Capítulo 2
Ashley se
despertó con una resaca de campeonato a la mañana siguiente. Le dolía casi todo
el cuerpo, pero sobre todo la cabeza. Notó que había demasiada luz cuando
intentó abrir los ojos, y lo único que pudo hacer fue darse la vuelta y taparse
la cabeza con la almohada.
Cuando se
movió, notó que no estaba sola en la cama, y aún con la duda de que pudiera ser
Donovan, desvió su mirada y echó un rápido vistazo. Era un hombre rubio, así
que no era su ex. Respiró aliviada, aunque no tanto al pensar que tendría que
echarle pronto de su habitación.
Se levantó, fue
al cuarto de baño y cuando salió, se puso un camisón negro que tapaba lo
imprescindible y se recogió el pelo en una coleta alta. Le zarandeó un poco en
el hombro para intentar despertarle. Al moverse, se dio cuenta de que era el
musculitos con el que había estado bailando durante toda la noche. Estaba muy
bueno, eso estaba claro, pero no era el típico tío que llevaría a su casa, y a
su cama. Viendo lo depilado que estaba y los músculos que marcaba, al menos en
la parte que no tapaba la sábana, estaba claro que dedicaba más tiempo a
cuidarse que ella misma. Podía haberse ligado a alguien mejor, aunque no tenía
intenciones de ir más allá de un rápido revolcón, así que poco importaba.
Quería echarle
para poder hablar con Donovan, el cual debía estar durmiendo todavía, o al
menos esperaba que no se hubiera quedado en casa de cualquier mujer a la que
hubiera seducido con esos innegables encantos suyos.
Volvió a
zarandear al hombre desnudo que ni siquiera sabía cómo se llamaba, y cogió su
teléfono para llamar a Donovan.
Colgó al
escuchar la melodía en algún rincón de la casa. Se acercó al musculitos y, con
las dos manos, intentó moverle para ver si de esa manera se despertaba. Dormía
profundamente, y lo peor fue que empezó a roncar como un cerdo. Se le ocurrió
que Donovan podría ayudarle para sacarle de la cama. También de casa.
Salió al
pasillo y vio la puerta de su habitación semi abierta. Tocó con suavidad porque
no sabía si tendría compañía.
—Entra.
—¿Hay alguien
más contigo?
—No tranquila,
estoy solo —respondió con una sonrisa cuando la vio asomar—. ¿Me llamabas al
móvil?
—Sí, necesitaba
saber si estabas en casa. Quiero deshacerme de mi ligue de anoche —dijo,
notando que sus mejillas se encendían. Donovan no le dio mayor importancia,
solo la miró con curiosidad—. No consigo despertarle, y he pensado que podrías
hacer de marido celoso para ahuyentarle.
Donovan empezó
a reír por lo bajo. Ashley puso los ojos en blanco y se plantó frente a él.
—Por favor
—rogó con desesperación.
—Oh, venga, ¿no
te apetece convertir esa noche de perversión en algo más? Ya sabes… conoceros y
empezar una relación.
Ashley cruzo
sus brazos, negó con la cabeza y le miró con impaciencia.
—Eres el rey de
las relaciones de una sola noche —apuntó con obviedad—. No digas bobadas, solo
me hace falta que le digas que se largue.
Su voz adquirió
un tono chillón que no pudo reprimir.
—¿Está en tu
cuarto o te lo has montado en otra parte de la casa, como por ejemplo… en la
cocina? —inquirió con burla.
—La cocina es
sagrada; nada de sexo entre los fogones y el horno, ¿recuerdas? —inquirió con
un asomo de sonrisa.
Donovan le
lanzó una mirada descarada y recorrió su cuerpo con una mirada perezosa. No se
había dado cuenta de lo que llevaba puesto al entrar, y le dieron ganas de arrimarse
para quitárselo de un tirón. Sin embargo, antes debía encargarse del suertudo
que dormía en la habitación de su preciosa ex.
Se preguntó por
qué la veía tan alterada, ya que no era la primera vez que llevaba a un ligue a
casa. El alcohol sacaba su lado más salvaje, estaba claro.
