Etiquetas

martes, 27 de mayo de 2014

Capítulo 5 de "Un viaje salvaje"

Y... continuamos, espero que os guste, animaros y comentad lo que queráis. 
Saludos.






5






Los siguientes días los pasamos todos juntos visitando la ciudad. Carmen tiene que estar trabajando en su estudio fotográfico y se disgusta al pensar que no puede pasar el día entero con Andy, me llama la atención que estén tan inseparables cuando apenas se conocen. Johnny y yo también lo estamos aunque por distintas razones. Candice no termina de creerse que nosotros salgamos juntos por el hecho de que acaban de presentarnos y se nota que recela de los motivos por los que permanecemos juntos todo el día.
A mí me parece de lo más normal su actitud, ya que ni yo misma me pondría a salir con alguien a quien apenas conozco, pero mi falso novio no se separa de mí aunque debo decir a su favor que es un perfecto caballero en todo momento. Es atento, amable y considerado; en ninguna ocasión hace alusión al beso que nos dimos ni intenta nada conmigo, lo que por una parte me alivia y por otro lado me decepciona. Está claro que para él no fue más que una actuación y aunque a menudo lo pillo desprevenido observándome con interés y con algo más que no consigo determinar qué es, procuro por todos los medios no hacerme ilusiones y recordarme que no es más que teatro.

