Acabó la semana de promoción, y os doy infinitas gracias por haber adquirido el libro en las diferentes plataformas de amazon de diferentes países. También os agradezco que la hayáis adquirido a través de Kindle Unlimited. Espero que la disfrutéis mucho y que os animéis a dejar vuestras opiniones.
Aquí os presento el capítulo uno. Disfrutadlo ;-)
Capítulo 1
A las cuatro de
la madrugada, Ashley seguía despierta, dándole vueltas a la cabeza y
sintiéndose culpable por no estar haciendo lo que quería de verdad.
Era como darse
la espalda a sí misma.
Antes de dejar
su trabajo, fue muy consciente de que tenía varios encargos para San Valentín,
y ahora… en lugar de estar horneando deliciosos pasteles con forma de corazón
para sus antiguos y exigente clientes, se encontraba comiendo galletas con
chocolate mientras miraba la televisión.
Además, lo que
daban era un asco.
Debía llamar a
sus padres, y también a su hermano menor, para contarles lo sucedido, pero no
quería decepcionarles; y tenía que entrar en su web para responder a los miles
de correos que recibía con preguntas sobre sus recetas, pero ni siquiera los
mensajes de ánimo de sus seguidores conseguían que lo superara. Temía lo que
pudieran estar pensando de ella, y esperaba que no todo el mundo creyera las
mentiras que iban circulando por todas partes. Casi era la peor parte de todo
el asunto, y lo detestaba de un modo que le dolía.
Nadie podría
culparla, ya que muchos de los mensajes no eran de ánimo precisamente. Algunas
personas se cebaban con ella, y no podía entenderlo; jamás había hecho daño a
nadie, no pisó la carrera de nadie para avanzar en la suya, al menos que
supiera, y nunca hizo nada en contra de otra persona, porque ella no era así.
Supuso que habría otros cocineros y reposteros a los que no les gustó que
recibiera tanta atención, premios y halagos, pero ante eso no podía hacer nada.
Ahora que estaba
sin trabajo, se había planteado abrir su propio negocio, pero no estaba
resultando fácil ponerse a ello; todo resultaba demasiado complejo y sus ánimos
tampoco estaban como de costumbre. Ni siquiera había respondido a las ofertas
de trabajo de algunos restaurantes y pastelerías. Parecía que en algunas partes
del Estado aún valoraban su trabajo, y quizás no habían creído las mentiras que
Leslie iba contando sobre ella después de que dejara su puesto libre para que
su amiguita lo ocupara, pero se sentía paralizada. Llevaba dos semanas así, y
no sabía si conseguiría reponerse y salir de casa y ser la entusiasta y
trabajadora Ashley Stevens que todo el mundo conocía.
No sabía ni
cómo empezar.
Tal vez podría
confesar a sus padres lo que pasaba y trabajar con ellos en la tienda. No
podría cocinar dulces ni deliciosas tartas, pero podría vender todos los
utensilios de cocina habidos y por haber. Al menos no se alejaba demasiado de
la repostería, meditó.
Escuchó ruido
en la entrada, pero supuso que sería alguien del servicio y no prestó mucha
atención. Continuó mirando la televisión y devorando el plato de galletas que
había sacado del horno hacía solo unos pocos minutos. Estaban deliciosas, y no
la avergonzaba admitir que eran su perdición.
—¿Ashley? ¿Qué
estás haciendo?
Se giró y se encontró
con la mirada reprobadora de Donovan.
—Viendo una peli, ¿te apuntas? —propuso.
—No.
—¿No? —inquirió
con el ceño fruncido.
—No Ashley
—repitió sin dejar de escrutarla—, porque no estás viendo una peli mientras comes sin parar —apuntó,
haciendo que ella se sintiera contrariada—. Estás auto-compadeciéndote, y no
voy a ayudarte a que sigas por este camino.
Dejó el plato
sobre la mesa y Donovan aprovechó para sentarse a su lado y mirarla con genuina
preocupación.
—¿Qué tal tu cita
de esta noche? —preguntó Ashley para sortear su inquisidora mirada.
Su expresión
cambió. Sonrió y desvió la mirada.
—Muy caliente…
pero… —se detuvo al darse cuenta de lo que pretendía— no me cambies de tema.
Tienes que salir por ahí con tus amigas, y no dejarte estancar como si tu vida
se hubiera acabado. No es así —añadió con suavidad.
