Quiero daros las gracias a todos por vuestro apoyo! Estoy súper feliz :)
Espero poder seguir ahí.
Y os dejo el segundo capítulo, para que os animéis a seguir leyendo.
2
Una vez en casa y bien entrada la tarde, Esmeralda fue directa a la cocina para ayudar a sus padres con la cena.
Charlaban animadamente y se sonreían con amor y cariño. Le dio un beso a cada uno y se puso a cortar verduras sustituyendo a su padre que se sentía aliviado al ver que podía ver la televisión.
—¿Donde está Bruno?
—Creo que estaba haciendo conjuros de comunicación con Valeria —contestó su madre en voz baja y con una sonrisa—, se mandan notas y se pasan horas así.
—Están muy enamorados —añadió ella con un ligero matiz de añoranza.
Su madre se dio cuenta, pero prefirió cambiar de tema y no entristecer a su hija más de lo que estaba esos días. El enlace de su hijo era motivo de una inmensa alegría, pero también de inevitables recuerdos que era mejor dejar en el pasado. Lamentablemente para su hija, eso era algo difícil de lograr.
Estaba muy preocupada pero no sabía cómo ayudarla. No podía traer de vuelta a su nuero y lo único que podía hacer era estar a su lado y darle todo el cariño y apoyo que necesitaba.
Se sentaron a cenar y al instante entró Bruno en el salón con una mirada soñadora. Les acompañó, pero parecía que estaba en una nube de amor y apenas hablaba, no parecía que se encontrara en la mesa, sino meditando algo que le dejaba una sonrisa bobalicona en la cara. Esmeralda se rió por lo bajito pero no dijo nada, su hermano sin embargo, pareció salir de su estupor y la miró extrañado.
—¿Qué ocurre Esme?
—Nada.
Bruno resopló pero no replicó, se centró en su comida y miraba a su alrededor, sintiendo que estaban conspirando algo en contra de él. Negó con la cabeza y procuró no hacer caso. En realidad lo único que deseaba era volver a su habitación y seguir charlando con su amada.
Al cabo de un rato, puso mala cara y dejó el tenedor en el aire cuando de repente todos estallaron en carcajadas. Sin poder evitarlo, se sonrojó y puso los ojos en blanco.
—Ya vale —dijo fingiendo estar muy molesto.
Ninguno le creyó ni por un instante. Siempre había sido incapaz de levantar la voz o enfadarse por nada.
—Ay, hermano —Esmeralda le cogió de la mano y le miró a los ojos—. Es un verdadero placer verte tan enamorado y feliz.
Bruno le dio un ligero apretón en la mano a su hermana y le guiñó un ojo. No hacía falta que le respondiera y le dijera que esperaba que algún día ella fuera así de feliz. Se entendían a la perfección y se adoraban. Siempre habían estado muy unidos por lo que era un gran consuelo para ella en los momentos difíciles, sobre todo su innegable presencia en el día a día.
—Bueno cariño, dime, ¿ya tienes tus votos? —intervino su madre.
—Estoy en ello —dijo volviendo a tener una expresión embelesada.
Era lo que ocurría cuando la imagen de Valeria inundaba todos sus pensamientos, no podía evitarlo.
Mientras hablaban de lo poco que quedaba para la ceremonia, Esmeralda sonreía para sus adentros y recordaba a la pobre novia y sus dificultades para encontrar las palabras perfectas para decirle a su amado en ese gran momento. No sabía por qué, pero dijera lo que dijera, mientras saliera de su corazón y de sus más sinceros sentimientos, serían las adecuadas y sin duda perfectas.
—¿Crees que tu amigo Michael vendrá?
Esmeralda se volvió al oír su nombre. Era un chico que frecuentaba su casa, pero que no le hacía mucha gracia. Por algún motivo extraño, no le gustaba su presencia y sin embargo su madre parecía tener debilidad por él. Quizás porque era el mejor amigo de su hijo mayor.