El domingo estamos tomando café cerca de mi piso cuando noto que mi móvil está vibrando dentro del bolso. Tras disculparme, salgo de la cafetería pensando que es Carmen avisándome que sale antes, lo cual me viene bien para tomarme un descanso de las miradas de odio de Candice y Maya. “Estas dos me tienen harta” pienso para mis adentros.
Mi sorpresa es mayúscula cuando veo que es mi madre la que llama. Es muy raro que a media tarde esté libre y pienso que ha debido pasar algo. Contesto rápidamente y salgo fuera.
—¿Qué pasa mamá?
—Hola hija —me responde extrañada—, ¿qué pregunta es esa?
—Pues tú dirás, me extraña que me llames a esta hora, ¿no estás trabajando?
—En realidad no —dice. Se produce un momento de silencio—. Tengo que comentarte algo con respecto al piso.
“¡Vaya, tiene que ser eso!”, desde que mi padre me dijo que han pensado vender el piso en el que estoy viviendo -por ahora-, he tenido miedo de que me llamen y me digan que ya han encontrado a un comprador. Estoy segura de que esa preciosidad no estará a la venta mucho tiempo, pero deseo con todas mis fuerzas que al menos pueda estar las dos semanas que planeé quedarme, porque no tengo ningunas ganas de quedarme con mi madre. Siempre está fuera trabajando, sería un aburrimiento no poder invitar allí a nadie y tampoco poder tener la libertad que me da el hecho de tener mi propio espacio para ir y venir a mi antojo. Al estar saliendo hasta tarde cada noche, estoy convencida de que mi ritmo de vida actual no sería tolerado allí. Quedarme con mi padre no es una opción, porque además de que vive bastante más lejos, ahora tiene una nueva novia y no me apetece molestar, además de que sería un poco violento para ambas convivir sin conocernos siquiera.
—Me han llamado de la inmobiliaria. Antonio, uno de los agentes, va a enseñarlo esta noche —mientras habla, mi mente no para de dar vueltas a todo el asunto—. Hay una pareja interesada y al parecer, con el trabajo no pueden visitarlo en otro momento. Les he dicho que no hay inconveniente, pero deberías ir a arreglarlo un poco.
Su tono implica una orden y no una sugerencia. Uno de mis defectos no es precisamente el de ser una mujer desordenada, pero mi madre es una maniática de la limpieza y no soporta que haya una mota de polvo o que cualquier cosa esté mínimamente fuera de su sitio.
—Ya —es mi seca respuesta.
—¿Necesitas ayuda con algo? —me ofrece.
—No te preocupes —le aseguro. No puedo distinguir si tengo más ganas de gritar o de echarme a llorar. “Ambas cosas creo yo”—. Dime la hora y todo estará listo.
Y yo estaré fuera de mi propia casa. Claro que no es mía y empiezo a sentir que nunca lo ha sido. Tengo que olvidarme de mi precioso piso, que aunque ha estado vacío durante mucho tiempo, no puedo dejar de considerarlo mío.
Tras colgar, me doy cuenta de que solo tengo unas pocas horas para recoger un poco y limpiar lo que pueda haber dejado sucio. Soy consciente de que no tardaré demasiado, pero el solo hecho de tener que hacerlo para que unos desconocidos examinen cada rincón, me da náuseas.
Entro de nuevo y me acerco a la mesa que están ocupando mis amigos y me siento en silencio. De repente se quedan callados y observan detenidamente mi extraña actitud. Me sorprende que todos me miren de ese modo, hasta que Ellen tan amable como siempre, se interesa por el motivo por el que estoy tan seria. Enseguida intento disimular para que no se preocupen, ya que de todas formas no me imagino que ellos vayan a verlo como algo por lo que sentirse triste. Estoy segura de que mis amigos, que tienen varias casas y al igual que yo recorren el mundo alojándose en diversos hoteles, no entenderán el apego que le tengo a mi pequeño piso, el cual he dejado abandonado durante largas temporadas y que ahora estoy a punto de perder para siempre.
Apenas viví en él durante un año antes de irme a Santa Mónica de forma definitiva y varios fines de semana a lo largo de estos cinco años, pero por alguna extraña razón me está costando asimilar que pronto no será más que otro recuerdo. Llevo tiempo dándole vueltas a la idea de comprárselo a mis padres, pero no sé si estarán dispuestos a ello. No estoy muy segura de la cantidad de dinero que costará un piso como este en el centro de Madrid, pero seguro que puedo arreglármelas para administrar varias propiedades, contando con la mía al otro lado del océano.
La verdad es que debería decírselo cuanto antes, porque si la agencia toma una decisión y se vende pronto, poco podré hacer, aparte de lamentarme, y mucho.
—Mis padres van a vender mi piso y hoy viene una pareja a visitarlo.
—¿Es tuyo y lo van a vender tus padres? ¿Por qué van a hacer eso? —pregunta Johnny que está a mi lado.
—Me lo regalaron hace años, pero sigue estando a nombre de mis padres y ellos lo pagan, claro —les digo—. Mi padre… —¿cómo explicarles toda la historia sin dar demasiados detalles?— quiere comprar una casa con su nueva novia y como el piso está vacío la mayor parte del tiempo han decidido quitarse ese peso de encima.
—¿Venden tu piso para que tu padre se vaya a vivir con su amante? —pregunta maliciosamente Candice.
La miro con extrañeza y veo que Ellen y Matt se escandalizan. Ellos conocen toda la historia y aunque no saben que él pronto me presentará a su pareja, están al tanto de que mis padres están divorciados desde hace muchos años.
Le explican brevemente la verdad a Candice, que se queda decepcionada al saber que la situación es más normal de lo que a ella le hubiera gustado. Estoy segura de que le encantaría que mi familia se viera envuelta en un escándalo de talla mundial.
Recojo mis cosas y me levanto.
—¿Tienes que irte? —me pregunta Johnny mientras hace lo mismo y me rodea con un brazo.
Me he acostumbrado a su contacto y aunque sé que solo es una forma de hacer más creíble nuestra farsa, me gusta sentirle cerca. En este momento me reconforta enormemente tenerle a mi lado.
—Sí, necesito recoger algunas cosas —suspiro.
—¿Quieres que te acompañe? —me pregunta acercándose a mi oído.
—No sabía que te gustara limpiar y ordenar —digo bromeando.
—Me encanta, paso todo el día con una fregona en la mano —dice soltando una carcajada.
Todos observan atentamente nuestra conversación. Ellen y Matt nos miran fascinados y creo que intentan averiguar qué tipo de relación hay exactamente entre nosotros, ya que, aunque saben que no estamos saliendo, nunca me han visto acercarme demasiado a ningún hombre, lo cual siempre me ha venido bien, porque no puedo evitar pensar que el que tengo a mi lado ahora mismo puede ser mi perdición.
Candice y Maya se levantan y tras dedicarme una mirada de odio y envidia mal disimulada se dirigen al baño, donde muy posiblemente me pondrán más verde que la copa de los árboles en primavera. “Menudas arpías”, pienso.
Johnny y yo nos despedimos de todos y salimos a la calle. Caminamos en silencio unos minutos mientras nos acercamos a mi piso que no está muy lejos de allí.
Cuando entramos en el ascensor me siento bastante incómoda. Aquel reducido espacio hace que mi imaginación tome un camino que no es el adecuado, teniendo en cuenta que el objeto de todos mis deseos está apoyado en la pared opuesta de la cabina, a menos de un metro de distancia. Me observa con una expresión calculadora y me dan ganas de preguntarle a qué viene esa mirada suya, pero realmente dudo de que vaya a querer contármelo.
Al llegar a la tercera planta noto que me tiemblan las manos, tengo la llave en mi mano derecha y me da vergüenza que Johnny se dé cuenta de ese detalle, así que me acerco lo más rápido que puedo a la puerta y abro deprisa.
Dejo mi bolso y mis llaves en un pequeño armario de la entrada y me quedo quieta un instante. No me puedo imaginar que realmente quiera ayudarme con la limpieza y no se me ocurre preguntárselo siquiera, y menos aún sabiendo que mi dormitorio no está ordenado, así que le digo que se ponga cómodo en el sofá del salón mientras yo voy de un lado a otro revisándolo todo.
—¿No me vas a enseñar tu piso? —me pregunta con una sonrisa—. Es la segunda vez que vengo y aún no lo he visto.
Me da miedo lo que pueda pensar, aunque sé que es un espacio agradable, no tengo claro que Johnny, que está acostumbrado al lujo, pueda apreciar el encanto de un piso modesto aunque esté decorado con muebles de calidad. Todo es sencillo, sin demasiados adornos y muy práctico, aunque con pequeños toques de color aquí y allá, para que no sea aburrido. Desde luego el interior no tiene nada que ver con la arquitectura exterior. Es un edificio antiguo aunque muy bien restaurado y conservado, las reformas que hicieron mis padres hace años lo convirtieron en un lugar confortable y moderno, muy de mi estilo. Me dieron el gusto y pude elegir absolutamente todo lo que yo deseara, ya que iba a ser mi hogar. Pero soy consciente de que mis preferencia por lo sencillo, no son del gusto de todos. Mi madre siempre opta por algo más ornamentado y no le gusta mi decoración de líneas limpias y modernas. Cuando se terminó la reforma, solía decirme que parecía un piso de revista y no para vivir, a lo que yo añadía que eso no tenía nada de malo porque era lo que a mí me gustaba.
—¿Puedes esperar? Tengo que recoger un poco.
—Así que lo tienes todo patas arriba, ¿no? —me dice con esa voz tan sexy que tiene.
—Ni mucho menos —le respondo sonriendo— pero esta mañana lavé ropa y solo me dio tiempo de cogerla de la secadora, está todo encima de mi cama. Ya viste que Ellen me sacó a rastras de mi habitación esta mañana.
—Sí, cuando os escuché pensé que te estaba forzando a hacer algo… —dice con una risa diabólica. Deja la frase a medias arqueando las cejas con exageración.
Abro la boca por la sorpresa y sin poder evitarlo me echo a reír. Desde luego recordaba que cuando habíamos salido de mi dormitorio todos nos miraban con una extraña expresión y sobre todo Candice, que dijo textualmente: “Lo que hay que oír”. En ese momento no entendí a qué se refería, pero me habían escuchado decir: “No, no, no…“¡No hagas eso, suéltame!” una y otra vez, cuando mi amiga empezó a tirar de la ropa que yo tenía en mis manos y a dejarla esparcida de cualquier manera. Habían estado más de una hora burlándose a mi costa y yo ni siquiera me había dado cuenta.
—Qué gracioso —le digo poniendo los ojos en blanco. Me alejo negando con la cabeza.
Abro la puerta de mi vestidor y coloco la plancha encima de la tabla. Me gusta tenerla aquí para poner la ropa en sus perchas sin tener que llevarlas de un lado a otro y como tengo espacio de sobra porque es casi del mismo tamaño de la habitación principal, puedo dejarla fuera de la vista de las visitas como la que tengo en mi salón.
Al cabo de poco rato, está todo ordenado. Cuando entro en mi habitación, me fijo en que mi ropa interior está aún aquí. “Que desastre, Johnny podía haber entrado y haberlo visto…” Menos mal que se escucha la televisión en el salón, creo que estará entretenido un rato más, mientras acabo. Abro los cajones de un mueble donde guardo mis prendas íntimas. No me gusta mezclar toda la ropa, así que tengo un lugar separado para cada cosa, además de un armario solo para guardar mis zapatos.
¡Dios mío! Espero que no les dé por mirar dentro de los armarios cuando vengan a ver el piso…” pienso con un sujetador rosa en la mano. Debo llamar a mi madre para que, tanto el agente inmobiliario como la pareja, mantengan las manos alejadas de los armarios de mi habitación.
Me doy la vuelta y se me escapa un grito cuando veo a Johnny echado en el marco de la puerta mirándome con sorna. Haciendo un gesto con la cabeza, me señala lo que tengo en la mano y me pongo roja de la vergüenza mientras me giro, y guardo la prenda -que aún sostengo- en su lugar correspondiente.
—¿Te aburres o qué? —le pregunto casi gritando de la desesperación que me entra.
—No tengo ni idea de lo que acabas de decir —dice sonriendo.
Estoy tan alterada que he empezado a hablarle en español. Es una suerte que no lo comprenda, porque de repente me dan ganas de insultarle y llamarle de todo y ni se inmutaría.
—No he dicho nada —recapacito—. ¿Qué haces aquí? —le pregunto en inglés.
—Quería saber si te puedo echar una mano —dice a la vez que sostiene una prenda rosa en su enorme mano. Son las braguitas a juego con el sujetador que acabo de guardar.
—Dame eso —digo con furia tendiéndole la mano.
—Ven a por él —suelta riendo divertido mientras se lo pasa de una mano a otra—. Vamos —me reta con la mirada.
Me acerco a él e intento agarrar la prenda sin éxito. La sostiene en alto con una mano y como soy más baja que él no puedo recuperarla sin su cooperación.
—Deja de jugar como un niño —espeto indignada.
—¿No tiene ni un poquito de gracia? —pregunta muy cerca de mí.
Puedo sentir su aliento sobre mis mejillas encendidas. Noto que el pulso se me acelera y el calor se extiende por todo mi cuerpo en segundos. Él cambia su expresión y de repente parece que el juego se ha acabado… o se ha vuelto más peligroso, no lo sé.
Ya no hay burla en sus ojos.
Intento tragar saliva, pero se me hace difícil al notar su intensa mirada sobre mí. Sé que él también está sintiendo algo en este momento, porque respira con dificultad, aunque no soy capaz de distinguir cuál de los dos está más afectado por nuestra cercanía.
Baja ambas manos hasta dejarlas sobre mi cintura. Soy vagamente consciente de que algo resbala de su mano derecha y cae al suelo, pero todo carece de interés mientras noto su cuerpo tan cerca. Da un paso más hacia mí y nuestros cuerpos quedan totalmente pegados.
Un momento de lucidez en mi entumecido cerebro me hace recapacitar y pensar que lo que ocurre está fuera de lugar. No puedo dejarme llevar porque de un momento a otro el pánico me asaltará y volverá a suceder lo habitual. Las palabras: “No puedo hacerlo” escaparán de mis labios y todo cambiará. Como ocurre siempre.