Ashley resopló.
—No tengo que
salir. Esta casa es muy grande, y puedo cocinar, ir al gimnasio o a la piscina,
darme un masaje, o lo que quiera sin moverme de aquí —expuso con una media
sonrisa.
—Te prometo que
si no sigues viviendo como una persona normal —advirtió amenazador—, vendo esta
casa… con tu permiso o sin él, y te obligo a salir de estas cuatro paredes
—dijo con voz determinante.
—Hay más de
cuatro paredes —apuntó con ironía—, es una enorme mansión junto a la playa, y
me encanta pasar tiempo aquí. No tiene nada de malo —expuso como defensa.
Donovan la
observó como quien miraba a la cara a un niño cabezota que es consciente de que
lo es, pero que también se niega a ceder. Ella también se daba cuenta de su
propia actitud, sin embargo, le resultaba muy duro levantarse, literal y
metafóricamente hablando.
Se sentía una
completa fracasada.
Se le saltaron
las lágrimas cuando él la miró con ternura y acarició con suavidad su largo
pelo rubio para enmarcar su rostro con sus manos.
—Me duele verte
así, cariño. No puedes dejar que todo eso te arrastre. Planta cara y vuelve a
la cima, que es donde tienes que estar —concluyó con seguridad.
—Eso es muy
melodramático —dijo sonriente.
—¿Y bien, me
harás caso? —inquirió tras una breve pausa.
—Serás mi
secretaria y me ayudarás a poner al día la web. Si lo haces, entonces, trato
hecho.
Donovan hizo
como que lo pensaba muy en serio y al cabo de unos segundos, miró a Ashley con
resolución.
—Bien. Hecho.
Dame un vestido corto, unos tacones y algo de maquillaje, y seré la secretaria
perfecta. No querrás despedirme nunca —bromeó.
Ashley empezó a
reír a carcajadas al tener esa inquietante imagen mental. Donovan estaba muy
bueno con lo que se pusiera encima, pero con ropa de mujer, simplemente no lo
veía.
—Si algún día
apareces como un travesti, no te dejo entrar en casa —soltó, y empezó a
carcajearse de nuevo.
Bromearon sobre
el tema, cachondeándose el uno del otro, y al final, cuando Ashley pudo
respirar de nuevo y las risas acabaron, le miró con seriedad.
—Prometo que me
pondré las pilas —aceptó al final.
—Bien.
Le veía tan
contento, que tuvo la necesidad de abrazarle. Daba igual en qué punto extraño
estuviera su relación, o su falta de ella en realidad, al fin y al cabo eran
amigos, y su apoyo y sus ánimos siempre la sacaban de sus momentos más duros.
Su vida nunca había sido difícil, pero con él, era definitivamente mucho mejor.
Igual que peleaban a menudo, también compartían risas y cariño.
Ya era parte de
su vida, y no quería que eso cambiara nunca.
Esa noche, pudo
dormir con una sonrisa.
Al final, el
sábado consiguió que Donovan le ayudara a poner al día la web y, en unas horas,
entre los dos respondieron a todos los mensajes que había recibido. No fue un
trabajo sencillo, y menos aún cuando leyeron las críticas más punzantes que
jamás hubiera imaginado.
Ashley se
sentía extenuada a media tarde aunque apenas se había levantado del sofá en casi
todo el día.
Cuando Donovan
apareció con dos tazas de café, ella le dedicó una gran sonrisa de
agradecimiento. Hizo un gran esfuerzo por no beberlo de un trago.
—Lo necesitaba.
Eres un encanto.
Se sentó a su
lado y la observó.
—¿Estás bien?
Al principio le
sorprendió la pregunta, pero enseguida se dio cuenta de que tal vez se refería
al hecho de haberse enfrentado a los comentarios de la gente en las redes
sociales.
—Estoy bien, no
te preocupes. No ocurre nada por enfrentarse a la verdad. Tenía que dejar de
vivir sobre nubecitas de algodón.
—¿De algodón?
—inquirió con sorna.
—Sí —dijo con
una sonrisa—. Son deliciosas, y tengo ganas de seguir haciéndolas —dijo en voz
baja, pensativa—. Quiero seguir trabajando. Espero que no deba esperar mucho
más, porque estoy harta de que ningún proyecto de los que he intentado llevar a
cabo, haya salido bien al final. Siempre surge algo —dijo malhumorada.
