la noticia que
requería la presencia de los cuatro en una cena que no era ni mucho menos
improvisada.
Rubén sirvió los entrantes y el champán, para
sorpresa de todos, ya que no sabían qué esperar, y cuando se sentó, guardó
silencio. Tras respirar hondo varias veces, miró a Tania primero y luego a los
demás.
—Tengo una importante noticia que daros, y es que…
sois las personas más importantes de mi vida, además de mis padres que estarán
en algún rincón perdido de África ayudando a los más desfavorecidos —añadió con
una nota melancólica en su voz—. Siempre quise dirigir un restaurante, llegar a
lo más alto, pero si hay algo que pueda superar esa meta, es que ese
restaurante fuese mío. Así que…
Todos empezaron a comprender lo que iba a anunciar,
y su dramática pausa los dejó boquiabiertos.
—Estáis cenando esta noche con el legítimo dueño de
este increíble lugar —dijo emocionado.
Tania se llevó las manos a la boca y acto seguido
le abrazó con impetuosidad.
—Me alegro mucho por ti, cariño —musitó con
lágrimas de alegría.
Adrián se levantó y abrazó a su mejor amigo, Luna
hizo lo mismo. Una vez de pie, alzaron sus copas con champán y brindaron por su
nuevo logro.
—¿Ahora entendéis que lo sirviera antes de la cena?
Lo siento, pero es que no podía esperar, los nervios me tenían alterado.
—¿Vas a mantenerlo tal como está ahora o has
pensado en hacer algunos cambios? —inquirió Luna con interés.
—Oh qué va, el Sunset
seguirá siendo el de siempre —declaró con una gran sonrisa llena de orgullo.
—Me alegro, este sitio es único.
—Estoy de acuerdo —convino Tania.
Pronto empezaron a comer y a charlar de un montón
de cosas. Rubén tenía grandes planes en los que Tania estaba incluida, por
supuesto, y de los que habló por encima, de modo que sus preocupaciones
quedaron eclipsadas por completo. Ahora sin embargo, eran Luna y Adrián los que
tenían mucho en qué pensar.
Ellos no tenían pensado irse a vivir juntos por el
momento. Adrián tenía mucho que aprender sobre el hotel todavía y necesitaba
algún tiempo para manejarlo todo con la misma soltura que su padre. Un hotel de
lujo requería cierto grado de implicación para mantener el prestigio, y ahora
mismo todas sus energías estaban puestas ahí. Luna por su parte, no podía dejar
sola a su abuela; aunque Aurora aún se manejaba bien en casa, estaba muy mayor
con sus cerca de ochenta años. Necesitaba supervisión con la medicación, y
simplemente no podía abandonarla. Era su única familia.
Tania también tendría que dejar a sus padres en ese
caso, pero aquello era diferente, ellos tenían una ocupación, un negocio que
iba bien y que les reportaría cierto consuelo cuando su hija decidiera hacer su
vida por su cuenta, así que no era lo mismo. Si Luna decidía mudarse en un
futuro no muy lejano, dejaría a su abuela completamente sola. Y no podía
hacerlo. Los padres de su mejor amiga podrían atenderla en algunos momentos,
pero Aurora empezaba a necesitar ayuda las veinticuatro horas y eso no podía
pedírselo a nadie. Era su responsabilidad.
Aunque ninguno de los dos había hecho planes ni
había insinuado nada, cuando Rubén le dijo a Tania de manera directa que el Sunset sería un legado de los dos, la
promesa de un futuro en común para ellos, flotó en el ambiente también para
ella y Adrián.
Luna se alegraba mucho por ellos, pero eso
planteaba ciertas incógnitas para su relación. ¿Alguno de los dos se plantearía
mudarse y dejarlo todo atrás?
Era una pregunta que se había situado entre los dos
sin que fueran conscientes del todo, pero que de momento no sabían cómo
responder.
Solo el tiempo lo diría.
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