Por alguna extraña razón, me siento cómoda a su lado, mi corazón late a toda prisa y percibo que mi deseo crece y crece. La razón me va abandonando por momentos.
—Me vuelves loco —dice con voz ronca junto a mi cuello.
Muerde suavemente el lóbulo de mi oreja y siento que me estremezco en lo más profundo de mi ser. Va dando pequeños besos por mi mandíbula hasta que en algún momento decide que ya ha dado bastantes rodeos y entonces me besa de verdad. En esta ocasión es más agresivo que la primera vez, no hay nadie observando y no lo hace para dar una lección a ningún ex novio. Lo hace porque lo desea y puedo sentirlo con cada contacto, cada respiración, cada latido.
Él también me está volviendo loca. Ahora mismo solo deseo que no se detenga jamás y ese pensamiento que cruza por mi mente me sorprende tanto que no sé si debo asustarme o sentirme aliviada por el descubrimiento.
Me sobresalto cuando se aleja unos centímetros de mí y con la mirada nublada por el deseo me sujeta por los muslos para que le rodee con mis piernas y quedar a horcajadas sobre él. Me agarro a sus hombros y él me sostiene fuertemente mientras me aprieta contra la pared y vuelve a besarme hasta casi dejarme sin aliento. Nuestras respiraciones y jadeos se mezclan y no tengo ni idea de quién de los dos está más entregado al otro.
Tira de mi pelo hacia atrás para besarme en el cuello y aunque mis sentidos están concentrados en un punto concreto de mi cuerpo en este momento, puedo sacar energías de alguna parte y respirar profundamente varias veces para recuperarme un poco.
Sus manos se mueven por mi cuerpo hasta recorrer cada palmo y cuando se detienen en mi pecho creo que me va a dar algo aquí mismo, noto un estremecimiento tan intenso que me hace gritar de forma entrecortada. Empieza a besarme de nuevo y siento que me separa de la pared y segundos después me echa sobre la cama para luego abalanzarse sobre mí.
Con manos expertas sube mi camiseta y desabrocha mi sujetador al mismo tiempo; pienso que si sigue así en pocos segundos no me quedará ni una sola prenda puesta. Por alguna razón inexplicable, estoy encantada con la idea y me propongo a hacer lo mismo con él. Paso mis manos por debajo de su camisa y le acaricio la espalda notando sus fuertes músculos. Voy subiendo la tela y me concentro como puedo en los botones de su camisa de algodón. Él me deja espacio suficiente pero sus besos no me facilitan la tarea. Cada vez que acaricio su abdomen noto que se estremece y cuando la desabrocho casi al completo aprovecho para acariciarle sin dejar ni un centímetro por explorar.
Se separa bruscamente de mí y se incorpora a medias, de un tirón termina de quitarse la prenda, con lo cual escucho que uno -o varios- de los botones saltan al suelo y se pierden en alguna parte. Cuando se deshace por completo de la camisa, se acerca lentamente hacia mí mientras me acaricia las mejillas y mira intensamente y con deseo mis pechos desnudos. Suelta un resoplido y pega su frente a la mía.
—Si no quieres continuar —me dice entre dientes, haciendo un esfuerzo para hablar—, dímelo ahora o no podré parar.
Con esa simple frase me derrito por dentro y unas terribles y poco oportunas ganas de llorar me invaden. Contengo las lágrimas como puedo, porque ha llegado el momento de hacer una confesión que estoy segura, hará que Johnny salga huyendo de mí para siempre.
Pero no puedo callármelo, dada la situación, tengo que hacérselo saber porque de lo contrario todo se descontrolará y no quiero eso. Deseo que sea algo especial y aunque estoy casi a punto de dejarme llevar, antes me toca soltarlo todo.
Me aclaro la garganta e intento respirar profundamente. Lo consigo a medias.
—Antes tengo que decirte algo —digo muy seria.
—Dime —me acaricia las mejillas con suavidad y me regala una de sus preciosas sonrisas.
Mientras me preparo mentalmente, creo que él puede notar perfectamente que me tenso debajo de él. Su mirada se torna preocupada y se aleja un poco para mirarme bien, entrecerrando un poco los ojos.
—¿Qué ocurre cariño? Me estás asustando —ve que hago una mueca de disgusto e insiste—. Por favor, dime qué te preocupa.
Su mirada es tan tierna que por un momento no recuerdo lo que tengo que decirle. Aunque no es algo que pueda olvidar con facilidad, ya que me atormenta en los peores momentos inimaginables y no es algo que una mujer, de veintinueve años, pueda ignorar fácilmente.
—Está bien, hay algo que debes saber antes de ir más allá —digo. Él asiente con la cabeza, instándome a continuar—. Yo… soy… —trago con dificultad y mi voz suena como un susurro por el miedo que encierran estas pocas palabras— soy virgen.
Se queda callado un instante y noto que tiene una mirada especulativa. Me río interiormente porque casi puedo ver cómo su mente intenta averiguar si digo la verdad o me estoy quedando con él. Sé que es algo como para sospechar en los tiempos que corren. Es raro que una mujer independiente como yo, nunca haya disfrutado plenamente del sexo en sus casi treinta años, pero ha sido algo que no he podido controlar. Nunca he tenido ninguna relación duradera como para que llegar a ese punto y la única que tuve, que duró casi un año ha sido mi peor pesadilla en ese sentido.
Algo me impedía dejarme llevar y entregarme por completo a Sebas y cada vez que estábamos a punto de hacerlo, me asaltaba un miedo irracional que me impedía continuar. No vi cómo una brecha invisible nos iba separando más y más, hasta que él decidió ponerle fin.
Johnny se incorpora y se queda sentado en la cama. Está muy serio y me siento tan vulnerable ante él que solo quiero echar a correr y esconderme. Con una mano agarro mi camiseta, que está cerca, y la uso para tapar mi desnudez con ella. Estoy tan avergonzada por mi confesión que desvío la mirada y sin poder evitarlo las lágrimas empiezan a brotar sin control.
—¿Lo dices en serio, no? —me pregunta con tono suave.
Le miro enfadada, aunque lo estoy más conmigo misma, por no poder controlar mis traicioneras lágrimas, haciendo que parezca una quejica delante de él.
—¿Tú qué crees? —le espeto furiosa.
—Está bien, perdona —dice con voz baja—. Me resulta difícil de creer que una mujer preciosa como tú nunca se haya acostado con nadie.
—Ya —le suelto con una risa amarga.
—Si te digo la verdad, no es la primera vez que dicen eso mismo —comenta pensativo—. Pero aquella vez… —se calla de repente y me mira desconcertado— lo siento, no quiero incomodarte.
Le sonrío. Este hombre que tengo delante es tan tierno, que casi no me lo puedo creer. Nunca lo hubiera imaginado de él. Siempre se ve tan extrovertido, bromista y directo, que no pensé que fuera tan sensible. Me hace gracia que piense que soy tan inocente. No soy ninguna niña como para no saber nada sobre sexo y crea que no lo he experimentado jamás.
Cuando estaba con Sebas, solíamos dejar volar nuestra imaginación, porque al comenzar nuestra relación, él se comportaba de manera comprensiva conmigo y quería darme tiempo para que me fuera acostumbrando a él. A menudo los preliminares le servían como distracción hasta que yo estuviera preparada para entregarme por completo y él estaba satisfecho con esa concesión, hasta que empezó a presionarme poco a poco y vio que no conseguiría lo que tanto deseaba. Sentí que me estaba obligando de alguna manera y no me resultaba nada agradable pensar, que lo único que quería era sexo, y no estar conmigo. Con cada negativa mía, supe que se iba alejando más y más, aunque me negara admitirlo, incluso ante mí misma. Pero tenía claro que mi momento llegaría y cuando estuviera lista lo sabría.
Claro que yo no me podía imaginar que cuando estaba más que dispuesta a compartir ese paso tan importante para mí, él iba a decirme adiós para siempre.
—Tranquilo —digo sonriendo—, no me molesta ni me incomoda hablar sobre sexo. Además —continúo con voz sugerente—, creo que es una buena terapia para mí.
—¿Sí? —me pregunta con un susurro.
Se acerca a mí y me besa suavemente. Separa sus labios y sonríe de forma casi imperceptible.
—La única vez que me confesaron algo así, la chica me mintió y fue todo un desastre —dice negando con la cabeza mientras sonríe ante el recuerdo—. La peor experiencia de mi vida, créeme.
Nos quedamos mirándonos y sin saber cómo, empezamos a reír sin poder parar. Estamos así unos instantes hasta que escuchamos el timbre de la puerta y las risas se apagan rápidamente. Me quedo seria y con un gesto rápido me pongo el sujetador mientras que con una mano sostengo la camiseta. Me acerco a la puerta nerviosa, aunque aliviada al ver que Johnny ha reaccionado mejor de lo que me esperaba.
—¿Quién es? —pregunto mientras termino de arreglarme. Me miro en el espejo de la entrada y veo que mi pelo está hecho un desastre.
—Soy tu madre.
¡Mi madre! ¡Mi madre! ¡Mi madre!”, grito para mis adentros. La situación no puede ser peor, ahora sabe que estoy junto a la puerta y si no abro enseguida notará que pasa algo. Solo se me ocurre decirle la verdad, aunque no todos los detalles.
—Espera mamá, me estoy vistiendo.
—De acuerdo, espero.
Entonces me doy cuenta de mi error colosal. Hay un hombre medio desnudo en mi habitación, debe de tener el pelo tan revuelto como el mío y estamos los dos solos en mi piso. Mi madre no tardará en comprender lo que estábamos haciendo aquí hasta hace unos segundos. Sacará sus conclusiones, que aunque no estarán muy desencaminadas, no pueden ser más inoportunas.
Entro corriendo en el baño mientras aviso a Johnny de la inesperada visita. Al cerrar la puerta veo que está sorprendido, pero no tan asustado como yo mientras se viste y se recompone. Yo termino de asearme y con un cepillo arreglo el desastre que se ha ocasionado en mi pelo.
Salgo lo más rápido que puedo y no veo a Johnny por ninguna parte. Lo encuentro en el salón mirando mis libros tranquilamente. Cuando me acerco a la puerta estoy nerviosa y pienso que es una tontería que me ponga de esta manera; mi madre seguramente imaginará que no es la primera vez que estoy con un hombre, sobre todo porque cuando salía con Sebas ella estaba loca de contenta y me decía una y otra vez, que había “pescado” a uno de los buenos. Sé que ella sueña con un buen matrimonio y una familia propia para mí y no entiendo cómo puede pensar así en este siglo, pero claro, yo no soy tan conservadora como ella para algunas cosas. Teniendo en cuenta que ella se ha casado y divorciado pocos años después, no consigo comprender que quiera eso para mí, de verdad que no.
La dejo pasar; me está preguntando si necesito ayuda con algo, cuando repara en la presencia inesperada que hay en el salón. Johnny se acerca a nosotras con tranquilidad y los presento:
—Mamá éste es Johnny Harrison, un amigo que ha venido a verme desde Estados Unidos. Te aviso que no habla español —le digo son una sonrisa—. Johnny —continúo en inglés—, ésta es mi madre, Amalia Cantero.
Se estrechan las manos y se produce entonces, un momento de silencio bastante incómodo. No sé qué decir y solo deseo que mi madre se vaya para poder acabar de recoger el piso sin que esté vigilando cada cosa que hago.
—Me está ayudando a recoger un poco —le digo a mi madre—, nuestros amigos están en una cafetería y cuando termine nos iremos con ellos.
—Muy bien —dice mirando con interés a Johnny, veo que posa su mirada en el cuello de la camisa de éste y cuando yo hago lo mismo me doy cuenta de qué es lo que ha llamado su atención—. Si no necesitas nada, me marcharé. A las nueve llegará Antonio con la pareja que viene a visitarlo. Yo estaré aquí con ellos y cuando se vayan te avisaré.
—Vale, gracias.
Sale por la puerta y suelto todo el aire que había estado conteniendo sin ser consciente de ello. Me vuelvo hacia Johnny.
—Que desastre, seguro que piensa que estamos saliendo —le digo con desesperación— en breve estará preguntándome desde cuándo estamos juntos, seguro que pronto contará los meses que faltan para una boda por todo lo alto.
—¿Qué hay de malo en eso? Mi madre también suele hacer esas cosas, pero no lo hace con mala intención.
—Ya claro, pero ella no te habrá pillado nunca en plena faena, ¿verdad? —le digo mientras le señalo con el dedo el descosido que tiene su camisa—. Se ha dado cuenta de que te falta un botón y estará pensando… en lo que habrá pasado antes de que ella llegara.
—Ah —es toda su respuesta. Mira los hilos sueltos y se encoje de hombros.
—Voy a ir a buscarlo y te lo arreglaré, espera aquí por favor.
—De acuerdo, aunque tampoco es para tanto…
Voy a mi habitación y lo busco por todas partes. Supongo que no es nada importante, quizás estoy algo nerviosa y nada más, pero no puedo evitar sentirme algo incómoda por la inesperada visita de mi madre y mucho más por lo que estábamos haciendo un rato antes.
No hay ni rastro del maldito botón. “¿Por qué tienen que ser tan diminutos?”, pienso.
Me doy por vencida al darme cuenta de que es inútil seguir buscando. Termino de recoger mi ropa y doy un repaso al resto de habitaciones antes de entrar en el salón.
—Johnny, no hay ni rastro del botón —le digo con preocupación.
—No pasa nada, además, creo que deberías llamarme John —dice—. Todos mis amigos más íntimos lo hacen —me guiña un ojo.
—No somos tan íntimos, apenas nos conocemos —aclaro con desconcierto.
—Bueno, después de lo que acabamos de hacer en tu cuarto, creo que podemos decir que nos conocemos bastante bien, ¿no crees? —dice poniendo una pose pensativa.
Su sonrisa y su descaro me están dejando bloqueada y se me hace increíblemente difícil pensar algo coherente.
—¿Y qué les diremos a todos cuando se den cuenta? ¿Crees que no harán preguntas?
—Les diré que me enganché con algo —dice sin darle importancia.
—Claro, con tu mano —le digo irónicamente, negando con la cabeza—. Bueno, no queda más remedio, ya que no consigo encontrarlo.
—Venga no es para tanto —me dice, al parecer muy seguro de eso—. ¿Estás lista para irnos?
—Sí, vamos.