Donovan la
observó con preocupación. Creía que era el momento de comentarle la idea que
había tenido, aunque más bien fue la de una amiga suya que era productora de
televisión en España. Estaba seguro de que el proyecto no le iba a gustar
demasiado al principio, pero creía que era una oportunidad increíble de verdad,
y quizás, incluso para él.
No podía
posponerlo más, porque de lo contrario, Ashley seguiría visitando locales y
estudiando la posibilidad de abrir una pastelería por su cuenta, y era
demasiado arriesgado, teniendo en cuenta que su reputación había sufrido un
revés por culpa de Leslie.
Ese también era
un tema que debía solucionar, y lo haría, pero lo primero era limpiar su
nombre, darle otra imagen a su impecable trayectoria. Sabía que cambiar de
aires sería bueno para ella, y pasar tiempo en España con sus amistades y la
familia materna, tampoco le vendría mal. Estaba seguro.
—Oye, llevo
unos días barajando una idea que me comentó una amiga —empezó hablando Donovan
con voz pausada. Ashley le observó con interés—. Sería un curso de cocina,
repostería —apuntó de inmediato al ver la cara que ponía—. Tranquila Ashley, no
te lo mencionaría si no tuviera que ver con lo que te gusta.
—Bien, ya sabes
lo que opino sobre manejar cosas crudas y muertas en mi cocina.
Sintió
escalofríos solo de pensarlo. Sin duda era su punto débil, lo que le impidió
ser chef y le complicó su aprendizaje en la escuela de cocina; no podía con la
carne animal de ningún tipo, incluido el pescado. Otra cosa era comerlo, porque
ser vegetariana también era difícil, sin embargo, tocar carne cruda, cortarla y
demás, la superaba. Era lo único que odiaba de su profesión, y la principal
razón para trabajar con postres y dulces.
—Técnicamente
las langostas no se cocinan muertas —dijo para pincharla.
Ashley
entrecerró los ojos. Sabía que lo decía solo para molestarla, pero le daba
igual, no iba a caer en esa discusión tan tonta.
—Mi cocina
nunca ha sido, y nunca será, un matadero de crustáceos… así que venga, cuéntame
más sobre esa amiga tuya. Ya sabes que los cursos me gustan bastante, pero por
la cara que me pones —dijo escrutándole—, creo que hay algo que puede que no me
agrade.
—Bueno —suspiró
para darse unos segundos—, para empezar, es en España.
—Hum. —Lo pensó
unos segundos y aunque le parecía una locura marcharse un largo período de
tiempo tan lejos de su hogar y su familia, la idea de tomarse unos meses para
despejarse, no le resultaba poco tentadora—. Sería divertido.
—¿En serio?
—Sí. No te
sorprendas tanto —dijo al verle tan asombrado por su pronta aceptación—. Estoy
deseando alejarme un poco de todo esto, y ver a mis amigas estará genial. Unas
vacaciones antes de verano.
—Solo que es un
trabajo, no un descanso —apuntó él.
—Oh venga, un
curso de repostería es como el paraíso para mí. Ya estoy deseando empezar.
¿Cuándo sería? —inquirió con rapidez.
—Supongo que si
estás de acuerdo con todos los términos, podríamos empezar a trabajar en
primavera.
—¿Quiénes? ¿Tú
también vendrías?
Donovan se
aclaró la garganta. Sabía que Ashley no estaba interesada en saber si le
acompañaría a España, porque no era la primera vez que iba con ella de
vacaciones en verano, sino más bien, había captado el sentido de sus palabras.
No se le escapaba ningún detalle, y el hecho de haberse incluido en el trabajo,
habían hecho saltar sus alarmas.
—Sí —dijo con
calma—. Paloma Salas me pidió que participara en el proyecto porque cree que
haríamos una buena pareja. Obviamente le dije que antes debía hablar contigo,
pero creo que sería una buena idea. ¿Qué te parece? —inquirió con suavidad.
—Paloma Salas
—repitió ella para hacerse una idea de lo que Donovan le decía—. Te estás
refiriendo a la directora de la mayor productora de televisión de España —dijo
en voz baja, meditando todas las implicaciones—. ¿Quieres que haga un programa
de cocina, con cámaras por todas partes y todo eso?
