¡Buenos días!
Espero que vuestra semana se presente bien, y si no fuera el caso, siempre puede mejorar, ¿no creéis?
Una lectura entretenida siempre ayuda :-) así que os dejo el capítulo 3 de mi última novela romántica. Ojalá os guste mucho.
Capítulo 3
Había pasado
casi un mes. Ese día de principios de marzo, Ashley y Donovan estaban a punto
de coger un vuelo hacia Madrid.
Fueron unas
semanas de locos.
Ashley pudo
conocer a Paloma y a algunos miembros más del equipo por video conferencia, y
le perecieron muy simpáticos. Contaron con su opinión para escoger a los
futuros alumnos, de los cientos de participantes que se apuntaron a la
iniciativa, y les fueron contando a los dos cómo iban los preparativos.
Habían
alquilado la vivienda de una productora de cine en Las Lomas, en Boadilla del
Monte, y la estaban preparando para adaptarla a lo que necesitaban. A ella no
le gustaba que se viera tan aislada del resto de la urbanización, pero sabía
que era mejor contar con cierta privacidad. Poseía un jardín muy grande con
piscina climatizada, un ala donde estaban las ocho habitaciones, suficientes
para todos los que se alojarían allí ese mes, y una enorme sala con vistas a un
pequeño parque que había en el terreno colindante, donde ahora se encontraban
instalando las cocinas y todo el equipo de grabación. El lugar era inmenso.
Lo estaban
haciendo todo a lo grande.
A pesar de que
la convivencia con extraños no era su parte favorita, desde luego no se podía
decir que no estuvieran preocupados por el bienestar general. La vivienda era
enorme, y tenía todo cuanto pudiera desear.
Había dado
indicaciones para que no faltaran sus herramientas de trabajo y hasta el
momento no habían puesto pegas para nada. Estaban gastando una pequeña fortuna
en equipamiento, y a veces le parecía que era demasiado, sin embargo, no quería
meterse en los asuntos económicos del proyecto. No era su labor, y si ellos
estaban conformes con sus peticiones, ella solo intentaba no sobrepasarse, pero
a su vez, poder obtener todo cuanto creyera que iba a necesitar para que el
curso tuviera éxito.
Cada uno tenía su
cometido, y Ashley estaba contenta con cómo se estaba desarrollando todo.
Sabía que en
cuanto llegaran, empezaría el trabajo más duro, la parte que no le agradaba
tanto.
Debían empezar
a grabar un spot publicitario. Ya le habían explicado que podría usarse como
cabecera del programa cuando empezara a emitirse una vez acabada la duración
del curso y, lo más probable, durante el verano.
Le parecía una
idea estupenda, porque aunque no estuviera en España para entonces, le habían
asegurado que encontrarían el modo de que contara antes con las grabaciones. Si
todo iba bien, le pedirían que volviera a hacerlo, y de lo contrario, ya le
explicaron que quizás probarían en Estados Unidos; tal vez llevando el programa
doblado al inglés o directamente empezando de cero allí.
Era pronto para
pensar a largo plazo; aún tenían muchas cosas por hacer. De momento al día
siguiente ya habían quedado en la casa para comenzar con las pruebas de
vestuario y maquillaje. Se sintió agradecida por tener a Erika y Jenna para
ayudarla con todo eso, porque aún no sabía en qué habían pensado los
productores para ese anuncio, y tenía miedo que no se pusieran de acuerdo en
algo. No era lo que se dice, conformista.
Llegaron a un
hotel del centro a media tarde, y cada uno se fue directamente a su habitación
tras registrarse.
Ashley había
estado tan nerviosa esos días, que lo único que hizo fue enviar un mensaje a
sus padres y otro a su hermano, y caer en la cama con la ropa que llevaba del
viaje. Al fin estaba allí, y parte de su nerviosismo se transformó en
cansancio. Solo quería dormir para poder afrontar el día siguiente, y el mes
que lo precedía.
Cuando escuchó
el despertador a la mañana siguiente, Ashley se puso las pilas enseguida.
Volvieron los nervios, aunque más que eso, ahora que todo estaba a punto de
empezar, tenía unas ganas intensas por ponerse manos a la obra.
Sabía que aún les
quedaban algunos puntos por concretar, como por ejemplo, lo que vestirían en
las cocinas mientras grababan, ya que las ideas de Paloma hasta ahora no
acababan por convencerla, y eso dicho de manera suave.