lunes, 19 de mayo de 2014

Una oportunidad que no puedes dejar pasar

Buenos días a todos!

Para empezar con buen pie la semana, nada mejor que aprovechar el gran descuento que os tengo preparado. 
Mi novela "Un viaje salvaje" estará a 0,89€ solo HOY y MAÑANA
(19 y 20 de Mayo)

Espero que os animéis a comprarla. Saludos!


Enlace de compra aquí.



jueves, 15 de mayo de 2014

Mi reseña sobre "Dibújame" de Grace Lloper



Es una novela erótica que pertenece a la serie: Santuario de colores.

Esta autora nos ha obsequiado con historias maravillosas que he tenido el placer de leer, pero debo decir que con esta novela se ha superado. 
Es sencillamente maravillosa. 

La narrativa es impecable, la forma de contar la historia fluye de modo que se hace muy fácil la lectura y la comprensión de los distintos puntos de la vida de los protagonistas. Éstos son muy carismáticos y únicos con sus personalidades y forma de actuar; son tan distintos entre ellos como la noche y el día, y aún así, se complementan a la perfección.
Cada uno de ellos pertenece a un mundo totalmente distinto al otro, los dos guardan muchos y -algunos oscuros- secretos que irán descubriendo en el tiempo que pasan juntos.

Grace te hará vibrar, querer llorar, reír y muchas, muchas cosas más con esta preciosa historia. Es una novela que no podrás parar de leer hasta terminarla, y por supuesto, te deja con ganas de más. 

La autora nos obsequia con un pequeño adelanto de lo que será la segunda parte de esta fabulosa historia, yo ya estoy deseando leerla, porque estoy segura de que me encantará, al igual que lo ha hecho la primera parte.

No pierdas tiempo y consíguela.

Os dejo su blog, donde podréis ver los primeros capítulos para que os entren más ganas aún de leer esta novela que no os dejará indiferente en ningún momento.





viernes, 9 de mayo de 2014

Capítulo 4 de "Un viaje salvaje"

Espero que lo disfrutéis! 



