[...]
Notaba cómo la furia y la rabia había teñido sus
mejillas de rojo. Pero Luna no estaba enfadada con él, sino con esa odiosa
mujer, y con ella misma por sentirse celosa.
¿Qué le pasaba?
Confiaba en Adrián, eso ella lo tenía claro, y su
corazón también, pero el hecho de saber que alguien como su ex novia estaba
tratando de meterse en su relación, lo detestaba, la enfermaba en realidad.
Desde luego aquella horrible mujer había encontrado el mejor modo de acercarse
a él, y estaba claro que para Adrián, fingir amistad no era la peor opción
teniendo en cuenta que Yolanda estaba chiflada, pero que estuviera tan cerca
también era un riesgo enorme.
Si Adrián cometía un error en algún momento, no
sabía cómo reaccionaría.
—Por favor, dime algo —suplicó con la voz algo
temblorosa—. Si crees que he hecho mal, lo puedo arreglar, ¿vale?
Por primera vez tuvo miedo de su reacción, de si
cambiaría de parecer con respecto a él y ya no querría seguir con la relación.
Nunca había tenido una novia formal, ni de ningún otro tipo para ser sinceros.
Le aterraba, hasta lo más profundo de su ser, el hecho de haber cometido un
error irreparable, algo que le pudiera estar haciendo daño a Luna.
En toda su vida, muy pocas veces se había parado a
pensar en los sentimientos de las mujeres, eso sin contar con sus parientes,
claro está, pensó.
Ahora sin embargo, se daba cuenta de que todo era
distinto con Luna. Y en realidad se sentía bien con eso, a pesar de que en el
pasado hubiera pensado de manera diferente sobre ello. Si tan solo siete meses
antes le hubieran dicho que iba a estar cómodo con una relación monógama y con
esa fuerte sensación de sincera lealtad, no se lo habría creído ni por asomo.
El hecho de acabar con las juergas de locura y las noches de sexo sin
compromiso, solo le había demostrado que se estaba convirtiendo en un hombre
mejor. Luna le hacía ser un hombre mejor, y eso no lo hubiera logrado ninguna
otra mujer, eso seguro.
Por esa razón se sentía aterrorizado; no quería
decepcionarla.
Deseaba, más que ninguna otra cosa —aparte de ella
misma, como era obvio—, poder demostrarle que ya no era el Donjuán que solía
ser. Todo su mundo había cambiado para mejor cuando la conoció, y necesitaba
que se diera cuenta, que lo viera, y no solo que lo oyera de sus labios.
—Yo… no sé por dónde empezar…
Adrián se encogió por dentro, y esperó con temor.
—Esto es abrumador —tragó saliva con fuerza e
intentó evitar echarse a llorar desconsolada—. No me hace especialmente feliz
que tengas que fingir amistad con alguien como ella —musitó.
—No sientas celos, cariño. Esa mujer está loca, y
no creas que esto implicará que vayamos a salir juntos por ahí como coleguitas.
Confía en mí. Solo quiero que se mantenga alejada de los dos, y que no haga
ninguna tontería que pueda afectarnos, ni al hotel tampoco.
—Confío en ti —aseguró asintiendo con la cabeza.
Adrián saboreó sus palabras, sintiendo un delicioso
escalofrío, y acarició con ternura sus mejillas. Acercó su cuerpo al suyo y lo
apretó con suavidad.
—Por favor, no pienses que esto va a afectar a nuestra
relación, porque no lo soportaría —dijo con voz quebrada—. Seguro que pronto se
marchará y nos dejará en paz —añadió deseando con todas sus fuerzas que fuera
verdad.
—Ojalá.
Se separó unos centímetros para encontrarse con su
profunda mirada y tan solo con eso se relajó.
—Te quiero, Luna. Y quiero que sepas que no
antepondría nada, y a nadie, antes que a ti.
Sus ojos se humedecieron y su corazón empezó a
latir muy deprisa. Era todo cuanto necesitaba saber para poder soportar la
amenaza de esa horrible tercera persona. No deseaba que pudieran perjudicarle
de ninguna manera solo porque ellos estuvieran juntos, pero era tranquilizador
saber que era su prioridad. Sabía que Adrián lo decía en serio, había una
sinceridad y una determinación en su voz, que le hizo sentir segura de que todo
iría bien.
Sintió una pequeña ola de inquietud al imaginar que
tal vez estaba empezando a sentirse dependiente de él. Algo que sí podría ser
malo, porque fue eso lo que causó que su anterior relación fuera tan mal sin
que se diera cuenta. Solo cuando Hugo murió en el accidente, cuando su vida
entera cambió, pudo verlo con claridad.
Claro que Adrián no tenía nada que ver con el
pasado.
Él era su presente, su futuro; lo tenía muy claro,
de modo que decidió evitar pensar en cosas que ya no estaban en su vida, ni lo
estarían más, y se concentró en la persona más importante de su vida, la que
tenía justo delante, la que la abrazaba con ternura y le decía lo que sentía
por ella.
—Yo también te quiero. Pase lo que pase, estaré
contigo, te lo prometo.
Una enorme sonrisa iluminó su rostro. Adrián sabía
que podía contar con ella para cualquier cosa, y no solo porque sus palabras se
lo indicaran. Era más sencillo que eso; su mirada no mentía. Igual que Luna
confiaba en él, él confiaba en ella, con todo su ser.
—Gracias nena. Lo superaremos como un equipo.
—Eso suena muy bien, porque te aseguro que me pone
un poco nerviosa todo esto —confesó con una pequeña sonrisa.
Una chispa brilló en los ojos de Adrián y este se
incorporó.
—Bien, aunque no podamos hacer el amor esta noche,
creo que puedo hacer algo para esos nervios —aseguró con una perversa sonrisa.
Luna se escandalizó al imaginarlo.
—No es nada pervertido, así que no te preocupes
antes de tiempo —expuso al ver la cara de Luna.
—¿Y qué es lo que vas a hacer?
—Un masaje, claro —dijo muy satisfecho con su gran
idea.
Luna soltó una risita tonta al darse cuenta de que
su mente calenturienta había imaginado algo mucho más íntimo. Siempre le
ocurría cuando se trataba de él.
—Date la vuelta, voy a empezar por la espalda —le
pidió Adrián—. Pero no te quites la ropa… porque entonces estoy seguro de que
no podría hacerlo. Ya me está costando no imaginarte desnuda —añadió con una
sonrisa irónica.
—Ya somos dos —musitó Luna cuando ya estaba boca
abajo en la cama. Escuchó una ronca risa tras ella.
Adrián empezó a acariciar con suavidad su cuello, y
fue bajando sus manos hasta sus hombros hasta recorrer su columna vertebral.
Apretó sus dedos con cuidado de no hacerle daño, sintiendo cómo Luna se relajaba
poco a poco.
Le estaba costando no introducir sus manos bajo la
parte superior de su pijama de invierno, pero no era lugar para ponerse
demasiado cariñoso. No querría ser él quien causara daños emocionales o
infartos a la abuela de Luna. Mejor mantener las manos donde estaban. Al menos
por el momento.
Al cabo de un rato, notando que Luna estaba a punto
de dormirse, se tumbó a su lado y después de darle un tierno beso en los
labios, él también cayó en un sueño profundo. Sabía que descansaría mejor que
en toda la semana, siempre lo hacía cuando ella estaba a su lado.
[...]
Aquí os dejo el book tráiler, espero que os guste.
Y por si os quedasteis con ganas de más... ya está disponible un relato cortito con una escena final e inédita en "Cuando el amor es de verdad".
¡Felices lecturas!
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