La ropa que le
había mostrado, le parecía un asco.
Solo un par de
días antes, le mandó un correo electrónico con fotografías de los “uniformes”,
y se quedó horrorizada. Jamás se pondría una chaquetilla de chef ancha, con un
pantalón sin forma alguna y unos de esos zuecos o sandalias de plástico de
colores chillones que parecían estar tan de moda. No quería tener problemas con
ella, pero le dijo, y lo hizo de la forma más diplomática que pudo, que no
podía llevar eso en ningún sitio, y menos sabiendo que mucha gente la podría
ver de esa guisa.
Paloma estuvo
de acuerdo con ella en algo: en que vía electrónica no era la mejor manera de
discutir el asunto, así que lo harían cuando estuvieran en la casa. Y ese fue
también el motivo de que Ashley quisiera tener una noche solo para sí misma, la
última. Prefirió quedarse en el hotel al llegar, y no ir directamente a
Boadilla.
En la casa
también tendría su espacio, su propia habitación donde relajarse y desconectar
cuando lo necesitara, pero no sería lo mismo sabiendo que al salir de allí, se
acabaría por completo su intimidad.
Si bien era
cierto que gran parte del equipo de grabación se marcharía a la hora de comer y
no volvería hasta la mañana siguiente, y en principio esta sería la rutina
diaria, habría en la casa un montón de gente además de ella y Donovan.
Les habían
dicho que solo ellos podrían abandonar las instalaciones por las tardes, así
que no dudaría en aprovechar su libertad para dar algún paseo por la ciudad con
Erika y Jenna, ir de compras, o lo que sea que se le ocurriera para evitar
sentirse encerrada.
Cuando lo
pensaba se sentía mal por los demás, pero allí tendrían muchos
entretenimientos: la piscina, una sala de cine y otra con juegos, mesa de
billar y otros pasatiempos, y además, para los fines de semana les habían
preparado una barra de bar y un equipo de música y karaoke muy modernos. Esos
días los dedicarían al descanso, y a pesar de tener sus dudas en cuanto a
intimar en un espacio limitado con tantos extraños, Ashley no dudaba que sería
divertido.
También
dispondrían de una biblioteca bastante abastecida y, como los aparatos electrónicos
no estaban prohibidos, tampoco se sentiría enjaulada.
Al principio no
le gustó nada el que los participantes no pudieran tener contacto alguno con el
exterior por un motivo de confidencialidad con respecto a los detalles del
programa, y también para evitar que hicieran trampas para ganar el premio final
en metálico, pero tampoco estarían aislados de un modo abusivo; todos eran
adultos que habían aceptado los términos del programa y desde luego, estuvieron
de acuerdo a la hora de presentar sus solicitudes. Serían cuatro semanas de
convivencia y aprendizaje.
Ashley
comprendía que al final, el programa y todo lo demás serían una gran
experiencia, y lo que tenía claro era que no dudaría en prestar su ayuda para
que sus alumnos aprendieran a hacer unos buenos postres. Esa era su meta
principal.
No descartó
incluso el repetir las clases por las tardes, en fin, si es que se lo
permitían. Empezaba a ver que había un montón de reglas y normas para llevar un
control exhaustivo de cada detalle, y solo conseguía mantener su ansiedad bajo
control, pensando en que no duraría mucho. Los días pasarían rápido, de modo
que haría las cosas lo mejor posible y se lo pasaría bien. Pondría todo su
empeño en ello, eso seguro.
Para hacerlo de
otro modo, mejor ni molestarse.
Se duchó y se
vistió de manera informal con unos vaqueros ajustados, una blusa holgada de un
tono crema y unos botines marrones con tacón alto. Dejó su pelo suelto cayendo
por su espalda con suaves ondas.
Vio su imagen
reflejada en el espejo de la sencilla y elegante habitación del hotel, y volvió
a enamorarse de sus recién estrenados reflejos rubio platino. Sin embargo, no
estaba segura en cuanto a la ropa.
¿Debería vestirse
más elegante y formal para esa primera cita con Paloma?
Lo meditó
apenas un instante antes de oír la puerta. Donovan la esperaba fuera; tenía que
darse prisa, echar un último vistazo a la habitación, coger su bolso y su
enorme maleta.