Se puso una
camiseta de manga corta en color gris, acabó de calzarse las zapatillas
deportivas para ir a correr, se amasó el pelo para peinárselo después y miró a
Ashley antes de salir hacia su habitación.
Ella no había
perdido detalle de su musculoso pecho que trabajaba duro con ejercicio, pero
que no era tan marcado como el de su ligue de esa noche. Le gustaban los
hombres que iban al gimnasio, pero no los que parecían que vivían allí y no
paraban de entrenarse. Un término medio siempre resultaba más sexy, sin duda.
—¿Qué te ocurre
con ese tipo para que no puedas echarle tú misma?
—Nada.
Donovan se
había acercado mucho a ella y esta no pudo hacer otra cosa más que mirar sus profundos
ojos azules y pícaros. El bulto en sus pantalones azules deportivos le indicaba
que podía estar atraído por ella en ese preciso momento, pero también estaba
preocupado sinceramente por su pequeño “problema”. Lo conocía.
Se había
colocado bloqueando la puerta, de modo que su medio para escapar estaba bajo su
custodia, y algo le decía que no iba a poder salir sin hablarle claro al hombre
con el que compartía su casa, y prácticamente su vida.
—Es el típico
plasta al que no daría ni la hora… no sé ni cómo se me ocurrió traerle aquí
—confesó avergonzada.
Donovan trató
de no reír ante su dilema.
—Si estabas tan
borracha, deberías haber escuchado los consejos de tus amigas. Ellas te habrían
disuadido, ¿no?
Ashley hizo una
mueca de disgusto.
—¿Qué?
—inquirió ella con aire distraído.
Este compuso su
famosa mirada de infinita paciencia para que se diera cuenta de que no iba a
ceder y olvidarlo.
—Ellas ligaron
también —confesó al final.
—Ya.
¿Congregación de pesados en la disco?
—Más o menos
—farfulló malhumorada.
Con una pequeña
sonrisa, Donovan se apartó para dejar que saliera la primera. Entraron en su
habitación y se dieron cuenta de que el hombre estaba incorporado a medias en
la cama. Le sonrió con lascivia cuando la vio, pero enseguida su expresión
cambió al ver que no estaba sola.
—Eh, oye,
¿quién es ese tipo?
—No quieras
saberlo, pero tienes que irte ya —dijo Ashley muy seria.
El tipo se
mostró algo nervioso, pero no con muchas ganas de largarse.
—Venga mujer…
no digas eso. Anoche conectamos, y podríamos repetirlo pronto —propuso mientras
la repasaba de arriba abajo.
—La respuesta
es no —espetó con los dientes apretados. Resopló.
—Sé que me
costó un poco ponerme a tono anoche, pero es que el alcohol…
—Cállate —le
cortó de inmediato—, no es por eso. No quiero repetir, y no quiero nada
contigo. Vístete y márchate, por favor —pidió de nuevo y más tajante.
—¿Qué tal otro
día?
—Olvídate —dijo
cada vez más molesta.
Miró a Donovan,
que parecía divertido con la situación, tal vez hasta demasiado, y al final
este tomó parte en la conversación.
—Oye, cuando
una mujer te dice que te vayas, lo mejor que puedes hacer es seguir su consejo
—dijo con un tono de voz brusco que no admitía réplica.
El tipo miró a
Donovan con mala cara, se levantó de la cama, completamente desnudo, y le
encaró.
Ashley se
sonrojó por la escena que el tipo le estaba montando, y además, desnudo. Ese
hombre no tenía la más mínima vergüenza. Menudo idiota pegajoso.
—Esta mujer me
gusta. No pienso irme sin saber si quiere volver a verme otro día. No voy a
consentir que hables por ella —replicó indignado.
Donovan hacía
un esfuerzo para no reír, pero Ashley supo que también se contenía para no
darle un puñetazo. El tío se estaba portando como un lunático, y se arrepintió
mucho por haber aceptado su propuesta en la discoteca. No volvería a cometer el
mismo error.
—Ni siquiera
sabes mi nombre —atacó Ashley.
—Pues claro que
sí, esto… creo que me acuerdo…
Se rascó la
cabeza mientras buscaba en su mente sin resultado.