4




Cuando mi padre se ha ido, me quedo un rato en el sofá pensando en todos los cambios que se están produciendo. Está claro que él es más feliz que nunca, algo que sé que a mi madre no le hace mucha gracia por el hecho de que no es con ella, sino con otra mujer. No estoy muy segura de lo que siente por mi padre, jamás habla de ello y es muy difícil que le pueda sonsacar nada al respecto, pero es lo que parece cuando le menciona.
Otra cosa que cambiará es que el piso en el que estoy ahora mismo acabará ocupado por otras personas y eso me da mucha pena. No he pasado tanto tiempo en él como para que lo considere mi hogar, pero me encariñé desde el principio y por alguna razón siento como si perdiera una parte de mí misma. Aunque fue un regalo, o más bien un soborno de mis padres, siempre será mi primera casa y me entristece no volver a tener mi pequeño refugio cuando vuelva a Madrid.
Debería pensar en la posibilidad de comprárselo, aunque no sé qué pensarán al respecto.
Estoy a punto de llamar a Carmen por teléfono para salir un rato, cuando alguien llama al timbre. Por un momento pienso que es mi padre que ha vuelto por algún motivo y tras mirar a través del agujerito de la puerta, me quedo de piedra por la sorpresa cuando veo a la persona que hay al otro lado: Johnny Harrison.
Mi corazón empieza a latir frenéticamente, me quedo desconcertada y por un instante siento fastidio porque mi corazón se revele de esta forma cada vez que pienso en él. Ahora está a apenas un metro de distancia y me falta el aliento, tiemblo de expectación y noto que me sonrojo como una adolescente. Queda claro que estoy sufriendo alguna extraña clase de enfermedad de atracción hacia él, parece que no puedo evitar verle sin que mi corazón no se acelere. No debí seguirle el juego cuando me propuso fingir una relación. Ahora no estaría suspirando como una damisela de novela de época por un hombre que, ni es un caballero de armadura brillante, ni se interesa realmente por mí, sino que solo me usa como un escudo contra otra mujer a la que no desea. “Qué asco”, pienso molesta.
—Tess, ¿me vas a abrir? Sé que estás al otro lado de la puerta —me dice en inglés. El muy cretino.
Se me pasa por la cabeza ignorarle y dejarle en la calle, pero si alguno de mis vecinos lo ve y lo reconoce, estoy segura de que la noticia acabará en los periódicos y no me apetece estar en boca de todo el país por esto.
—Hola —le digo al abrir la puerta. Él me responde con una sonrisa torcida que casi me derrite por dentro y por fuera—. ¿Qué haces aquí? ¿Y cómo es que sabes dónde vivo? —le suelto hablando rápido por culpa de los nervios.
—Cuántas preguntas —dice soltando una carcajada sonora—, he venido a verte y sé dónde vives porque Ellen me lo ha dicho.
—Claro, la muy desgraciada —digo mascullando en español para que no supiera qué le estaba llamando a mi amiga, solo medio en broma.
Me cuesta creer que le haya dado mi dirección sin más. Cuando se la anoté en su agenda para que pudieran localizarme cuando vinieran a España, no me imaginé que la fuera a usar de esta manera.
Se me pasa por la cabeza que Johnny solo está escapando de su admiradora y pienso, algo malhumorada, que precisamente tiene que venir a mi pequeño refugio para alterarme. Desde luego es cierto eso de que las desgracias nunca vienen solas; después de la posibilidad de perder mi piso, a veces también se presentan en forma de morenazo alto y atractivo con una peligrosa capacidad para destrozar el corazón de cualquier mujer que caiga en sus redes.
Antes de sucumbir, solo tengo que recordarme que el encanto es parte de lo que es: un gran actor consolidado que sabe cómo obtener lo que desea. No pienso permitir que me maneje a su antojo.
—¿Vengo en mal momento? —me pregunta sin tener la cortesía de disculparse—. Tenía que salir del hotel porque me estaban acosando —explica sonriendo sin necesidad de mencionar a Candice— y de esta forma aprovecho para decirte que esta noche queremos salir a cenar a algún sitio y necesitamos una recomendación.
—Puedo dártela, claro, pero yo no pienso salir.
—¿Y eso? —pregunta contrariado—. Ellen contaba con que te apuntarías la primera, dudo que quieras que venga a por ti.
Johnny se refiere, cómo no, a la persistencia de Ellen para conseguir lo que quiere. Nadie le dice nunca que no, posiblemente una vez, pero viendo que no para hasta que aceptas hacer lo que ella desea, siempre acabas aceptando para que no te torture con su inagotable insistencia.
No tengo claro que sea una buena idea estar todo el día cerca de él, pero como parece que no voy a poder escapar de su cuñada, tendré que intentarlo y de paso procurar no perder la razón entre otras cosas.
—Muy bien iré —le digo sin estar convencida en absoluto.
—Estupendo, no olvides que tienes que fingir que estamos saliendo —dice cambiando su semblante. Seguro que ha notado mi expresión de cabreo y pensará que me echaré atrás—. Me dijiste que sí, ¿ya te has arrepentido?
—No te preocupes, nunca rompo mis promesas —le digo con tono brusco.
—Vamos, tampoco es para tanto. No tenemos que hacer nada… a no ser que tú quieras —dice con voz seductora, provocando escalofríos por todo mi cuerpo. Le pongo mi mirada más fría de cabreo y él se ríe—. Es broma. Solo me gustaría que permanecieras cerca para que Candice se aleje todo lo posible de mí. Por favor —añade suplicando en voz baja.
—De acuerdo, pero no te pases. Sobre todo —digo suspirando— debes hablar con tus hermanos y Ellen, y les aclaras que todo esto es un montaje como los de tu serie, solo que… con menos sangre y puñetazos —sonrío.
Desde la puerta Johnny me observa y repasa de arriba abajo como si me estuviera estudiando. Mi piel hormiguea allí por donde pasa su mirada y mis piernas están empezando a temblar. Algo inevitable dado que toda mujer se sentiría atraída por su extraordinario atractivo. Despacio, me adentro hasta el salón y me dejo caer en mi sofá predilecto. Él se sienta justo enfrente.
—Así que, ¿te gusta “Ley salvaje”? —me pregunta entrecerrando los ojos.
—Sí, me encanta. Me gusta que sea sangrienta —digo riendo—, sobre todo que pongas en su sitio a esos macarras sin escrúpulos. A veces te pasas con tanta brutalidad gratuita —continúo sintiéndome animada—, me gusta que tu personaje sea tan letal y despiadado como policía y tan sentimental y tierno con Emily. En las cuatro temporadas que habéis estrenado he visto que ha evolucionado mucho como persona, sobre todo con ese carácter tan voluble que tiene, creo que al final conseguirá…
De repente noto que se queda callado y yo me siento un poco tonta por haberme puesto a parlotear sobre la serie. A menudo soy una bocazas cuando se trata de algo que me gusta y me siento avergonzada por haberlo hecho delante de él.
Me observa con una intensidad que provoca estragos en la boca de mi estómago y a la vez que me sonrojo, me disculpo y hago un gesto con la mano para restar importancia a lo que estaba hablando. Me sorprende cuando me agarra la muñeca suavemente y se acerca hasta sentarse a mi lado.
—Te gusta de verdad, ¿no?
—Claro, estoy enganchada a la serie desde el principio —le digo sonriendo.
—Sí, a la gente le gusta la serie, pero solo dicen que salimos demasiado vestidos o demasiado poco a veces, que somos muy serios, que le gustan los coches y las persecuciones… pero nadie habla de los personajes y de cómo trabajamos sus personalidades. Es más duro de lo que todo el mundo piensa. Casi nadie se fija en los matices como tú —se calla un instante y sonríe de forma seductora—, y no soy en absoluto tierno, ya sabes que incluso en las escenas de sexo, mi personaje es un animal con Emily.
Me quedo de piedra. Detesto hablar de esos temas con nadie, noto que me estoy poniendo como un tomate y que no voy a poder disimularlo de ninguna manera. Me aclaro la garganta y como él se da cuenta de mi malestar me pregunta si estoy bien con expresión inocente. Ni siquiera se ha dado cuenta del motivo de mi sonrojo, algo que yo agradezco, aunque me mira de una forma extraña que no sé cómo interpretar.
Para cambiar de tema le pregunto si quiere pasear, mientras le explico a qué sitios podemos ir a cenar y le advierto que tenemos que hacer reservas lo antes posible, porque muchos de los buenos restaurantes estarán abarrotados y estoy segura de que a ninguno le apetecerá cenar en una hamburguesería.
—¿Por qué dices eso? —pregunta extrañado—. A mí me encanta la comida basura —dice riendo.
—No lo sé, imaginé que no te apetecería cenar en un sitio tan corriente.
—Entiendo —me mira y niega con la cabeza—. Crees que por ser alguien famoso y que cobra sumas elevadas, me siento superior y no voy a esos establecimientos, pero te aseguro que no es así.
—No quise decir eso —refunfuñé.
—Tranquila, no pasa nada —dice con una media sonrisa, me da la impresión de que no le ha molestado mi comentario, aunque la verdad es que no lo hice con esa intención—. Pero te aseguro que la fama no se me ha subido a la cabeza. No voy por ahí sintiéndome superior a la gente que va a mi alrededor, pero muchas veces la prensa solo habla de lo que le conviene.
—Ya. —Empiezo a darme cuenta de que no es la persona que creí en un principio.
—Así que ya sabes, no se te ocurra desprestigiar las hamburguesas en mi presencia, ¿entendido? —dice arqueando una ceja—. Con Ellen puedes hacerlo, no las soporta.
—Lo sé —le digo sonriendo.