Su voz fue en
aumento, al igual que la ansiedad y las ganas de gritarle que estaba loco.
—En realidad
estamos hablando de un Reality Show. Están muy de moda aquí en América,
y las productoras españolas empiezan a ver que serán muy populares allí
también.
—Eso es aún
peor —se quejó ella. Se levantó y empezó a pasear de un lado a otro del salón—.
No soporto estar bajo los focos, no sé cómo has podido plantearte que yo aceptaría
algo así. No lo haré ni loca.
—No son
periodistas haciendo entrevistas, sería algo diferente —señaló con su mejor voz
comprensiva. Se acercó a ella y la sujetó con suavidad por los brazos—. Y creo
que a tu carrera le vendría muy bien este empujón. Podrías enseñar, y tu
audiencia vería de primera mano cómo lo haces, cómo demuestras lo que vales en
realidad. Dejarías a toda la mala prensa en las cloacas, donde deben estar, y
lo más importante, puedes seguir con la web, y también compartir tus recetas
por un medio que ahora mismo tiene mucho tirón. Lo he pensado durante varios
días, y estoy seguro de que sería un éxito rotundo.
Ashley se
relajó, al menos en parte.
—Tengo que
pensarlo, porque ya sabes que estar frente a un montón de cámaras no es lo mío.
—Tranquila,
podemos hablar todo esto mañana, y te comentaré todo lo que me dijo Paloma. Luego
podrás tomar una decisión. Ya sabes que no te plantearía esta posibilidad si no
creyera que sería bueno para ti. Quiero verte triunfar porque te lo mereces. No
me gustaría que desaprovecharas tu tiempo y tu talento —declaró con ternura.
—Lo sé.
Ashley se
sintió conmovida por sus palabras, porque sabía que lo decía de verdad, pero aun
con todo, no tenía nada claro el asunto. Debía pensarlo muy bien porque si se
comprometía, no podría dar marcha atrás. Eso no iba con ella, y quería estar
segura, porque igual que respetaba su palabra una vez la daba, también odiaba
arrepentirse de algo. Eso era cosa de perdedores.
—¿Mañana
entonces?
Donovan sonrió.
El hecho de que no le dijera que no de inmediato o de forma tajante, le daba
esperanzas. Tal vez le haría caso y se lanzaría a esta nueva aventura. Quería
lo mejor para ella y estaba seguro de que iría muy bien. Él mismo podría sacar
partido, pero eso era otra cosa. Jamás la presionaría si no fuera a servirle
para avanzar en su carrera, eso lo tenía claro.
—Sí, porque
esta noche tenemos otros planes —dijo con aire misterioso.
—Vaya, qué
intriga.
El timbre sonó varias
veces y Donovan le hizo un gesto para que ella se acercara al interfono para
averiguar quién era.
La imagen de
sus dos mejores amigas, Erika Bradley y Jenna Grant, la sorprendió. Con una
enorme sonrisa, las recibió con efusivos abrazos a los pocos segundos. Llevaba
sin verlas más de una semana y las echaba de menos.
—¡Qué alegría
veros!
—Y nosotras a
ti. Llevas días sin dar señales de vida —se quejó Erika.
—Ya. Siento
haber estado tan distante, pero ya sabréis lo que está pasando después de que
dejara a los Kelley. Leslie ha aprovechado para alguna especie de venganza
contra mí y…
—Lo sabemos
Ashley —interrumpió Jenna en voz baja—. Por eso estábamos preocupadas por ti, y
por eso hemos venido.
—Para llevarte
de marcha y hacer que te olvides de todo ese mal rollo. Esa bruja se llevará su
merecido, es cuestión de tiempo. Y mientras tanto… nosotras vamos a beber y a
conocer a chicos guapos —propuso Erika.
Ashley miró a
Donovan, que sonreía a cierta distancia de ellas tres. Apoyado contra la pared,
tan atractivo y sexy, y a la vez, cercano y divertido. Su mejor amigo.
—¿Querías
posponer esa conversación porque sabías que estas locas me arrastrarían de
fiesta, no? —bromeó.
—Este tío no
sabría divertirse ni en la mejor fiesta del siglo —intervino Erika con sorna. Siempre
se divertía cachondeándose de él.