—Se llama, «ella es mi mujer», así que olvídate de que la
conoces y, como te vuelva a ver por aquí, llamaré a la policía, ¿te queda
claro, o te lo tatúo en el culo? —inquirió con voz amenazante.
El tipo se puso
blanco como el papel. Miró a Ashley contrariado y luego a Donovan. Debió de ver
algo en su mirada y, aunque se le veía confundido, y tal vez no se lo terminaba
de creer, estaba claro que no quería enfrentarse a él. Donovan imponía mucho
cuando así lo deseaba.
—Mejor me largo
—dijo con rapidez.
—Buena idea —convino
él con una sonrisa siniestra.
El tipo
desapareció por el pasillo con toda su ropa en la mano y Ashley esperó alguna
broma por parte de su ex.
—Mejor paso de
comentar nada sobre tu ligue y su gatillazo. Solo prométeme que pasarás de los
idiotas de turno. Mereces algo más —musitó sin dejar de mirarla con una tierna
expresión.
—Hecho.
Le sonrió y
Donovan hizo lo mismo.
—Voy a
vestirme. Cuando vuelvas de correr quiero hablar contigo.
Se detuvo a
medio camino hacia la puerta y la miró con interés.
—¿Has considerado
lo que te dije?
—Lo he pensado
y, Erika y Jenna me han dado su opinión también.
Ashley vio cómo
pasó de la ilusión al descontento más absoluto. Estaba claro que él pensaba que
la habrían disuadido de ir a España, pero estaba muy equivocado. Sus amigas la
habían apoyado mucho, y hasta pensaron en ir con ella, ya que podrían tomarse
unas semi vacaciones y asesorar a sus clientas vía online sin problemas.
La idea
empezaba a seducirlas a las tres. Sin su apoyo, la verdad es que se habría
seguido negando a aceptar.
—Ellas me
animan, así que creo que estoy dispuesta a hacerlo. No quiero pasar fuera más
de un mes o dos, aunque estoy dispuesta a negociar un poco —admitió con una
sonrisa.
Donovan se
acercó a ella y la abrazó con fuerza. Estaba claro que le hacía mucha ilusión.
Le dio un
rápido beso en los labios y enmarcó su rosto con sus manos.
—Es un proyecto
muy interesante, y estoy deseando contarte todos los detalles —dijo con
entusiasmo—. Coge una libreta y me esperas media hora. No tardaré en volver de
correr y lo hablamos todo, ¿vale?
Ashley asintió
nerviosa.
¿Estaría
haciendo lo correcto? Tal vez debería pensárselo un poco mejor, buscar un local
para una pastelería, como en realidad quería, y dejarse de viajes a lo
desconocido. España, y más concretamente Madrid, era como un segundo hogar para
Ashley, pero el tema del programa le resultaba difícil de asimilar. No tenía ni
idea de trabajar en platós de televisión bajo la dirección de un montón de
personas. Menudo marrón se le venía encima. Donovan tenía mucha experiencia, y
estaba claro que su colaboración sería esencial para ella también, pero no
estaba nada segura de que todo eso fuera a salir bien.
Si los medios y
sus peores críticos se ensañaban como tanto les gustaba, ahora tendrían más municiones,
más cosas que podrían usar en su contra. No sabía si podría reponerse de algo
así y, a pesar de saber que estaba adelantando acontecimientos, no podía evitar
pensar en todo lo que podría ir mal.
Donovan se
marchó y la hizo esperar apenas veinte minutos. Él también estaba ansioso por
comentar todos los pormenores del proyecto, como pronto le confesó.
Se dio una
ducha muy rápida mientras ella paseaba impaciente por el salón, y al final
apareció con una carpeta enorme que le dio para que echara un vistazo.
Había tanta
información que apenas sabía por dónde empezar. Casi tenía ganas de decir sí, y
que todo fluyera sin más. Sabía que se pondría nerviosa durante todo el
proceso, de modo que, ¿para qué martirizarse al saberlo todo de antemano? Desde
luego, lo hacía para poder negarse si algo le parecía absurdo, pero por otro
lado, ella no sabía nada sobre realities,
de modo que poco podía ella aportar. Si aceptaba, tendría que hacer lo que le
dijeran, lo que los productores creyeran que sería mejor para el programa.