Sin embargo ella nunca se sentía cómoda cuando él la miraba con sus profundos ojos oscuros, parecía que la fueran a devorar y le daba verdadero pavor. Sentir escalofríos no era una buena señal, y menos cuando querían emparejarla con el que le causaba ese estado.
—No tengo ni idea, hace tiempo que no le veo. Desde que ocurrió aquello —dijo muy serio refiriéndose al incidente con Valeria y su padre biológico—, no ha pasado mucho por aquí, ya sabes. Le dije que viniera a verme, pero sigue tras las colinas y no me ha dado una respuesta a la invitación de la boda.
—Nunca me ha gustado aquella zona —intervino Esmeralda, para cambiar de conversación. Sabía que su madre solo insistía porque pensaba que si estaban algún tiempo juntos, quizás podría enamorarse de nuevo y ella procuraba evitar darle pie a esas insinuaciones—. El límite del plano es como una fina línea entre el mundo de los humanos y el nuestro y siempre me ha parecido un lugar algo peligroso. Parece que allí la gravedad te empuja a salir de la ciudad y me da un poco de miedo, la verdad.
Su madre la miró, entendiendo que no deseaba continuar hablando de Michael. Su padre en cambio, parecía que compartía su antipatía por el joven brujo, que con veintidós años, solo tenía uno más que ella y sin decir ni una palabra, sonrió. Bruno simplemente siguió pensando en el día más importante de su vida, sin percatarse de que su madre tenía planes concretos para su hermana pequeña.
Los días se sucedieron con rapidez. Era asombroso lo despacio que parecía pasar el tiempo algunas veces y lo veloz que era en otras ocasiones.
El sábado, los nervios, mezclados con la felicidad e ilusión, estaban a flor de piel y no solo para los novios. El ambiente estaba cargado e impregnado de buenos sentimientos y se notaba con solo acercarse a casa de Valeria y Cintia.
Todo estaba espléndido: las flores, las caras sonrientes y los preparativos para alojar a los invitados para la gran cena que se serviría tras la ceremonia.
Muchos brujos se acercaron al jardín trasero, que era completamente abierto. No todos los habitantes de Valle Azul acudían a las ceremonias, sin embargo era normal que la mayoría se aproximara para estar presente aunque quedaran a cierta distancia entre la multitud, para enviarles buenos deseos y quien lo deseara, también regalos para los novios o sus familias.
En esta ocasión, y no era una sorpresa, había miles de personas congregadas para la celebración que estaba a punto de comenzar.
Sin duda la noticia de lo que hizo Valeria para salvarlos a todos, les habían llevado a estar allí para agradecerle lo que hizo por ellos.
Muchas capas azul marino abrumaban a los protagonistas de ese día tan esperado que ya casi estaba por terminar, porque sin duda era algo poco usual, que gran parte de la comunidad de brujos se acercara hasta allí para dar sus bendiciones.
Los Maestros dieron comienzo cuando la luna alcanzó su plenitud, era un ritual que no podía cambiarse, ya que se decía que la unión entre dos brujos era algo más que un compromiso, era el comienzo de un nuevo legado y debían celebrar las tradiciones para que contaran con fortuna en sus vidas y las de sus descendientes.
Los cuatro dieron pie para que los demás brujos se unieran en el cántico y a su término, los novios bebieron de unas copas de cristal con un líquido azulado brillante. Se decía que se trataba del agua del Lago y contenía ingredientes místicos para fortalecer los lazos entre la pareja. Y así, unidos de sus manos y con miradas cargadas de amor y promesas, tras formular sus votos y recibir las bendiciones de Los Maestros, finalizó la ceremonia.
Continuaron en el altar, sentados para saludar y dar las gracias a todos los presentes durante lo que les pareció bastante tiempo. Ambas familias les ayudaron a poner los regalos en un lugar seguro mientras que Los Maestros aguardaban para dar comienzo a lo que sería una cena tardía.
Esmeralda tenía la mente en blanco mientras paseaba por los alrededores. Había estado tanto tiempo sentada, que incluso esa postura le resultaba ya agotadora. Pensó que le vendría bien dar una vuelta y se alejó del tumulto de personas que había en casa de su ahora cuñada.
Se sobresaltó cuando una misteriosa flor voló cerca de ella y acabó por detenerse a sus pies. Era una especie que no conocía, de un color grisáceo y casi le dio miedo cogerla, pero pensó que nada tenía que temer de una simple planta. Vio que en uno de sus pétalos había algo escrito; eran letras con un color fuego, como si pequeñas llamas estuvieran formando una palabra: Michael.
Cuando dijo el nombre en alto, la flor desapareció, quedando solo cenizas en el aire. Sintió un miedo atroz al ser consciente de que era una advertencia, o una amenaza. Ninguna de las opciones la tranquilizaba. Miró a un lado y otro y no vio a la persona cuyo nombre acababa de pronunciar. En lo que sí se fijó es que su corazón latía con fuerza y no tenía ni idea de qué querría significar aquello.
Una presencia muy reconocible la alertó, y no es que le tuviera miedo, pero sabía que había sido testigo de aquello y sí temía la reacción de Bárbara, una de los cuatro Maestros.
—¿Te encuentras bien, querida?
—Yo… —tragó saliva con dificultad, su respiración era errática y tuvo que respirar varias veces hondo para sosegarse—. No tengo ni idea de lo que acaba de ocurrir, ni de quién era el mensaje.
—Oí el nombre, pero puedo asegurarte que Michael no se encuentra aquí ahora. Es más, esa magia no provenía de este plano por lo que te aconsejo que tengas mucho cuidado, ¿de acuerdo?
—Por supuesto, Maestra.
Bajó la mirada consternada y esperó a que continuara.
—Por favor, si vuelve a ocurrir algo así, no dudes en contactar conmigo, o con cualquiera de nosotros de inmediato.
Esmeralda miró a Bárbara, cuya apariencia era casi tan joven como ella misma a pesar de tener mil años. Nunca había notado ese matiz de alarma en su voz, lo que le dio que pensar que lo que había pasado era algo mucho más peligroso de lo que querría admitir delante de ella. No se atrevió, sin embargo, a contradecirla o preguntar sobre la raíz de ese sentimiento.
La expresión seria en alguien tan importante le resultaba intimidante, así que guardó silencio. Vio que los tres Maestros sentados en sus sillas a la espera de la cena, la miraban con mucho interés. Un ligero escalofrío la recorrió por todo el cuerpo y pensó que acababa de hacer algo realmente mal, aunque no supiera el qué.
No quiso hacer partícipes a sus padres de lo sucedido. Solo les causaría malestar y desde luego no era el momento ni el lugar para comentar el asunto. Trató de pasar la velada lo más serena posible, aunque le costara. Quería que su familia guardara buenos recuerdos de ese día tan especial.
Tampoco es que supiera con seguridad qué consecuencias podría tener que apareciera una magia extraña en el plano Místico, donde habitaban solo las personas que poseían el don de la magia. Si lo pensaba bien, era algo de lo más corriente, pero la intervención de Bárbara, le había dejado claro que allí había algo más. Sin duda en algún momento se enteraría de lo que era.
El capítulo uno lo podéis leer aquí.
¡Hola Carol! Gracias por regalarnos este capitulazo. Te he nominado como mejor blog, para más info aquí => http://www.romanticon.es/2014/11/mis-nominados-mejor-blog.html
ResponderEliminarMuchísimas gracias guapa!!!! Es todo un honor recibir un premio así, significa que lo valoras y eso es muy importante para mí. Un abrazo enorme!!! Enseguida lo pondré ;)
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