—Mi idea de
diversión consiste más bien, en dos personas desnudas, tal vez tres, en una
cama —espetó él con aire pensativo y una rebelde mirada. Sus ojos azules
brillaban con picardía.
Erika y Jenna
se rieron por lo bajo y Ashley puso los ojos en blanco. Siempre con sus salidas
de tono, pensó. Menos mal que era discreto fuera de su íntimo círculo de
personas que sabían la verdad sobre su relación, de lo contario, con ese
carácter tan abierto y despreocupado, se habría llevado más de una sorpresa
desagradable, por no hablar de que ella sería la cornuda del país. Con sus
ocasionales ligues también era muy cuidadoso, menos mal, pensó Ashley, porque
solo le hacía falta ahora que hablaran también sobre las infidelidades de su
“marido”. Si alguien poco conveniente llegara a enterarse, no quería ni
imaginar los golpes que sufriría su imagen pública. No le importaría nada de
todo eso, si las habladurías no afectaran a su trabajo, pero claro, al ser una
persona tan conocida, no podría evitar que todo el mundo, incluidos compañeros
de trabajo y clientes, hablaran o la miraran mal.
Fue testigo de
la expectación que generó su falsa boda, y cómo todo su mundo cambió a partir
de entonces. Claro que Donovan parecía ser la clase de persona que revuelve
todo a su alrededor, como un huracán, pero uno que estaba de su lado, que la
apoyaba, la comprendía, y sobre todo, siempre había hecho lo mejor para ella.
Empezaba a
pesar que tal vez debería aceptar el trabajo en España. Él estaría trabajando también,
y sabía que solucionaría cualquier problema que pudiera existir, aunque lo de
la televisión no lo tenía tan claro.
¿Estaba
preparada para que todo el mundo la conociera de verdad?
No era un
programa de cotilleo en el que ella se sentaría a hablar sobre tonterías
personales e invasivas para su vida, pero en un reality, debería estar frente a la cámara durante horas y horas,
mostrándose tal como era. Eso era lo que no tenía tan claro.
Aún tenía
tiempo de pensarlo. Por el momento, lo único que necesitaba era un poco de
fiesta. Y qué mejor que con la compañía de sus amigas, las que la animaban y la
aconsejaban para tomar buenas decisiones. Eran algo alocadas, igual que ella
misma, pero sabía que en el fondo, para las cosas importantes, siempre podía
contar con su apoyo.
Las adoraba,
así de simple.
Subieron a su
habitación y sacaron un montón de zapatos y vestidos. Hacía varias semanas que
Ashley no salía a ningún sitio, a menos que fuera al trabajo durante los
últimos días en el restaurante, y eso de arreglarse para dar la imagen de
alguien que se comería el mundo, había acabado relegado a un baúl cerrado con
siete llaves.
No le gustaba
la sensación de haber dejado de ser quien era, de modo que se puso en sus
expertas manos y tras darse una rápida ducha que le sentó de maravilla, dejó
que Erika la peinara. Ella misma llevaba su castaño pelo largo recogido en un
moño casual muy favorecedor, con algunos pechones sueltos, y le pidió que
hiciera algo parecido con su rubia melena.
—Estoy de
acuerdo, y creo que no hará falta ni que te pase la plancha, tienes un pelo
increíble —convino Erika.
Ashley estaba
sentada frente a un gran espejo en el cuarto de baño y sonrió a su amiga.
—Deberías hacer
anuncios para la televisión. Dejarías sin trabajo a esas súper modelos, te lo
aseguro —añadió con sinceridad.
Sabía que sus
amigas se lo decían porque así lo sentían, a pesar de que lo normal sería que
lo hicieran solo para animarla o como un simple cumplido. Una de las cosas que
más le gustaba de las dos, era que no se callaban nunca sus sentimientos. Se
dedicaban a asesorar como Personal Shopper
y lo hacían muy bien, aunque sus comentarios a veces eran tajantes y, a menudo,
poco halagadores, no se andaban con sutilezas a la hora de decir lo que les
quedaba bien o no a sus clientas. No estaban hechas para las verdades a medias,
y sin embargo, a pesar de que eso no gustaba a todo el mundo, las personas que
contrataban sus servicios, lo hacían precisamente porque podían confiar en que
no maquillaban lo que pensaban, y era un motivo más para depositar su confianza
en las dos.