Podía entender eso.
—¿Y todas estas
fechas? Creía que eso de la primavera sería una aproximación, no que todo
estuviera ya cerrado —dijo Ashley con una mezcla de asombro y molestia.
—No se trata de
eso, tranquila —se defendió Donovan—. Cuando hablé con Paloma y me comentó que
estaba buscando algo nuevo para la temporada de primavera-verano, enseguida
pensé en ti. Hablamos durante horas y a los dos días me envió este dosier. Está
muy ilusionada. Creo que por eso lo hizo enseguida.
—Ya lo veo —comentó
en voz baja mientras ojeaba por encima toda la información. Cada vez estaba más
nerviosa, pero algo a su vez, le hacía desear conocer todos los detalles.
Donovan
aguardaba con fingida paciencia, ya que se sentía ansioso por saber qué pensaba
de todo eso. Cabía la posibilidad de que dijera que no, pero ahora mismo sabía
que su amiga Paloma quería hacer el programa de igual modo. Si Ashley decía que
no, tal vez se buscara a otra para llevarlo a cabo porque, en su última
conversación, le dijo que había empezado a buscar el sitio perfecto para el
plató. Sabía que si una buena idea se cruzaba en su camino, nada la detendría.
Y Donovan quería que la protagonista de ese programa fuera Ashley; sabía que
era justo lo que necesitaba para salir de Florida un tiempo, para renovar su
imagen y para hacer algo distinto, algo que le abriría nuevas puertas si era lo
que deseaba. Debía ser ella, y esperaba poder convencerla.
—Un mes no es
mucho tiempo, pero… —Donovan tembló al notar que llegaba a una parte del dosier
que sí podría ser problemática— ¿pretendes que vivamos todos juntos en una
especie de mansión, como un hotel? ¿Estás loco?
—Oye, eso se le
ocurrió a Paloma para hacerlo más interesante —explicó con rapidez—. Al final
del curso, el que consiga una mejor valoración de los jueces, recibirá un
premio en metálico, así que ella piensa que es buena idea controlar a los
participantes. No quiere que se les ocurra pedir ayuda fuera. Sus trabajos
deben realizarse sin interferencias, y creo que puede ser un experimento muy
divertido, ¿no crees?
—Si intentas
venderme la idea de un gran hermano, la respuesta es un no rotundo —sentenció—.
Me encanta la idea del curso de cocina, pero convivir con un montón de personas
desconocidas en un lugar lleno de cámaras, me parece demasiado. No quiero que
anden grabando cada movimiento que haga. Me niego.
Donovan la miró
comprensivo.
—No es esa la
idea, descuida. Paloma me explicó que el programa se grabaría solo por la
mañana, de ese modo la gente podría disponer de tiempo libre para hacer lo que
quisiera. Si encuentra el lugar perfecto, tendrá todas las instalaciones
necesarias para que la experiencia sea como unas vacaciones, no simplemente un
curso en el que compiten ocho personas.
Ashley se
sintió algo más tranquila; desde luego el tener privacidad era mejor que vivir
treinta días bajo la estricta supervisión de los responsables del programa a
cada momento.
—¿Ocho?
—Sí —dijo
Donovan con inseguridad. Casi le costaba respirar con tanta espera.
—Me parece un
número razonable —indicó para el alivio de su ex marido.
Vio cómo
soltaba el aire que había retenido y sonrió. Sabía que estaba poniendo muchas
trabas, pero no podía evitarlo; la ponía muy nerviosa todo el proyecto en
general. Por si fuera poco, era más complejo de lo que pensó en un principio.
Tenía mucho que sopesar.
Siguió mirando
los papeles con cuidado y temiendo encontrarse con más sorpresas similares,
pero solo especificaba algunas condiciones para los posibles alumnos, los
horarios, el número de recetas, y la forma en que se realizaría el curso. Los quince
primeros días, los integrantes contarían con las indicaciones para la
elaboración de los platos, que ella tendría que aprobar de antemano, y los
últimos cinco, los alumnos los realizarían con un tiempo límite y sin que los
ingredientes y pasos aparecieran en una pantalla.
Si hacía bien
su trabajo con ellos, podrían ser capaces después de ese tiempo, y esperaba
poder lograrlo, o sería un fracaso total.
No era la
primera vez que enseñaba a alguien, pero hacerlo frente a las cámaras, y sin
que esas personas tuvieran nociones previas de cocina o repostería, sería muy
distinto, y ella lo sabía muy bien.
Tendría que ser
organizada como nunca antes lo había sido, y esperaba que todo el equipo de
detrás, no la limitara en ese sentido o en otros; lo importante era que
aprendieran, porque para eso se apuntarían los alumnos.
El tema del
premio en metálico y el realizar las grabaciones para que el programa fuera más
comercial, era lo que más temía en realidad. Mucha presión.
—¿Publicarán un
libro con las recetas del programa? —preguntó con entusiasmo.
—Eh… sí…
Ashley le miró
confusa por su titubeo. Casi sintió pánico por preguntar.
—¿Qué ocurre?
—Oh, nada, es
que pensé que tal vez no te gustaría la idea. Han pensado que sería una buena
manera de obtener ingresos extra cuando haya finalizado el curso, y, si va bien
el proyecto en general, puede que quieran repetirlo en el futuro —explicó con
una mirada inquisitiva.
—Ya veo.
Era mucho
suponer el que todo saliera bien si tan siquiera haber empezado, y no conocía a
los responsables de llevar a cabo el proyecto, de modo que no tenía ni idea de
si trabajar con ellos sería fácil, o por el contrario, le ocurriría como con Leslie,
y sería un completo fracaso.
Cada vez le
parecía más interesante. Le gustaba saber que no estaría sola, sino que Donovan
estaría a su lado en todo momento, pero tenía claro que si trabajar con una
productora se llegaba a convertir en una odisea, le daba igual que el programa
tuviera todo el éxito del mundo, no repetiría. Ahora bien, aceptar implicaba ir
hasta el final y dar lo mejor de sí misma, por eso quería estar segura al cien
por cien de su decisión. O al menos, lo máximo que pudiera estarlo.
—Creo que te
puede gustar, o de lo contrario, ni te lo mencionaría. Es una gran oportunidad,
y pienso que ha surgido en el mejor momento posible —dijo Donovan con total
sinceridad.
Sabía que podía
confiar en él, que jamás le ofrecería algo que la pudiera perjudicar, sino al
contrario. Le debía todo su éxito, y más de lo que se imaginó nunca.
No quería ser
impulsiva en esto, porque con el trabajo siempre había sido concienzuda,
meticulosa y muy profesional pero, en el fondo, le daba buenas vibraciones. No
creía que hubiera nada de malo en dar un salto de fe hacia algo desconocido.
Desde luego, un cambio de aires le vendría bien, eso seguro.
Suspiró.
—Bien, creo que
puede salir bien —concluyó algo nerviosa—. ¿Cuándo empezamos?
Vio cómo
Donovan abría mucho los ojos por la inicial sorpresa y la miró sin dar crédito
a lo que oía.
—¿Estás segura?
¿No te lo vas a pensar más tiempo?
Contuvo la
respiración, sintiendo que su pulso se aceleraba. No quería pensarlo mucho en
realidad, si era un error, casi prefería no saberlo.
Le gustaba la
aventura, viajar y hacer cosas nuevas. ¿Por qué no esto? Al final sería una
experiencia más.
—Estoy segura —soltó—,
si estoy cometiendo un error, no quiero saberlo, así que… adelante.
Donovan empezó
a dar saltos de alegría y la animó para unirse a la celebración.
Felices,
comenzaron a hacer cantidad de planes. Ashley casi se mareó al oírle hablar sin
parar sobre todo lo que debían ir haciendo desde ya, pero a su vez, notaba cómo
su entusiasmo se le contagiaba.
No podía ser de
otro modo. Se mostraba tan seguro de que la experiencia sería algo maravilloso,
que lo creyó de verdad.
A pesar de sus
nervios y dudas, algo en su interior le decía que valdría la pena el riesgo.
¡Espero que os haya gustado mucho!
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¡Felices lecturas!
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