—Habíamos
quedado hace quince minutos —la reprendió Donovan cuando ella abrió la puerta.
—No hemos quedado
hasta dentro de una hora, ¿a qué viene tanta prisa? —replicó ella.
Su ex no
respondió; le quitó la maleta de un tirón y cuando ella salió de la habitación
y cerró la puerta, la llevó con rapidez hasta la zona de los ascensores.
Llegaron a
recepción, Ashley dejó la llave, pagó su estancia y cuando Donovan recogió sus
pertenencias, que las habían guardado allí mismo bajo estricta vigilancia,
fueron directos a esperar a un coche que los llevaría a la casa. Para su
asombro, se trataba de una limusina preciosa de color negro. El chófer se hizo
cargo del equipaje y ellos subieron en el lujoso vehículo.
Ashley estaba
encantada con el trato, ya que habría esperado tener que coger un taxi hasta
allí. Esto era mucho mejor, desde luego, pero pronto pudo comprobar que Donovan
no parecía muy contento.
—¿Qué es lo que
te pasa? Parece que te fueras a enfrentar a un pelotón de fusilamiento —expuso
con su mirada fija en su expresión de asombro.
Gruñó algo por
lo bajo y ella le ignoró para mirar sus mensajes. Si él no estaba de humor, no
quería que la contagiara, ya estaba bastante nerviosa por sí misma.
Erika le había
escrito y enviado algunas fotos de ella y Jenna en el avión. Iban a encontrarse
casi todos a la vez, pero ellas irían a la casa directamente.
Por un segundo
pensó si debería pensar en esa vivienda y referirse a ella como un plató de
televisión, ya que era justo eso, pero no sabía muy bien cómo definir algo con
tantas funciones. «Casa» le parecía un término simple y correcto. Le dijo a su
amiga que ella y Donovan también estarían pronto allí, y se sintió más animada
al saber que contaría con refuerzos emocionales que tanta falta le hacían. No
quería hacer esas dichosas grabaciones ella sola, y puesto que su ex no parecía
desear colaborar mucho esa mañana, al menos se sentía mejor con sus dos
acompañantes.
No tardaron en
llegar a un barrio acomodado de la zona oeste de Madrid. Había casas enormes en
amplios terrenos; estaba lo bastante cerca del centro de la capital como para
tener todos los servicios que necesitaran, y a su vez, lo suficientemente lejos
como para tener la privacidad que deseaban. Era un lugar precioso, perfecto.
Llegaron a una
zona llena de árboles y Ashley se sorprendió por detenerse allí. Pronto se dio
cuenta de que la zona estaba tan impoluta, que no podía ser otro lugar que su
destino. Se daba cuenta de que la vegetación exterior de la casa había sido
plantada recientemente. Habían hecho un excelente trabajo para que no pareciera
encerrada, sino que más bien se viera como situada entre dos frondosos parques.
Había plantas verdes y flores de muchos colores, y también instalaron bancos de
hierro forjado y pequeñas farolas para alumbrar la zona por la noche.
Imaginaba que
todo eso habría requerido muchos permisos al ayuntamiento, y Ashley se preguntó
si no estaban exagerando muchísimo.
Desde luego el
exterior era precioso, pero a veces le daba por pensar que si los productores
no recuperaban la inversión que estaban desembolsando con tanta ligereza según
su opinión, de alguna manera la culpa la consumiría. Si el programa no tenía
éxito, tal vez su carrera tocaría más fondo aún. El subsuelo. No quería ni
imaginar cómo se sentiría entonces.
Dejó de pensar
en todo eso cuando cruzaron el portón automático a poca distancia de la
carretera y entraron en el jardín delantero. Había una glorieta con una fuente
de gran tamaño en el centro, justo frente a la entrada de la vivienda, y un
apartado para los vehículos. Había cuatro coches de alquiler aparcados, pero no
parecía abarrotado, porque el espacio era enorme.
La limusina se
detuvo frente a la puerta principal y Ashley pudo apreciar su majestuosidad a
través de los cristales tintados.
Aquella casa
era enorme, con una fachada de piedra, grandes balcones y plantas sobresaliendo
de estos, parecía una gigantesca mansión de estilo de montaña por su tejado de
pizarra, pero muy elegante. Era una maravilla arquitectónica, y estaba claro
que los dueños le tenían un gran cariño al lugar. Todo estaba impecable.