Se conocían de
toda la vida, y al cumplir los dieciocho, Erika y Jenna montaron su propia
empresa. Ashley las admiraba por ello, eran trabajadoras como las que más, y
siempre sacaban tiempo para salir y ver a sus amistades. Al igual que se
centraban en sus trabajos con una dedicación del cien por cien, también les
gustaba salir a pasárselo bien.
—Os quiero
chicas, sois justo lo que siempre necesito para animarme —dijo Ashley con la
voz quebrada.
Erika le sonrió
desde el espejo y Jenna la miró con ternura mientras sujetaba su mano para
empezar a hacerle la manicura.
—No te pongas a
llorar, que te conocemos —bromeó Jenna—, y también sabes que todas acabaremos
igual —empezó a reír para evitar que ocurriera justo eso y escogió un color
rojo intenso para que resaltara en sus delicadas manos.
—Excelente
elección —alabó Erika.
—Es mi color
favorito —dijo Ashley—, y creo que con el vestido negro ajustado y con cuello
barco, me irá muy bien.
—Dudo que esta
noche vuelvas sola a casa, así que avisa a Donovan… —insinuó Erika con un
exagerado arqueo de cejas.
Sonrió ampliamente
a Jenna y sus ojos azules le devolvieron una mirada divertida. Negó con la
cabeza y se puso a su tarea, porque a pesar de que el esmalte era de secado
rápido, quería que Ashley estuviera lista lo antes posible, y así poder salir
de fiesta y aprovechar la noche al máximo.
—Por cierto, me
encanta tu corte de pelo, se ve mejor incluso que en las fotos que me enviaste
—apreció Ashley—. ¿Crees que me quedaría bien a mí también?
—Cualquier
peinado te sentaría de maravilla, pero no te aconsejo que lo cortes, porque
tienes una melena larga preciosa y muy sedosa, en serio, después de todos los
cuidados que le dedicas, si me dices que te lo vas a cortar por la mejilla, te
mato —declaró Erika muy seria.
—Casi me mata a
mí cuando le dije que lo haría, y yo nunca lo he dejado crecer mucho en
realidad —expuso Jenna sonriendo a las dos.
—Te habría
convencido para que no lo hicieras —dijo a Jenna—, pero la muy perra me avisó
cuando ya estaba en la peluquería —masculló mirando a Ashley.
Rieron y
bromearon durante un rato mientras Ashley se vestía, y cuando terminaron, se la
veía completamente distinta.
Su recogido
informal, dejaba algunos mechones sueltos, al igual que Erika lo había hecho
con su pelo, pero como el de Ashley era más liso, al final le puso un poco de
espuma para moldearlo con suavidad y que quedara ondulado. El maquillaje era
sutil; el pintalabios y las uñas no tanto, ya que el rojo era el predominante.
Su vestido y zapatos negros la hacían parecer una estrella de cine. A las tres
les encantaba ir de compras, vestirse elegantes y sexys, y sobre todo, salir de
fiesta para mostrar sus encantos y divertirse.
Ashley estaba
deseando pasárselo bien. Se daba cuenta de que había estado encerrada demasiado
tiempo, y no podía permanecer más en su mundo, alejada de la realidad. Tenía
que enfrentarla, plantar cara y demostrar que ella valía mucho, y que no iba a
dejar que las malas lenguas acabaran con todo aquello que significaba tanto
para ella.
Después de esa
noche de juerga, en la que sintió que volvía a vivir de nuevo, sabía que debía
tomar algunas decisiones.
Algunas le
daban miedo pero, aunque trató de evitarlo, mientras iban a algunas discotecas
de moda y bebían cócteles, bailaban y charlaban con chicos guapos, meditó sobre
la posibilidad de aceptar la propuesta de Donovan. Su aversión a las cámaras no
podía acabar con la oportunidad que se presentaba ante ella. Podía ser un salto
hacia algo mejor, hacia la buena dirección que parecía haberse desviado en las
últimas semanas. Necesitaba un cambio, estaba claro, de modo que tal vez podría
empezar por ahí.
Si bien la
decisión parecía tenerla clara, dejar a sus padres y su hermano Frank en
Florida no la convencía mucho. Se dijo que solo sería durante un tiempo, pero
aún debía pensarlo muy bien.
¡Espero que os guste mucho!
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¡Felices lecturas!
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