Después de un breve paseo cerca de casa, quedamos en vernos a las nueve en el parking de uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Ellos se alojan en un hotel cercano y además es perfecto para tomar unas copas después, porque tiene cerca varios sitios muy buenos, me imagino que será una buena combinación para esta noche.
Johnny se queda en la entrada de su hotel y cuando nos estamos despidiendo veo a Carmen salir abrazada por Andy. En este momento los cuatro nos miramos y ponemos cara de circunstancias porque la situación no puede ser más extraña. Ahora veo porqué no me ha llamado en todo el día y solo me ha dejado un mensaje aceptando salir de cena esta noche. Enseguida la tomo del brazo y le sonrío maliciosamente.
—Tú ven aquí —le digo—. Nos vemos luego chicos —me despido en inglés de los hermanos.
Cuando estamos lo suficientemente lejos de la entrada del hotel para que no se nos escuche le pregunto a mi amiga casi gritando:
—¿Se puede saber qué haces con Andy Harrison? —pregunto exaltada. Suspiro y cambio mi tono por otro más moderado—. No hace falta que respondas, tu cara me lo dice todo —digo riendo.
—¿Pero tú le has visto bien? Con traje está buenísimo, pero ese vaquero ajustado… —dice mordiéndose el labio con exageración.
Las dos nos reímos a carcajadas mientras caminamos por la acera y Carmen me va relatando lo ocurrido sin dejarse ni un solo detalle guardado. Me siento un poco incómoda y no sé porqué, siempre nos lo contamos todo, aunque yo no tenga mucho que contar, pero ella siempre ha sido muy abierta de ideas en ese sentido y no le cuesta hablarme de sus intimidades. Le gusta compartir toda su vida conmigo, como es mi mejor amiga yo escucho siempre sus idas y venidas, y me gusta que confíe en mí como para que no tengamos ningún secreto.
Nos despedimos para encontrarnos en mi piso dentro de una hora, Carmen va a recoger algunas cosas a su casa y volverá para empezar a arreglarnos y seguir cotilleando sobre los atractivos actores que nos tienen tan encaprichadas a las dos. Claro que yo no pienso decirle que mis sentimientos empiezan a ser algo más que platónicos. Nadie tiene porqué saberlo, al menos mientras ni yo misma lo tenga claro del todo. No es que no confíe en ella, siempre ha guardado mis secretos y en especial uno muy delicado para mí, pero a menudo me cuesta trabajo exponer mis sentimientos y como sé que tarde o temprano confesaré, siento que de momento no estoy lista para hacerlo.
Me he arreglado a conciencia. Llevo puesto un vestido negro corto, con unos tirantes gruesos y un escote recto. Llevo unos tacones altos para estilizar mis piernas y mi pelo moreno suelto después de habérmelo alisado un poco con la plancha.
En cuanto Carmen me ve, elogia mi figura diciendo que estoy preciosa y agradeciéndoselo con una sonrisa veo que ella está aún más impresionante. Lleva un vestido blanco y gris a rayas y anudado al cuello, con unas sandalias de plataforma y un recogido sencillo.
La verdad es que nos parecemos bastante, ella lleva ahora unas bonitas mechas en el pelo y es unos centímetros más baja que yo, pero siempre nos han dicho que parecemos hermanas. Solo falta que sus ojos fuesen verdes como los míos y no azules, en ese caso incluso nosotras nos habríamos planteado la posibilidad de que fuésemos parientes, porque hasta nuestros gustos y forma de ver las cosas son similares.
Me miro con detenimiento en el espejo de cuerpo entero y sonrío conforme. No pretendo impresionar a nadie, pero… ¿a quién no le gusta ir a cenar con una apariencia perfecta?
—¿Estás segura de que lo tuyo con Johnny es solo un montaje? —me pregunta con voz socarrona y entrecerrando los ojos—. Parece que quisieras atraer todas sus miradas…
—No sé por qué dices eso, es evidente que está buenísimo, pero de ahí a querer algo con él… hay un abismo —le digo disimulando que estoy nerviosa.
—Prométeme que tendrás cuidado —dice seriamente.
—¿Por qué me dices eso? —le miro a través del espejo—. ¿Es que Andy te ha contado algo sobre su hermano?
—Claro que no —contesta sonriendo cariñosamente—, pero no quiero que vuelvan a hacerte daño —dice refiriéndose a una historia de mi pasado—. Yo tengo muy claro lo que quiero esta semana, y lógicamente no es algo duradero. Pienso disfrutar porque estoy cansada de esperar al hombre perfecto después de mi estrepitoso fracaso —se pone seria y me mira con preocupación—. Tú sin embargo me preocupas, sé que intentas esquivar las relaciones desde hace años, pero eso no quiere decir que ellas no vengan a ti, créeme cuando te digo que es difícil no caer en las redes de estos dos chicos.
Mi amiga suelta un suspiro y me mira mientras se encoge de hombros. Sonríe a la vez que me toma del brazo y me guía a través de mi piso hasta la salida. Yo mientras, voy dándole vueltas a la cabeza. A veces es abrumador que alguien te llegue a conocer tan bien, porque no puedes ocultarle nada aunque quieras. A menudo Carmen se da cuenta de cosas que ni yo misma soy capaz de ver y aceptar.
Cuando nos estamos acercando al restaurante donde hemos quedado con mis amigos estadounidenses, Carmen empieza a hablar sobre Andy y lo guapo que está. La verdad es que el look casual le sienta de maravilla, pero los trajes incluso mejor. Ninguno de los hermanos aparenta los treinta y cinco años que tienen. Johnny va algo más formal que esta tarde, lleva un pantalón negro de vestir y una camisa blanca que resalta su piel ligeramente bronceada. Los mechones de su pelo castaño le rozan la frente y me dan ganas de pasarle las manos para ponerlo en su sitio. Siento un hormigueo en mis dedos, que se va extendiendo por todo mi cuerpo cuando veo que me mira fijamente y después me repasa de arriba abajo. Esa sonrisa torcida me está volviendo loca y noto que se me están aflojando las rodillas. Se acerca a mí y después de decirme con zalamería que estoy muy guapa, me besa en la mejilla y me toma de la mano. Me recuerdo a mí misma que lo único que está haciendo es interpretar un papel para que una muy enfadada modelo rubia, la cual nos mira con cara de querer liquidarnos, piense que estamos saliendo y se aleje de él, al menos durante la semana que durará su estancia en Madrid.
Vamos hasta nuestra mesa y mucha gente nos mira con curiosidad. Es un restaurante muy exclusivo de la ciudad, pero los conocidos actores causan ese efecto allá por donde van y es inevitable que los presentes se percaten de quienes son. Al menos estoy casi segura de que aquí nadie se va a levantar de su mesa para pedir un autógrafo.
Me siento mal al ver a Candice sentada justo delante de nosotros dos. No me gusta mentir ni fingir, con respecto a nada, pero ya que he aceptado ayudar a Johnny a evitarla, y ella no deja de mirarme con cara de pocos amigos, debo al menos disimular e intentar que la semana sea lo más llevadera posible. Resignada pienso que los días que tenemos por delante van a ser muy largos…
La cena trascurre con una tranquilidad algo tensa a veces, la conversación es animada a pesar de que a Carmen le cuesta seguirla a menudo. Como está a mi lado, yo voy hablando a dos bandas y le traduzco lo que puedo mientras comemos. Andy a su lado charla con ella en susurros y a veces los escucho perfectamente, él procura hablarle en castellano aunque a menudo le suelta frases obscenas en inglés. Es entonces cuando me incomodo hasta los extremos y me giro para decirle cualquier cosa a Johnny que, sentado a mi otro lado me observa de reojo. Más de una vez noto que Andy me mira y es consciente de que puedo oírle y no sé por qué está siendo tan descarado, ya que aunque los demás no se están percatando de nada, yo puedo escucharle y no entiendo porqué no disimula mejor.
Carmen se disculpa y se va al baño. Yo aprovecho el momento para escapar de allí con ella y de paso poder serenarme, ya que mis nervios están más alterados con cada minuto que pasaba.
Me quedo frente al espejo esperándola y cuando sale sonriente le digo con malicia que deberían irse a la habitación del hotel de Andy, en lugar de seguir con la fiesta delante de todos. Me mira extrañada y me doy cuenta de que no ha sido consciente de que he podido oírles todo el rato. Se sonroja y veo que está tan embelesada con él que ni ha pensado que están en un lugar público y que deben ser más discretos con sus escenitas románticas.
Las dos salimos del baño riéndonos y cuando vamos hasta la mesa que ocupamos solo vemos a los gemelos hablando hasta que nos acercamos. Al parecer el resto ha salido a fumar antes de tomar los postres y están en una de las salas exteriores habilitadas para ello.
Carmen y Andy se ponen a cuchichear, su hermano y yo nos miramos sin saber muy bien qué decir.
Andy que me observa con una rara expresión me pregunta:
—¿Tess te encuentras bien?
—Claro —le digo intentando ocultar mi incomodidad por haber escuchado lo que le ha dicho a mi amiga durante la cena—. ¿Por qué?
—No, nada… —se echa a reír y yo estupefacta le miro y me doy cuenta de algo.
—Te estabas cachondeando de mí todo el rato, ¿no? —le pregunto con los ojos entrecerrados.
Andy no puede ni hablar, se echa a reír a carcajadas hasta que después de unos instantes consigue recomponerse.
—Lo siento, es que tenías una cara muy graciosa, solo te tomaba el pelo —me dice el muy desvergonzado—. No te enfades conmigo, anda, solo era una broma.
—Tampoco es para tanto —digo con tal de que se calle y pongo los ojos en blanco—. ¿No os ibais? —pregunto a mi amiga en español.
—Sí, nosotros tomaremos el postre en otro sitio, si no os importa —dice Carmen sonriendo descaradamente—. Vámonos.
Le toma de la mano y aunque Andy no ha entendido ni la mitad de lo que ésta ha dicho, queda claro que desea estar a solas con ella porque no pone ningún impedimento cuando Carmen le guía hasta la salida.
—¿Se puede saber a dónde van esos dos? —suelta Johnny extrañado.
No ha dicho nada sobre mi conversación con su hermano y no sé si es que está acostumbrado a su sentido del humor o estaba al tanto de la situación y se divertía a mi costa también. Prefiero ignorarlo de momento.
—¿En serio me lo preguntas? —le digo enarcando las cejas—. Llevan toda la cena lanzándose indirectas. Me extraña que no se hayan ido en mitad de la comida —le digo riéndome.
—Sí, creo que se gustan.
Me quedo pensativa y no le respondo. No sé qué decir y simplemente me encojo de hombros. Me mira fijamente y me siento algo violenta así que desvío la mirada y me quedo congelada cuando veo a quien tengo delante, a unas cuantas mesas de distancia.
A pocos metros de donde estamos sentados veo al hombre que me rompió el corazón hace más de cinco años y a su perfecta y adecuada acompañante.