Bajaron del
vehículo y alguien salió a recibirles.
Ashley se dio
cuenta enseguida de que se trataba de Paloma, que habría estado esperando tras
alguno de los ventanales.
Vestía un
elegante traje de chaqueta de color azul marino, unos zapatos en un tono
anaranjado claro a juego con sus uñas, y su pelo negro con un recogido sencillo.
Era una mujer muy guapa, imponente. Llevaba muy poco maquillaje tras sus gafas
de montura oscura, y se notaba que era una persona con carácter, segura de sí
misma.
A ella le
gustaba, pero también sabía que podrían chocar a menudo. Desde luego las dos
eran mujeres controladoras a las que les gustaba llevar todo con orden y
precisión en muchos aspectos, pero Donovan le había dicho que Paloma era una
adicta al trabajo que no era muy propensa a las fiestas y a las actividades ociosas,
de modo que la previno para que tratara de llevar su ritmo lo mejor posible.
Al principio se
enfadó porque pensaba que Donovan la estaba llamando juerguista indomable, pero
él le explicó, de manera muy críptica, que no se refería a eso. Cuando empezó
todo, Ashley pudo darse cuenta de que la advirtió por un buen motivo. Cualquier
hora resultaba buena para Paloma si se le ocurría algo nuevo para el programa,
y se dedicó a escribirles correos electrónicos cada pocas horas para
compartirlo y discutirlo.
Era tremenda.
Podía estar
hablando por video conferencia durante horas mientras hacía mil cosas a la vez.
Ashley creía haberse curado de espantos, pero cuando Paloma se acercó a ella en
ese momento, se dio cuenta de que eso no hacía más que empezar.
La saludó con
efusividad y dejó su dulce perfume flotando entre las dos. Ahora sí que se
sentía mal por no haberse arreglado un poco mejor, pensó. Ella también usaba
perfume, pero estaba claro que su concepto de “arreglarse” casi era un chiste
al lado de esa mujer.
—¿Qué tal el
viaje?
—Oh, muy bien,
gracias.
Casi no la dejó
ni terminar cuando siguió hablando.
—Me alegro
mucho de conocerte en persona al fin —expresó con sinceridad y desbordante
entusiasmo—. He oído hablar muchísimo de ti, por supuesto, y a pesar de no
haber podido viajar fuera estos años, te he seguido en la distancia.
—¿Para mí no
hay saludos y alabanzas? —bromeó Donovan tras ella.
Ashley se hizo
a un lado para que pudieran saludarse y cuando se abrazaron, le dio la
impresión de que se estaban pasando un poquito.
Paloma tenía
sus brazos en torno a su cuello, y a su parecer, había demasiado poco espacio
para respirar entre sus cuerpos. No era algo que le importara en realidad, pero
empezaba a sentirse muy incómoda con ese interminable saludo que la excluía por
completo. Incluso le pareció que ella hacía un ruidito de estremecimiento, lo
que la hizo sospechar y poner mala cara.
Carraspeó de
manera intencionada, lo que sirvió para que ahora fueran ellos los que se
sintieran incómodos. Se apartaron y la observaron con expresiones avergonzadas.
Donovan incluso se sonrojó.
Todos los
instintos de Ashley se alertaron al máximo. Allí pasaba algo, porque ella
conocía a muchos amigos, y también amigas de su ex, y pocas veces le salían los
colores a menos que hubiera algo entre ellos.
Y ni siquiera
entonces, meditó, porque él no era de los que sentían vergüenza por nada… Pero
sí que podría experimentarla por ocultarle cosas, como estaba claro que era el
caso.
Se cruzó de
brazos e ignoró al chófer de la limusina que dejó las maletas y se subió al
vehículo para ir a aparcarlo junto a los otros.
—Donovan
—advirtió Ashley con un tono de voz amenazante. Empezaba a hervir por dentro—,
¿quieres explicarme qué demonios pasa aquí?
Paloma fue a
hablar al cabo de unos interminables segundos en un incómodo silencio, pero él
la detuvo.
—Oye, Ashley…
nada cambia el que Paloma y yo seamos amigos…
—¿Con
beneficios? —acabó ella al ver que era incapaz de decirlo.
