¡Saludos!
¿Os animáis con un nuevo fragmento de "Amor a fuego lento"?
[...]
Ashley
necesitaba un momento para reponerse.
Por un segundo,
sintió que se derrumbaba, que la presión la sobrepasaba. Se sentó en el césped
y se tapó la cara con las manos. No quería llorar, pero notaba que no podía
evitarlo, y se dejó llevar por un momento de debilidad.
Intentó
serenarse, y cuando creyó que lo había logrado, escuchó una voz desconocida a
su espalda. Alguien hablaba por teléfono, y no había reparado en que ella
estaba allí debido a la tenue iluminación.
—Mañana
comenzamos… sí, claro que tengo ganas…
Ashley se giró
y comprobó que era Gérard. No quería cotillear, y pensó en un modo de
escabullirse sin que la viera y se pudiera sentir violento.
—Es muy guapa,
sí… no sé, mamá, supongo que podrías conocerla al final del curso. No creo que
sea buena idea aparecer aquí solo para decirle hola a Ashley —comentó
dubitativo—. Sí, es más guapa en persona, deja de preguntar —se quejó con una
risita nerviosa.
Ashley quería
morir de la vergüenza. No sabía cómo escapar de allí sin que la viera, porque
cada vez estaba más cerca, y era inevitable que ocurriera justo eso.
Y entonces él
miró al frente y se encontró con su asombrada e incómoda mirada. Sus palabras
resonaban entre los dos como un eco. Un momento de lo más violento. Ashley se
puso de pie despacio. Gérard carraspeó.
—Luego te
llamo, mamá. Te quiero.
Colgó el
teléfono y se quedó quieto, con las manos en los bolsillos y visiblemente
incómodo. A pesar de que no podía asegurarlo por las sombras que se proyectaban
en su rostro, Ashley casi podía notar que estaba rojo como un tomate. Desde el
primer momento vio que era tímido, y supo que tenía que decir algo para que no
se sintiera más nervioso, o no podrían hablar con normalidad el resto del
tiempo que iba a durar el curso.
—Lo que has
oído… perdona… es una tontería… —balbuceó alterado por completo.
Se amasó su
pelo castaño y le quedó una cresta hacia arriba. Ashley trató de no reír.
Caminó unos
pasos para acercarse, y notó que se ponía en tensión. Le dedicó una sonrisa
amistosa y aunque le pareció un tanto atrevido, levantó una mano y peinó los
mechones que habían quedado de punta.
Él se
sobresaltó al principio, ya que no esperaba que ella se fuera a poner a tocarle
el pelo. Era tan suave que Ashley sintió un hormigueo en las yemas de sus
dedos.
—Procura no
hacer eso mañana ante las cámaras, o quedarás inmortalizado con todo el pelo
revuelto —bromeó.
Gérard soltó
una risita nerviosa y dio un paso hacia atrás para alejarse de Ashley. Esta
podría haberse ofendido por un gesto aparentemente frío o descortés, pero había
algo en él que la conmovía. Tal vez se pasó al traspasar su espacio personal
cuando no hacía ni un día que se conocían, y más al ser obvio que no parecía la
clase de hombre que es lanzado o con un carácter abierto, pero había sido un
gesto impulsivo. Tendría más cuidado la próxima vez que estuvieran tan cerca.
Pensó en algo
que decir para aligerar el ambiente.
—Así que, ¿tu
madre te añora?
—Sí, bastante
—asintió con la cabeza con aire pensativo—. Hace meses que no voy a Francia, ni
por una visita rápida, y pasará otro más sin que pueda hacerlo, pero bueno.
—Mi familia
también está lejos, en Miami, y no hace ni una semana que no les veo, pero ya
estoy deseando tenerles cerca —añadió con la voz entrecortada.
Quería hablar
con su madre, abrazarla y contarle lo que ocurría, porque junto a su padre y su
hermano, eran las personas que jamás la juzgaban, y siempre podía sentir su
apoyo y su cariño en los momentos difíciles.
Una lágrima
solitaria se derramó por su mejilla y la limpió con rapidez, pero Gérard se
había dado cuenta. La miró con preocupación.
—¿Estás bien? —inquirió
sin dejar de mirarla fijamente con esos preciosos ojos azules—. Un mes se pasa
con rapidez. Te reunirás con ellos antes de que te des cuenta.
—Sí, yo… si te
soy sincera, ahora mismo me preocupaba otra cosa, y creo que por eso les hecho
más de menos —declaró con los sentimientos a flor de piel.
Asintió sin
saber muy bien qué decir para animarla. Era obvio que estaba alterada por un
tema personal, pero no quería invadir su intimidad haciendo preguntas
inapropiadas.
Gérard no era
propenso a hablar porque sí, y menos con desconocidos, pero sentía que debía
hacer un esfuerzo, superar su timidez e intentar que Ashley se sintiera mejor.
Su tristeza le estaba haciendo sentir algo extraño por dentro.
—Yo me llevo
bien con mi familia, al menos a veces, pero mis hermanos son insoportables, y
por eso llevo casi tres años aquí en Madrid. Prefiero acordarme de ellos desde
la distancia —bromeó.
Lo cierto era
que les quería a todos mucho, a sus padres y a sus dos hermanos mayores, pero
vivir y trabajar bajo su sombra, resultó ser una carga toda su juventud, sobre
todo por la dureza constante de su padre, y ahora se sentía libre. Podía ir de
visita cada mes, pero adoraba su soledad, su espacio.
Ashley se rió.
Notó que hablaba de ellos con cariño a pesar de admitir que prefería
distanciarse un poco.
—Bueno, espero
que tu novia y tú lo paséis muy bien estas semanas.
Gérard la miró
extrañado.
—¿Novia?
—Oh, yo pensé
que Olivia…
Él se echó a
reír.
—Qué va, ella
es mi compañera de trabajo, es camarera en el restaurante en el que yo soy
cocinero. Somos buenos amigos desde que me mudé, y ella… te aseguro que jamás
saldría con un hombre —musitó en voz baja.
Ashley lo
escuchó y llegó a la conclusión evidente.
—Ah, entiendo
—dijo con una sonrisa comprensiva.
Gérard la
contempló unos segundos. Hacía algún tiempo que conocía el secreto de Olivia, y
lamentaba que se le hubiera escapado. Su mejor amiga en el mundo había sufrido
mucho por su inclinación sexual, y hablar sobre ello con alguien extraño, era
un error que ya no podía enmendar. Al menos no parecía que Ashley pensara que
era un bicho raro. Desde luego no se la veía asombrada ni nada por el estilo.
La familia de esta, era bien distinta con ese tema.
—¿Puedo
preguntar de quién fue la idea de apuntarse a este curso? —inquirió con aire
conspirador.
—Ya, eso…
Olivia es muy admiradora tuya. Lo cierto es que seguimos tu web desde hace más
de un año, aunque eso no me ha convertido en un experto, ni mucho menos —se
burló de sí mismo—. En cuanto se enteró de que venías para hacer un programa de
televisión, me dijo que teníamos que apuntarnos. Hasta consiguió que nos dieran
permiso en el trabajo y todo.
—Te insistió
hasta que no te quedó otra, ¿no? —expuso con una sonrisa.
—Es un buen
resumen —admitió alegremente.
—Bueno, espero
poder enseñarte mejor ahora que estás aquí. A los dos, claro —se corrigió.
Asintió algo
cohibido.
Ashley no pudo
evitar fijarse en que era muy guapo. Mediría un metro ochenta, ya que le sacaba
unos quince centímetros más o menos, y bajo el vaquero y el jersey, podía
apreciarse un cuerpo atlético. A sus treinta y tres años, parecía mucho más
joven.
Cuando se dio
cuenta de que le observaba fijamente, soltó una risa ahogada y se frotó los
brazos con ímpetu. Empezaba a congelarse, ya que su cuerpo temblaba cada vez más,
y no creía que fuera por la excitación que empezaba a recorrerla de arriba
abajo en un momento tan inadecuado.
Debía borrar de
su cabeza esos pensamientos. Ya.
—Me muero de
frío, así que voy a entrar —indicó con cierta urgencia.
—Bien yo, si no
hay nada más que hacer por hoy, creo que me quedaré un instante aquí fuera, y
luego me iré a descansar.
—Ahora nos toca
un pequeño respiro, pero mañana a las nueve tenemos que estar en la sala de
reuniones —explicó mientras daba pequeños pasos en dirección a la casa.
—Te veré
entonces.
—Por supuesto.
[...]
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¡Felices lecturas!
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