Sebastián Garrido fue el novio perfecto: estudiaba una carrera universitaria mientras ayudaba a sus padres en las oficinas donde ambos ejercían como abogados; era amable, atento, comprensivo y paciente conmigo. Yo estaba perdidamente enamorada aunque no dudaba del hecho de que las relaciones podían romperse, como les pasó al matrimonio de mis padres. Creo que fue por ese hecho que no llegué a entregarme a él por completo.
Entonces era joven, pero no una ingenua, y pensaba que en el momento en que se lo das todo a un hombre, pierde el interés que pueda tener en ti. Sabía que eso solo les había ocurrido a algunas de mis amigas, pero era todo lo que necesitaba para postergar el momento de acostarme con él hasta estar segura de que era el amor de mi vida.
Cuando se acercaba el momento de nuestro primer aniversario intenté mentalizarme de que había llegado la hora de dejar mi inseguridad a un lado y dejarme llevar, como me decían mis amigas una y otra vez. Quería que fuese un momento especial, así que durante semanas seguía parándole los pies cada vez que se calentaba más de la cuenta. Yo también lo deseaba, no podía negarlo, pero eso no me alentaba a seguir adelante cuando estábamos juntos. Siempre había algo que me lo impedía, una sensación que hacía que a la vez que me incitaba a continuar, me empujaba a alejarme a toda prisa. No entendía el motivo, pero estaba decidida a olvidar mis miedos y luchar por una relación que creí que tenía futuro.
Dos días antes de nuestro aniversario lo tenía todo planeado: iríamos a cenar a algún sitio romántico, daríamos un paseo nocturno hasta el piso que acababa de estrenar gracias a mis padres y pasaríamos una noche mágica, juntos a la luz de las velas. Me había comprado para la ocasión un vestido muy primaveral y lencería atrevida, había ido a la peluquería y al spa, donde me había hecho todo tipo de tratamientos, incluyendo una depilación completa. Estaba con el móvil en la mano esperando a que Sebas me llamara para decirle que le invitaría a cenar aquel señalado día, cuando él apareció en mi puerta. Parecía nervioso, triste y preocupado por algo. En ese momento solo pensé que algo había ido mal en el trabajo ya que algunas noches llegaba en el mismo estado de la oficina. A menudo cenábamos juntos en mi piso, aunque solía llamarme antes de venir, lo que en ese momento me sorprendió un poco, pero yo me alegraba de verle y era lo que más me importaba. Al fin y al cabo, necesitaba los planes para nuestro aniversario. No pensé que se fuese a olvidar, pero por si acaso no iba a quedarme esperando a que él me regalara algo bonito y ya está, tomaría la iniciativa y por una vez sería yo la que organizara algo especial para los dos.
Pero con lo que no conté fue con el hecho de que él venía dispuesto a romper conmigo.
Tenemos que hablar” es una expresión que se suele utilizar en el cine cuando un chico le dice a la chica que se ha buscado a otra y que pasa de ella. Pues justamente él comenzó soltando esa frase y todo tipo de acusaciones contra mí, diciéndome que no le quería, no confiaba en él, que no pasaba suficiente tiempo a su lado porque prefería a mis amigas, que desaparecía de viaje cada vez que quería sin contar con nadie más… y en un momento dado, mi mente desconectó. Siempre había sido muy comprensivo en ese aspecto de nuestra relación. Trabajaba mucho y a menudo me animaba a pasar tiempo con otras personas cuando él estaba ocupado. Decía que era increíble que pudiera viajar tanto, él quería poder hacer lo mismo algún día y siempre me deseaba un buen viaje, aunque cuando estábamos juntos yo no solía irme con tanta frecuencia como cuando estaba soltera.
El tema de la confianza era discutible. Yo no quería meterme en la cama con él por miedo a que, aunque era un chico maravilloso, seguía siendo un hombre y pensaba que el sexo estaba bien hasta que uno de los dos se aburre del otro y al final casi con total seguridad son ambos los que salen heridos y con una relación rota e imposible de conservar, ni siquiera como amigos. Eso era lo que más temía de todo.
Estaba segura de que si le hablaba sobre lo que sentía, pensaría que era algo absurdo y aunque ni yo misma estaba segura al cien por cien sobre mis reflexiones sobre ese tema, le pedí por favor que no tomara esa decisión por los dos. Le aseguré que le quería y no deseaba perder lo que teníamos.
Su respuesta me dejó helada: “Ya está todo perdido”.
Se alejó de mi lado y de mi vida para siempre. Lloré sin parar durante esos dos días, Carmen vino a verme cuando supuestamente deberíamos estar celebrando nuestro aniversario y vi que estaba furiosa. Había hablado con ella por teléfono porque no deseaba ver a nadie, pero no es de esas personas que se dan por vencidas fácilmente y vino igualmente para saber cómo estaba en realidad.
Cada vez que me miraba la veía más enfadada, estaba segura de que no soportaba que mi ex novio me hiciera sufrir de esa forma, pero notaba que había algo que no me estaba contando. Parecía a punto de estallar por alguna razón que yo desconocía e intenté que me contara qué era lo que la enfurecía de ese modo. Pensé que habría roto con su novio, pero eran la pareja perfecta y dudé, hasta que me di cuenta de que Sebas y yo también formábamos una pareja perfecta, o al menos eso creí, pero que eso en realidad no existe.
Después de mucho rato discutiendo sobre el hecho de que debía olvidarme de él y pasar página, pude sacarle la verdad. Se había enterado de que Sebas ya salía con otra chica, y no cualquiera, sino la maravillosa y perfecta Maite Fernández. Ella trabajaba como secretaria de la madre de éste y ambos compartían el mismo despacho, ya que él ayudaba a su padre mientras estudiaba la carrera.
En ese momento me enteré de que Maite también estaba en la universidad con Sebas y que se conocían desde hacía varios años y aunque hasta ese momento no había pasado nada entre ellos, tras tomar la decisión de romper conmigo, porque ya no quería estar a mi lado, empezaron a verse.
Estaba confusa por toda la información que me estaba dando mi amiga, así que le pregunté cómo es que ella sabía todo eso; me explicó que había ido a hablar con Sebas a las oficinas cuando la interceptó Maite y le estuvo explicando lo sucedido. Al parecer era todo encanto y dulzura, pero eso no aplacó la ira de Carmen que intentó darle un puñetazo cuando Sebas apareció y las separó.