Se frotó los
ojos con las manos y trató de serenarse, aunque le estaba costando horrores.
Ellos se mantuvieron en silencio, dejándole espacio para que se tranquilizara.
Donovan sabía que no iba a montar ninguna escena, porque ella no era así, claro
que normalmente él era bastante sincero con respecto a todo lo que ocurría en
su vida, y tal vez ahora se había pasado al ocultarle algo tan importante.
Mil
pensamientos pasaron por la cabeza de Ashley. El primero fue llamar a un taxi y
largarse. El segundo, que no podía hacerlo. Se había comprometido para hacer el
programa, y lo más importante, sus futuros alumnos no tenían la culpa de lo que
estaba ocurriendo, de modo que no podía dejar a toda esa gente colgada. Seguro
que podrían encontrar a otra repostera profesional dispuesta a llevar a cabo el
trabajo; estaba bien pagado y el reconocimiento nunca estaba de más, pero
claro, la cláusula del contrato que decía que en caso de renunciar tendría que
abonar una considerable cantidad de dinero, también la hacía pensárselo dos
veces y no actuar de manera impulsiva.
Reflexionó un
instante sobre cómo había llegado hasta allí. Le parecía que había pasado muy
poco tiempo desde que Donovan sugirió esa alocada idea, y ahora ahí se
encontraba, frente a una situación que en cualquier otra circunstancia, habría
rehuido como la peste. Desde el principio había temido la idea de aparecer en
televisión, porque adoraba su intimidad casi tanto como los dulces, pero
también había experimentado una ilusión que hacía tiempo que no sentía por un
trabajo. Ya que no podía volver al restaurante que la había llevado al éxito
gracias a los Kelley, tenía frente a sí misma una oportunidad de oro. Quizás
Donovan lo había hecho por sí mismo, y por una evidente implicación emocional o
lo que fuera que tenía con Paloma, pero también era cierto que siempre había
estado a su lado para que consiguiera llegar a lo más alto a nivel profesional.
Le debía mucho, y a pesar de haberle devuelto el favor cuando se casó con él
para mejorar su imagen frente a su público, lo cierto era que esto también era
beneficioso para ella. Meditó mucho sobre ello en las últimas semanas.
Ahora no podía
simplemente rajarse y dejar tirado a todo el mundo. Ella mantenía su palabra.
Suspiró.
—Deduzco que
ella conoce nuestra situación —dijo hablando de manera pausada. Donovan asintió
avergonzado—, así que no hay necesidad de andarse con secretos y tonterías
entre los tres —advirtió de forma intencionada—. Bien pues, ya que estamos
aquí, lo mejor será trabajar, pero… si vuelves a engañarme y a meterme en una
situación semejante por tus intereses, dejaré a un lado mis principios y
acabaré contigo, ¿me has entendido?
Donovan abrió
mucho los ojos por la sorpresa. Paloma se había quedado pálida.
Su ex sabía que
ella no era una persona vengativa y que no le haría daño de manera
intencionada, pero estaba tan enfadada, que en ese momento, Ashley se creía
capaz de todo.
—Lo que pudiera
haber entre nosotros cuando te hablé del programa, no afecta a lo que te dije,
porque de verdad pienso que es una gran oportunidad para ti —dijo con suavidad.
—No niegues que
también lo es para ti, y que encima, lo haces por una cuestión de sexo —replicó
furibunda.
—No, no lo
negaré —admitió cabizbajo.
Ashley miró a
Donovan y a Paloma, y decidió que no quería seguir con el tema, porque estaba
demasiado furiosa, y no deseaba decir algo que lamentaría en el momento en que
las palabras salieran de su boca.
—Mis amigas
Erika y Jenna llegarán enseguida, y como ellas no hablan español, te
agradecería que me avisaras para ayudarlas a instalarse —le pidió a Paloma—. Ahora,
si me dices cuál es mi habitación, me quedaré allí hasta entonces.
Se notaba que
no estaba muy de acuerdo, porque en realidad tenían mucho que hacer esa mañana
y ella también lo sabía, pero algo en su cara hizo pensar a Paloma que era
mejor no contradecirla.
No se
encontraba con ánimos de hacer un tour por la casa y conocer al resto del
equipo, sonriendo y haciendo como si nada, de modo que prefirió esperar a ver a
sus amigas, porque ellas conseguirían que se animara y salvarían su primer día.
Ellas también formarían parte del equipo, así que empezarían el trabajo todas
juntas.
Paloma asintió
sin entusiasmo y la condujo al interior. Donovan se encargó de entrar las
maletas al enorme recibidor.
Frente a ellos,
una escalera curva enorme les dio la bienvenida. Su madera oscura, contrastaba
con la blancura del lugar. A izquierda y derecha pudo ver dos pequeñas salas
abiertas, reconvertidas en despachos sin puertas, solo separadas por biombos
que las separaban de un salón principal con enormes sofás de tonos grises
oscuros. Pudo apreciar a la derecha una mesa alargada de cristal con muchas
sillas de oficina, y una chimenea eléctrica en un extremo. En el lado opuesto,
había algunos sillones delante de un fondo rosa claro con dibujos de cupcakes y varias cámaras y pantallas
preparadas justo enfrente.
La casa se
encontraba vacía, pero se oían voces en el exterior. Ashley dedujo que los
alumnos del curso estarían trabajando con el equipo de grabación. Más tarde se
reunirían todos para ir conociéndose antes de que comenzara el programa al cabo
de solo dos días.
—Las
habitaciones están arriba. El dueño nos dejó hacer algunas reformas y cada una
tiene espacio suficiente para todas tus cosas, un cuarto de baño completo,
televisión y espacio para mobiliario extra si es que necesitaras algo más
—explicó Paloma mientras subían las escaleras.
Ashley la
estaba escuchando pero no le prestaba mucha atención. Cuando llegaron arriba,
comprobó que había una espaciosa sala común con más sofás, iguales que los de
abajo, una televisión enorme en la pared, y una mesa de café en el centro. Bajo
las ventanas había un mueble bajo de color blanco. El lugar le resultaba un
poco frío e impersonal, pero pensó que cuando llegara todo el mundo, aquello
sería muy diferente.
Había dos
pasillos en cada extremo de la sala y cuatro puertas en cada uno. Se dio cuenta
de que las habitaciones ya estaban asignadas, porque pudo leer los nombres en
unos carteles fijados en las puertas.
Donovan las
seguía de cerca, cargado con las maletas y cuando Paloma vio que estaba a su
lado, les indicó que ellos se alojarían en el lado norte.
—La primera es
la tuya, Ashley, y Donovan, la tuya es la de enfrente.
Hizo un gesto
para que pasaran, pero Ashley se detuvo. Algo la preocupaba.
—¿No crees que
sería difícil descansar si hubiera gente en esta sala viendo la televisión?
Somos un poco mayores para tener un toque de queda —declaró insegura.
Lo último que
deseaba era empezar la convivencia con más restricciones. Eso solo podía llevar
al fracaso.
—No te
preocupes, la casa está insonorizada desde que se construyó —explicó Paloma con
una pequeña sonrisa. Estaba claro que se sentía orgullosa por su trabajo, por
haber encontrado un lugar fantástico para su proyecto y su eficiente gestión
sin aparentes fallos—. Hay calefacción y aire acondicionado en cada dormitorio,
y hemos puesto suelo radiante en los cuartos de baño. Aunque estamos casi en
primavera, nos pareció buena idea. Serán las únicas partes de la casa que no
desarmaremos cuando acabe el programa, y al dueño le pareció una idea
excelente.
—Bien, gracias.
Si no os importa, creo que me quedaré en mi habitación unos minutos para
organizarme —dijo, para evitar tocar otra vez el tema de antes. Ya hablaría muy
seriamente con Donovan.
—Claro, por
supuesto —musitó Paloma.
Le lanzó una
breve mirada a Donovan cargada de significado y agarró con fuerza su maleta.
Pesaba una tonelada, sin embargo, él no parecía haber hecho el menor esfuerzo
para subirla junto a la suya. No es que hubiera esperado que sudara su impoluta
camisa blanca, pero en ese momento, tampoco estaría triste por ello.
Él la miró con
cara de cachorrito apaleado, pero ella no le hizo el menor caso. Se dio la
vuelta y caminó unos pasos hasta su cuarto.
Necesitaba un
momento de intimidad. Necesitaba estar a solas un rato y reflexionar, hacerse a
la idea de que no había vuelta atrás, y que hacía esto porque quería, porque le
apetecía realmente.
Eso era lo
importante.
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