Aquello había quedado enterrado y olvidado, pero al ver al hombre que me amargó esos meses posteriores a nuestra ruptura, y a la preciosa rubia que estaba sentada a su lado, me doy cuenta de que yo no fui ni mucho menos su pareja perfecta, porque ante su actual novia no tenía nada que hacer. Sebas y yo no tenemos nada en común y aunque a mí eso me daba igual en el pasado, creo que tenía que haberme dado cuenta de ese detalle antes de haber llegado a enamorarme y estar a punto de hacer algo de lo que me hubiera arrepentido con el tiempo. Aunque tener que anular la reserva para la celebración de nuestro aniversario y devolver toda la ropa que me compré, me había humillado más que nada que hubiera hecho en toda mi vida, al menos no me había acostado con él. Lo que habría resultado más embarazoso todavía y algo que no tenía remedio posible.
Un instante antes de retirar la mirada, noto que la pareja nos observa. Johnny mira en la misma dirección que yo y notando mi malestar me pregunta quiénes son. Se lo digo sin intentar ocultar la verdad, ni el dolor que me hace sentir, el hecho de tener que explicarle que es mi ex novio y su nueva novia. Él me observa pensativo.
—Una bonita historia, supongo —suelta con sarcasmo—. ¿Qué pasó? Si puedo preguntar… —dice suavemente.
Bajo la mirada y por el rabillo del ojo percibo que la pareja se pone a hablar y se levanta. Por un instante creo que se van a marchar, pero empiezan a caminar hacia nosotros mientras observan a Johnny con interés. Está claro que el encanto de Sebas ha menguado con los años, de lo contrario no se acercaría a mí después de lo que me hizo y no arrastraría, literalmente, a su novia, a la que se le ve claramente incómoda.
—Vienen hacia nosotros, no me lo puedo creer —le digo apresuradamente—. Será capullo —mascullo en inglés para que el hombre que se acerca no pueda entenderme.
Sé que los idiomas nunca han sido su fuerte. A menudo me decía que la carrera que estudiaba no me serviría de nada, y aunque ahora eso me da igual, me encantaría restregarle por la cara el éxito que me ha proporcionado. Lo descarto de inmediato, porque la verdad es que espero que nuestra conversación sea lo más breve posible. Por un instante deseo que haya entendido lo que acabo de llamarle prácticamente en su cara.
Me doy cuenta de que no es así porque me sonríe de oreja a oreja. Maite se mantiene en un segundo plano y con la vista clavada en sus zapatos de tacón. La conocí poco cuando yo aún salía con Sebas y me había parecido una buena chica. Viendo su incomodidad, creo que no está a gusto plantándose delante de mí con él y eso dice algo bueno en su favor. Con quien realmente estoy enfadada es con mi ex, aunque después de tantos años sin vernos ha muerto cualquier sentimiento que haya tenido por él en el pasado.
Es increíble que esté incluso más guapo de lo que recordaba y viéndolos pienso que hacen una pareja ideal, ya que la mujer que tiene a su lado es preciosa, aunque me cueste admitirlo.
Johnny me sorprende cuando se levanta cogiéndome de la mano y dándome un beso en la mejilla, me susurra al oído.
—No te preocupes.
Suelto una risa nerviosa porque el roce de su barba me deja un delicioso hormigueo. Me sujeta por la cintura y me aprieta hasta que quedamos pegados el uno con el otro. Me siento radiante de felicidad cuando Sebas se da cuenta de nuestro acercamiento y su expresión se ensombrece. Intenta ocultarlo con una sonrisa falsa y a su vez toma a Maite de la mano, algo que interpreto como una muestra de inseguridad por su parte. Siento un regocijo algo perverso al ver que no está tan cómodo como aparenta y sin poder evitarlo me alegro interiormente. “Esto te pasa por querer vacilar”.
—Hola Teresa. Cuanto tiempo hace que no nos vemos —dice mirando hacia Johnny, éste mantiene una expresión impasible.
—Más de cinco años, desde que me dejaste plantada dos días antes de nuestro primer aniversario —le suelto sonriendo, aunque por dentro estoy que echo fuego en el mal sentido. Ni siquiera me mira, el muy imbécil—. Me alegro de verte Maite.
Me está afectando más de lo que creí, el tenerlo justo delante de mí. Pero no estoy dispuesta a dejar que lo vea. Además, me doy cuenta de que está muy ocupado admirando a mi atractivo acompañante e intento imaginar qué tipo de interés puede tener en él. Cuando menciono el nombre de la mujer, ambos me miran directamente. Él un poco sorprendido y ella avergonzada, se nota claramente que no desea estar aquí y me saluda tímidamente.
—¿No nos vas a presentar? —pregunta Sebastián señalando con la cabeza al hombre que me tiene apretada contra él.
—Claro —digo sarcásticamente—, éste es Johnny Harrison, supongo que lo conoces de la serie policíaca “Ley Salvaje”, ¿no?
—Sí —afirma entusiasmado.
Que desgraciado”, el muy idiota seguro que se ha acercado a nosotros para conocer a Johnny y parece haber olvidado los prejuicios que haya podido tener para presentarse con su novia.
—Johnny —le digo hablando en inglés tranquilamente—, este es Sebastián, al parecer un cretino insensible, y ella es su novia Maite —sonrío levemente sintiéndome satisfecha por insultar a mi ex en su cara sin que sea consciente y deseando decirle mil cosas peores.
Él, valorando la expresión de los dos, estrecha la mano de Sebastián sin apenas mirarle y cuando saluda a su acompañante, le sonríe amablemente. Por su expresión, parece que solo quiere ser educado, aunque no estoy segura.
—Sebastián… —dice pronunciando su nombre con cierto tono despectivo—. ¿En serio? —me pregunta a punto de echarse a reír—. ¿Ese no es un nombre de gato?
No puedo evitar reír y esconder mi cara en el hombro de Johnny para evitar soltar una carcajada y aunque estoy segura de que Sebas no han entendido el comentario, es evidente que me río de algo relacionado con ellos porque han oído su nombre. No dice nada al respecto y a cambio me sorprende cuando dice:
—Me encanta la serie “Ley Salvaje”, ¿crees que nos firmaría un autógrafo a Maite y a mí?
Me quedo de piedra. Por un momento pensé que se han acercado a saludar y conocer al actor, desde luego no esperaba una disculpa, no es algo que vaya con él; pero al menos creí que se cortaría un poco y sería amable y no un oportunista, después de haber pasado tanto tiempo.
Solo está frente a nosotros para que le firme un papel el famoso actor que está a mi lado.
Debe de haber notado mi rigidez porque enseguida Johnny me acaricia la espalda haciendo que me relaje con su contacto.
—¿Qué ocurre? —me pregunta en voz baja.
—Quiere un autógrafo, el muy gilipollas —digo entre dientes. Sebastián nos mira a uno y a otro sin entender nada.
—No me apetece firmar autógrafos, y menos a este tío —me informa destilando desprecio en cada palabra.
Sonrío ante el pequeño embuste. Sé que siempre firma posters, revistas y es amable con sus seguidores, pero me agrada que tenga ese detalle conmigo.
Tras negárselo de la manera más amable posible diciendo que Johnny no quiere que todos los comensales empiecen a reconocerlo y a pedirle autógrafos, Sebas se queda decepcionado y se despiden rápida y fríamente de nosotros para ir a su mesa, dejando claro que solo se han acercado con ese propósito.
—Lo siento —digo derrotada —ese tío no tiene remedio.
—No lo sientas, creo que te libraste de un idiota —dice seriamente— ¿me puedes contar qué pasó?
—No hay demasiado que contar —comienzo—, cuando salíamos yo creía que todo iba bien entre nosotros, pero justo antes de nuestro primer aniversario me dejó y al parecer celebró nuestra ruptura con la mujer que ahora está cenando con él —le explico desviando la vista hacia donde se encuentran, veo como él sigue observándonos a distancia—. Al parecer una relación no es de verdad si no hay sexo de por medio.
—¿Te dejó porque no te acostabas con él?
Me avergüenzo por haberme ido de la lengua, ojalá no hubiera abierto la boca. Ahora tengo a un hombre atractivo, y seguramente demasiado experimentado, mirándome sorprendido por lo que le acabo de contar.
—No exactamente… al menos tuvo el detalle de no mencionarlo abiertamente cuando me dejó —le digo sin poder contenerme.
Mi voz se va apagando y noto que vuelve a dolerme el corazón al recordar la amargura que me embargó los meses posteriores a nuestra ruptura. Yo creí que estaba siendo paciente conmigo, pero al parecer no lo suficiente como para dejar que yo decidiera el dónde y cuándo.
—Ojalá pudiera hacer que se sintiera tan mal como me sentí yo entonces —le digo con amargura.
Le miro y veo que entrecierra los ojos. Despacio se aproxima hasta quedar muy cerca y me acaricia el pelo para apartarlo hacia atrás. Deja sus dos fuertes manos detrás de mi cuello y me sostiene así hasta que acerca sus labios hasta los míos.
Me da pequeños besos suaves y entonces noto que me aprieta más contra él para profundizar el beso. Como estamos sentados, no puede acercarse más, pero entonces siento deseos de abrazarle y notar el calor de su cuerpo contra el mío. El beso se hace más intenso y noto que acaricia mi pelo y con la otra mano, baja por mi brazo derecho hasta coger la mía. La aprieta suavemente y entrelaza nuestros dedos. En este momento noto una extraña conexión entre los dos, que espero que él haya advertido también. Es como una corriente eléctrica que me recorre el cuerpo y me hace sentir más viva que nunca.
Se separa dándome el beso más tierno que me han dado en toda mi vida. Sujetándome la cara con las dos manos y acariciando mis mejillas a la vez, me mira profundamente a los ojos haciendo que me sienta la mujer más especial del mundo.
—Pues no sabe lo que se pierde —me dice con voz ronca.
En este momento entran por la puerta nuestros amigos y pasan muy cerca de donde están sentados Sebas y su novia. Veo que Carmen le lanza una mirada envenenada a éste e ignora deliberadamente a Maite. Pero ninguno de ellos mira hacia la puerta, sino que nos observan a nosotros y entonces me doy cuenta del espectáculo que acabamos de dar para toda la sala.
Me sonrojo violentamente y me doy cuenta de mi error. Estamos abrazados y Johnny vuelve a sostener mi mano. Todos se quedan mirándonos porque se supone que estamos simulando una relación para que Candice no intente nada con él, pero hace un momento estábamos los dos solos y no tendríamos porqué fingir nada. Todo el mundo parece sorprendido, exceptuando a las dos modelos que me miran sin poder esconder sus celos.
—¿Os habéis fumado un paquete entero cada uno? —pregunta Johnny como si nada, alejándose un poco y dejándome con un extraño vacío.
Sabiendo lo buen actor que es, no debe extrañarme que pueda disimular de esta manera. Y la verdad es que prefiero pensar eso a la segunda opción: que para él no ha sido más que otro numerito para darle una lección a mi ex novio. La verdad es que no me parece mal del todo, pero creo que estamos empezando a jugar en un terreno muy peligroso.
Intento disimular mi reciente inquietud comportándome con toda la naturalidad de la que soy capaz. No puedo dejar que se acerque demasiado, o acabaré con el corazón roto de nuevo.


Recuerda que puedes encontrarla en: