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lunes, 29 de mayo de 2017

Amor a fuego lento - Capítulo 3

¡Buenos días!
Espero que vuestra semana se presente bien, y si no fuera el caso, siempre puede mejorar, ¿no creéis?

Una lectura entretenida siempre ayuda :-) así que os dejo el capítulo 3 de mi última novela romántica. Ojalá os guste mucho.



Capítulo 3



Había pasado casi un mes. Ese día de principios de marzo, Ashley y Donovan estaban a punto de coger un vuelo hacia Madrid.

Fueron unas semanas de locos.

Ashley pudo conocer a Paloma y a algunos miembros más del equipo por video conferencia, y le perecieron muy simpáticos. Contaron con su opinión para escoger a los futuros alumnos, de los cientos de participantes que se apuntaron a la iniciativa, y les fueron contando a los dos cómo iban los preparativos.

Habían alquilado la vivienda de una productora de cine en Las Lomas, en Boadilla del Monte, y la estaban preparando para adaptarla a lo que necesitaban. A ella no le gustaba que se viera tan aislada del resto de la urbanización, pero sabía que era mejor contar con cierta privacidad. Poseía un jardín muy grande con piscina climatizada, un ala donde estaban las ocho habitaciones, suficientes para todos los que se alojarían allí ese mes, y una enorme sala con vistas a un pequeño parque que había en el terreno colindante, donde ahora se encontraban instalando las cocinas y todo el equipo de grabación. El lugar era inmenso.

Lo estaban haciendo todo a lo grande.

A pesar de que la convivencia con extraños no era su parte favorita, desde luego no se podía decir que no estuvieran preocupados por el bienestar general. La vivienda era enorme, y tenía todo cuanto pudiera desear.

Había dado indicaciones para que no faltaran sus herramientas de trabajo y hasta el momento no habían puesto pegas para nada. Estaban gastando una pequeña fortuna en equipamiento, y a veces le parecía que era demasiado, sin embargo, no quería meterse en los asuntos económicos del proyecto. No era su labor, y si ellos estaban conformes con sus peticiones, ella solo intentaba no sobrepasarse, pero a su vez, poder obtener todo cuanto creyera que iba a necesitar para que el curso tuviera éxito.

Cada uno tenía su cometido, y Ashley estaba contenta con cómo se estaba desarrollando todo.

Sabía que en cuanto llegaran, empezaría el trabajo más duro, la parte que no le agradaba tanto.

Debían empezar a grabar un spot publicitario. Ya le habían explicado que podría usarse como cabecera del programa cuando empezara a emitirse una vez acabada la duración del curso y, lo más probable, durante el verano.

Le parecía una idea estupenda, porque aunque no estuviera en España para entonces, le habían asegurado que encontrarían el modo de que contara antes con las grabaciones. Si todo iba bien, le pedirían que volviera a hacerlo, y de lo contrario, ya le explicaron que quizás probarían en Estados Unidos; tal vez llevando el programa doblado al inglés o directamente empezando de cero allí.

Era pronto para pensar a largo plazo; aún tenían muchas cosas por hacer. De momento al día siguiente ya habían quedado en la casa para comenzar con las pruebas de vestuario y maquillaje. Se sintió agradecida por tener a Erika y Jenna para ayudarla con todo eso, porque aún no sabía en qué habían pensado los productores para ese anuncio, y tenía miedo que no se pusieran de acuerdo en algo. No era lo que se dice, conformista.

Llegaron a un hotel del centro a media tarde, y cada uno se fue directamente a su habitación tras registrarse.

Ashley había estado tan nerviosa esos días, que lo único que hizo fue enviar un mensaje a sus padres y otro a su hermano, y caer en la cama con la ropa que llevaba del viaje. Al fin estaba allí, y parte de su nerviosismo se transformó en cansancio. Solo quería dormir para poder afrontar el día siguiente, y el mes que lo precedía.



Cuando escuchó el despertador a la mañana siguiente, Ashley se puso las pilas enseguida. Volvieron los nervios, aunque más que eso, ahora que todo estaba a punto de empezar, tenía unas ganas intensas por ponerse manos a la obra.

Sabía que aún les quedaban algunos puntos por concretar, como por ejemplo, lo que vestirían en las cocinas mientras grababan, ya que las ideas de Paloma hasta ahora no acababan por convencerla, y eso dicho de manera suave.

La ropa que le había mostrado, le parecía un asco.

Solo un par de días antes, le mandó un correo electrónico con fotografías de los “uniformes”, y se quedó horrorizada. Jamás se pondría una chaquetilla de chef ancha, con un pantalón sin forma alguna y unos de esos zuecos o sandalias de plástico de colores chillones que parecían estar tan de moda. No quería tener problemas con ella, pero le dijo, y lo hizo de la forma más diplomática que pudo, que no podía llevar eso en ningún sitio, y menos sabiendo que mucha gente la podría ver de esa guisa.

Paloma estuvo de acuerdo con ella en algo: en que vía electrónica no era la mejor manera de discutir el asunto, así que lo harían cuando estuvieran en la casa. Y ese fue también el motivo de que Ashley quisiera tener una noche solo para sí misma, la última. Prefirió quedarse en el hotel al llegar, y no ir directamente a Boadilla.

En la casa también tendría su espacio, su propia habitación donde relajarse y desconectar cuando lo necesitara, pero no sería lo mismo sabiendo que al salir de allí, se acabaría por completo su intimidad.

Si bien era cierto que gran parte del equipo de grabación se marcharía a la hora de comer y no volvería hasta la mañana siguiente, y en principio esta sería la rutina diaria, habría en la casa un montón de gente además de ella y Donovan.

Les habían dicho que solo ellos podrían abandonar las instalaciones por las tardes, así que no dudaría en aprovechar su libertad para dar algún paseo por la ciudad con Erika y Jenna, ir de compras, o lo que sea que se le ocurriera para evitar sentirse encerrada.

Cuando lo pensaba se sentía mal por los demás, pero allí tendrían muchos entretenimientos: la piscina, una sala de cine y otra con juegos, mesa de billar y otros pasatiempos, y además, para los fines de semana les habían preparado una barra de bar y un equipo de música y karaoke muy modernos. Esos días los dedicarían al descanso, y a pesar de tener sus dudas en cuanto a intimar en un espacio limitado con tantos extraños, Ashley no dudaba que sería divertido.

También dispondrían de una biblioteca bastante abastecida y, como los aparatos electrónicos no estaban prohibidos, tampoco se sentiría enjaulada.

Al principio no le gustó nada el que los participantes no pudieran tener contacto alguno con el exterior por un motivo de confidencialidad con respecto a los detalles del programa, y también para evitar que hicieran trampas para ganar el premio final en metálico, pero tampoco estarían aislados de un modo abusivo; todos eran adultos que habían aceptado los términos del programa y desde luego, estuvieron de acuerdo a la hora de presentar sus solicitudes. Serían cuatro semanas de convivencia y aprendizaje.

Ashley comprendía que al final, el programa y todo lo demás serían una gran experiencia, y lo que tenía claro era que no dudaría en prestar su ayuda para que sus alumnos aprendieran a hacer unos buenos postres. Esa era su meta principal.

No descartó incluso el repetir las clases por las tardes, en fin, si es que se lo permitían. Empezaba a ver que había un montón de reglas y normas para llevar un control exhaustivo de cada detalle, y solo conseguía mantener su ansiedad bajo control, pensando en que no duraría mucho. Los días pasarían rápido, de modo que haría las cosas lo mejor posible y se lo pasaría bien. Pondría todo su empeño en ello, eso seguro.

Para hacerlo de otro modo, mejor ni molestarse.

Se duchó y se vistió de manera informal con unos vaqueros ajustados, una blusa holgada de un tono crema y unos botines marrones con tacón alto. Dejó su pelo suelto cayendo por su espalda con suaves ondas.

Vio su imagen reflejada en el espejo de la sencilla y elegante habitación del hotel, y volvió a enamorarse de sus recién estrenados reflejos rubio platino. Sin embargo, no estaba segura en cuanto a la ropa.

¿Debería vestirse más elegante y formal para esa primera cita con Paloma?

Lo meditó apenas un instante antes de oír la puerta. Donovan la esperaba fuera; tenía que darse prisa, echar un último vistazo a la habitación, coger su bolso y su enorme maleta.

—Habíamos quedado hace quince minutos —la reprendió Donovan cuando ella abrió la puerta.

—No hemos quedado hasta dentro de una hora, ¿a qué viene tanta prisa? —replicó ella.

Su ex no respondió; le quitó la maleta de un tirón y cuando ella salió de la habitación y cerró la puerta, la llevó con rapidez hasta la zona de los ascensores.

Llegaron a recepción, Ashley dejó la llave, pagó su estancia y cuando Donovan recogió sus pertenencias, que las habían guardado allí mismo bajo estricta vigilancia, fueron directos a esperar a un coche que los llevaría a la casa. Para su asombro, se trataba de una limusina preciosa de color negro. El chófer se hizo cargo del equipaje y ellos subieron en el lujoso vehículo.

Ashley estaba encantada con el trato, ya que habría esperado tener que coger un taxi hasta allí. Esto era mucho mejor, desde luego, pero pronto pudo comprobar que Donovan no parecía muy contento.

—¿Qué es lo que te pasa? Parece que te fueras a enfrentar a un pelotón de fusilamiento —expuso con su mirada fija en su expresión de asombro.

Gruñó algo por lo bajo y ella le ignoró para mirar sus mensajes. Si él no estaba de humor, no quería que la contagiara, ya estaba bastante nerviosa por sí misma.

Erika le había escrito y enviado algunas fotos de ella y Jenna en el avión. Iban a encontrarse casi todos a la vez, pero ellas irían a la casa directamente.

Por un segundo pensó si debería pensar en esa vivienda y referirse a ella como un plató de televisión, ya que era justo eso, pero no sabía muy bien cómo definir algo con tantas funciones. «Casa» le parecía un término simple y correcto. Le dijo a su amiga que ella y Donovan también estarían pronto allí, y se sintió más animada al saber que contaría con refuerzos emocionales que tanta falta le hacían. No quería hacer esas dichosas grabaciones ella sola, y puesto que su ex no parecía desear colaborar mucho esa mañana, al menos se sentía mejor con sus dos acompañantes.

No tardaron en llegar a un barrio acomodado de la zona oeste de Madrid. Había casas enormes en amplios terrenos; estaba lo bastante cerca del centro de la capital como para tener todos los servicios que necesitaran, y a su vez, lo suficientemente lejos como para tener la privacidad que deseaban. Era un lugar precioso, perfecto.

Llegaron a una zona llena de árboles y Ashley se sorprendió por detenerse allí. Pronto se dio cuenta de que la zona estaba tan impoluta, que no podía ser otro lugar que su destino. Se daba cuenta de que la vegetación exterior de la casa había sido plantada recientemente. Habían hecho un excelente trabajo para que no pareciera encerrada, sino que más bien se viera como situada entre dos frondosos parques. Había plantas verdes y flores de muchos colores, y también instalaron bancos de hierro forjado y pequeñas farolas para alumbrar la zona por la noche.

Imaginaba que todo eso habría requerido muchos permisos al ayuntamiento, y Ashley se preguntó si no estaban exagerando muchísimo.

Desde luego el exterior era precioso, pero a veces le daba por pensar que si los productores no recuperaban la inversión que estaban desembolsando con tanta ligereza según su opinión, de alguna manera la culpa la consumiría. Si el programa no tenía éxito, tal vez su carrera tocaría más fondo aún. El subsuelo. No quería ni imaginar cómo se sentiría entonces.

Dejó de pensar en todo eso cuando cruzaron el portón automático a poca distancia de la carretera y entraron en el jardín delantero. Había una glorieta con una fuente de gran tamaño en el centro, justo frente a la entrada de la vivienda, y un apartado para los vehículos. Había cuatro coches de alquiler aparcados, pero no parecía abarrotado, porque el espacio era enorme.

La limusina se detuvo frente a la puerta principal y Ashley pudo apreciar su majestuosidad a través de los cristales tintados.

Aquella casa era enorme, con una fachada de piedra, grandes balcones y plantas sobresaliendo de estos, parecía una gigantesca mansión de estilo de montaña por su tejado de pizarra, pero muy elegante. Era una maravilla arquitectónica, y estaba claro que los dueños le tenían un gran cariño al lugar. Todo estaba impecable.

Bajaron del vehículo y alguien salió a recibirles.

Ashley se dio cuenta enseguida de que se trataba de Paloma, que habría estado esperando tras alguno de los ventanales.

Vestía un elegante traje de chaqueta de color azul marino, unos zapatos en un tono anaranjado claro a juego con sus uñas, y su pelo negro con un recogido sencillo. Era una mujer muy guapa, imponente. Llevaba muy poco maquillaje tras sus gafas de montura oscura, y se notaba que era una persona con carácter, segura de sí misma.

A ella le gustaba, pero también sabía que podrían chocar a menudo. Desde luego las dos eran mujeres controladoras a las que les gustaba llevar todo con orden y precisión en muchos aspectos, pero Donovan le había dicho que Paloma era una adicta al trabajo que no era muy propensa a las fiestas y a las actividades ociosas, de modo que la previno para que tratara de llevar su ritmo lo mejor posible.

Al principio se enfadó porque pensaba que Donovan la estaba llamando juerguista indomable, pero él le explicó, de manera muy críptica, que no se refería a eso. Cuando empezó todo, Ashley pudo darse cuenta de que la advirtió por un buen motivo. Cualquier hora resultaba buena para Paloma si se le ocurría algo nuevo para el programa, y se dedicó a escribirles correos electrónicos cada pocas horas para compartirlo y discutirlo.

Era tremenda.

Podía estar hablando por video conferencia durante horas mientras hacía mil cosas a la vez. Ashley creía haberse curado de espantos, pero cuando Paloma se acercó a ella en ese momento, se dio cuenta de que eso no hacía más que empezar.

La saludó con efusividad y dejó su dulce perfume flotando entre las dos. Ahora sí que se sentía mal por no haberse arreglado un poco mejor, pensó. Ella también usaba perfume, pero estaba claro que su concepto de “arreglarse” casi era un chiste al lado de esa mujer.

—¿Qué tal el viaje?

—Oh, muy bien, gracias.

Casi no la dejó ni terminar cuando siguió hablando.

—Me alegro mucho de conocerte en persona al fin —expresó con sinceridad y desbordante entusiasmo—. He oído hablar muchísimo de ti, por supuesto, y a pesar de no haber podido viajar fuera estos años, te he seguido en la distancia.

—¿Para mí no hay saludos y alabanzas? —bromeó Donovan tras ella.

Ashley se hizo a un lado para que pudieran saludarse y cuando se abrazaron, le dio la impresión de que se estaban pasando un poquito.

Paloma tenía sus brazos en torno a su cuello, y a su parecer, había demasiado poco espacio para respirar entre sus cuerpos. No era algo que le importara en realidad, pero empezaba a sentirse muy incómoda con ese interminable saludo que la excluía por completo. Incluso le pareció que ella hacía un ruidito de estremecimiento, lo que la hizo sospechar y poner mala cara.

Carraspeó de manera intencionada, lo que sirvió para que ahora fueran ellos los que se sintieran incómodos. Se apartaron y la observaron con expresiones avergonzadas. Donovan incluso se sonrojó.

Todos los instintos de Ashley se alertaron al máximo. Allí pasaba algo, porque ella conocía a muchos amigos, y también amigas de su ex, y pocas veces le salían los colores a menos que hubiera algo entre ellos.

Y ni siquiera entonces, meditó, porque él no era de los que sentían vergüenza por nada… Pero sí que podría experimentarla por ocultarle cosas, como estaba claro que era el caso.

Se cruzó de brazos e ignoró al chófer de la limusina que dejó las maletas y se subió al vehículo para ir a aparcarlo junto a los otros.

—Donovan —advirtió Ashley con un tono de voz amenazante. Empezaba a hervir por dentro—, ¿quieres explicarme qué demonios pasa aquí?

Paloma fue a hablar al cabo de unos interminables segundos en un incómodo silencio, pero él la detuvo.

—Oye, Ashley… nada cambia el que Paloma y yo seamos amigos…

—¿Con beneficios? —acabó ella al ver que era incapaz de decirlo.

Se frotó los ojos con las manos y trató de serenarse, aunque le estaba costando horrores. Ellos se mantuvieron en silencio, dejándole espacio para que se tranquilizara. Donovan sabía que no iba a montar ninguna escena, porque ella no era así, claro que normalmente él era bastante sincero con respecto a todo lo que ocurría en su vida, y tal vez ahora se había pasado al ocultarle algo tan importante.

Mil pensamientos pasaron por la cabeza de Ashley. El primero fue llamar a un taxi y largarse. El segundo, que no podía hacerlo. Se había comprometido para hacer el programa, y lo más importante, sus futuros alumnos no tenían la culpa de lo que estaba ocurriendo, de modo que no podía dejar a toda esa gente colgada. Seguro que podrían encontrar a otra repostera profesional dispuesta a llevar a cabo el trabajo; estaba bien pagado y el reconocimiento nunca estaba de más, pero claro, la cláusula del contrato que decía que en caso de renunciar tendría que abonar una considerable cantidad de dinero, también la hacía pensárselo dos veces y no actuar de manera impulsiva.

Reflexionó un instante sobre cómo había llegado hasta allí. Le parecía que había pasado muy poco tiempo desde que Donovan sugirió esa alocada idea, y ahora ahí se encontraba, frente a una situación que en cualquier otra circunstancia, habría rehuido como la peste. Desde el principio había temido la idea de aparecer en televisión, porque adoraba su intimidad casi tanto como los dulces, pero también había experimentado una ilusión que hacía tiempo que no sentía por un trabajo. Ya que no podía volver al restaurante que la había llevado al éxito gracias a los Kelley, tenía frente a sí misma una oportunidad de oro. Quizás Donovan lo había hecho por sí mismo, y por una evidente implicación emocional o lo que fuera que tenía con Paloma, pero también era cierto que siempre había estado a su lado para que consiguiera llegar a lo más alto a nivel profesional. Le debía mucho, y a pesar de haberle devuelto el favor cuando se casó con él para mejorar su imagen frente a su público, lo cierto era que esto también era beneficioso para ella. Meditó mucho sobre ello en las últimas semanas.

Ahora no podía simplemente rajarse y dejar tirado a todo el mundo. Ella mantenía su palabra.

Suspiró.

—Deduzco que ella conoce nuestra situación —dijo hablando de manera pausada. Donovan asintió avergonzado—, así que no hay necesidad de andarse con secretos y tonterías entre los tres —advirtió de forma intencionada—. Bien pues, ya que estamos aquí, lo mejor será trabajar, pero… si vuelves a engañarme y a meterme en una situación semejante por tus intereses, dejaré a un lado mis principios y acabaré contigo, ¿me has entendido?

Donovan abrió mucho los ojos por la sorpresa. Paloma se había quedado pálida.

Su ex sabía que ella no era una persona vengativa y que no le haría daño de manera intencionada, pero estaba tan enfadada, que en ese momento, Ashley se creía capaz de todo.

—Lo que pudiera haber entre nosotros cuando te hablé del programa, no afecta a lo que te dije, porque de verdad pienso que es una gran oportunidad para ti —dijo con suavidad.

—No niegues que también lo es para ti, y que encima, lo haces por una cuestión de sexo —replicó furibunda.

—No, no lo negaré —admitió cabizbajo.

Ashley miró a Donovan y a Paloma, y decidió que no quería seguir con el tema, porque estaba demasiado furiosa, y no deseaba decir algo que lamentaría en el momento en que las palabras salieran de su boca.

—Mis amigas Erika y Jenna llegarán enseguida, y como ellas no hablan español, te agradecería que me avisaras para ayudarlas a instalarse —le pidió a Paloma—. Ahora, si me dices cuál es mi habitación, me quedaré allí hasta entonces.

Se notaba que no estaba muy de acuerdo, porque en realidad tenían mucho que hacer esa mañana y ella también lo sabía, pero algo en su cara hizo pensar a Paloma que era mejor no contradecirla.

No se encontraba con ánimos de hacer un tour por la casa y conocer al resto del equipo, sonriendo y haciendo como si nada, de modo que prefirió esperar a ver a sus amigas, porque ellas conseguirían que se animara y salvarían su primer día. Ellas también formarían parte del equipo, así que empezarían el trabajo todas juntas.

Paloma asintió sin entusiasmo y la condujo al interior. Donovan se encargó de entrar las maletas al enorme recibidor.

Frente a ellos, una escalera curva enorme les dio la bienvenida. Su madera oscura, contrastaba con la blancura del lugar. A izquierda y derecha pudo ver dos pequeñas salas abiertas, reconvertidas en despachos sin puertas, solo separadas por biombos que las separaban de un salón principal con enormes sofás de tonos grises oscuros. Pudo apreciar a la derecha una mesa alargada de cristal con muchas sillas de oficina, y una chimenea eléctrica en un extremo. En el lado opuesto, había algunos sillones delante de un fondo rosa claro con dibujos de cupcakes y varias cámaras y pantallas preparadas justo enfrente.

La casa se encontraba vacía, pero se oían voces en el exterior. Ashley dedujo que los alumnos del curso estarían trabajando con el equipo de grabación. Más tarde se reunirían todos para ir conociéndose antes de que comenzara el programa al cabo de solo dos días.

—Las habitaciones están arriba. El dueño nos dejó hacer algunas reformas y cada una tiene espacio suficiente para todas tus cosas, un cuarto de baño completo, televisión y espacio para mobiliario extra si es que necesitaras algo más —explicó Paloma mientras subían las escaleras.

Ashley la estaba escuchando pero no le prestaba mucha atención. Cuando llegaron arriba, comprobó que había una espaciosa sala común con más sofás, iguales que los de abajo, una televisión enorme en la pared, y una mesa de café en el centro. Bajo las ventanas había un mueble bajo de color blanco. El lugar le resultaba un poco frío e impersonal, pero pensó que cuando llegara todo el mundo, aquello sería muy diferente.

Había dos pasillos en cada extremo de la sala y cuatro puertas en cada uno. Se dio cuenta de que las habitaciones ya estaban asignadas, porque pudo leer los nombres en unos carteles fijados en las puertas.

Donovan las seguía de cerca, cargado con las maletas y cuando Paloma vio que estaba a su lado, les indicó que ellos se alojarían en el lado norte.

—La primera es la tuya, Ashley, y Donovan, la tuya es la de enfrente.

Hizo un gesto para que pasaran, pero Ashley se detuvo. Algo la preocupaba.

—¿No crees que sería difícil descansar si hubiera gente en esta sala viendo la televisión? Somos un poco mayores para tener un toque de queda —declaró insegura.

Lo último que deseaba era empezar la convivencia con más restricciones. Eso solo podía llevar al fracaso.

—No te preocupes, la casa está insonorizada desde que se construyó —explicó Paloma con una pequeña sonrisa. Estaba claro que se sentía orgullosa por su trabajo, por haber encontrado un lugar fantástico para su proyecto y su eficiente gestión sin aparentes fallos—. Hay calefacción y aire acondicionado en cada dormitorio, y hemos puesto suelo radiante en los cuartos de baño. Aunque estamos casi en primavera, nos pareció buena idea. Serán las únicas partes de la casa que no desarmaremos cuando acabe el programa, y al dueño le pareció una idea excelente.

—Bien, gracias. Si no os importa, creo que me quedaré en mi habitación unos minutos para organizarme —dijo, para evitar tocar otra vez el tema de antes. Ya hablaría muy seriamente con Donovan.

—Claro, por supuesto —musitó Paloma.

Le lanzó una breve mirada a Donovan cargada de significado y agarró con fuerza su maleta. Pesaba una tonelada, sin embargo, él no parecía haber hecho el menor esfuerzo para subirla junto a la suya. No es que hubiera esperado que sudara su impoluta camisa blanca, pero en ese momento, tampoco estaría triste por ello.

Él la miró con cara de cachorrito apaleado, pero ella no le hizo el menor caso. Se dio la vuelta y caminó unos pasos hasta su cuarto.

Necesitaba un momento de intimidad. Necesitaba estar a solas un rato y reflexionar, hacerse a la idea de que no había vuelta atrás, y que hacía esto porque quería, porque le apetecía realmente.

Eso era lo importante.


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¡Felices lecturas!

lunes, 22 de mayo de 2017

Amor a fuego lento - Capítulo 2


Capítulo 2

  
Ashley se despertó con una resaca de campeonato a la mañana siguiente. Le dolía casi todo el cuerpo, pero sobre todo la cabeza. Notó que había demasiada luz cuando intentó abrir los ojos, y lo único que pudo hacer fue darse la vuelta y taparse la cabeza con la almohada.

Cuando se movió, notó que no estaba sola en la cama, y aún con la duda de que pudiera ser Donovan, desvió su mirada y echó un rápido vistazo. Era un hombre rubio, así que no era su ex. Respiró aliviada, aunque no tanto al pensar que tendría que echarle pronto de su habitación.

Se levantó, fue al cuarto de baño y cuando salió, se puso un camisón negro que tapaba lo imprescindible y se recogió el pelo en una coleta alta. Le zarandeó un poco en el hombro para intentar despertarle. Al moverse, se dio cuenta de que era el musculitos con el que había estado bailando durante toda la noche. Estaba muy bueno, eso estaba claro, pero no era el típico tío que llevaría a su casa, y a su cama. Viendo lo depilado que estaba y los músculos que marcaba, al menos en la parte que no tapaba la sábana, estaba claro que dedicaba más tiempo a cuidarse que ella misma. Podía haberse ligado a alguien mejor, aunque no tenía intenciones de ir más allá de un rápido revolcón, así que poco importaba.

Quería echarle para poder hablar con Donovan, el cual debía estar durmiendo todavía, o al menos esperaba que no se hubiera quedado en casa de cualquier mujer a la que hubiera seducido con esos innegables encantos suyos.

Volvió a zarandear al hombre desnudo que ni siquiera sabía cómo se llamaba, y cogió su teléfono para llamar a Donovan.

Colgó al escuchar la melodía en algún rincón de la casa. Se acercó al musculitos y, con las dos manos, intentó moverle para ver si de esa manera se despertaba. Dormía profundamente, y lo peor fue que empezó a roncar como un cerdo. Se le ocurrió que Donovan podría ayudarle para sacarle de la cama. También de casa.

Salió al pasillo y vio la puerta de su habitación semi abierta. Tocó con suavidad porque no sabía si tendría compañía.

—Entra.

—¿Hay alguien más contigo?

—No tranquila, estoy solo —respondió con una sonrisa cuando la vio asomar—. ¿Me llamabas al móvil?

—Sí, necesitaba saber si estabas en casa. Quiero deshacerme de mi ligue de anoche —dijo, notando que sus mejillas se encendían. Donovan no le dio mayor importancia, solo la miró con curiosidad—. No consigo despertarle, y he pensado que podrías hacer de marido celoso para ahuyentarle.

Donovan empezó a reír por lo bajo. Ashley puso los ojos en blanco y se plantó frente a él.

—Por favor —rogó con desesperación.

—Oh, venga, ¿no te apetece convertir esa noche de perversión en algo más? Ya sabes… conoceros y empezar una relación.

Ashley cruzo sus brazos, negó con la cabeza y le miró con impaciencia.

—Eres el rey de las relaciones de una sola noche —apuntó con obviedad—. No digas bobadas, solo me hace falta que le digas que se largue.

Su voz adquirió un tono chillón que no pudo reprimir.

—¿Está en tu cuarto o te lo has montado en otra parte de la casa, como por ejemplo… en la cocina? —inquirió con burla.

—La cocina es sagrada; nada de sexo entre los fogones y el horno, ¿recuerdas? —inquirió con un asomo de sonrisa.

Donovan le lanzó una mirada descarada y recorrió su cuerpo con una mirada perezosa. No se había dado cuenta de lo que llevaba puesto al entrar, y le dieron ganas de arrimarse para quitárselo de un tirón. Sin embargo, antes debía encargarse del suertudo que dormía en la habitación de su preciosa ex.

Se preguntó por qué la veía tan alterada, ya que no era la primera vez que llevaba a un ligue a casa. El alcohol sacaba su lado más salvaje, estaba claro.

Se puso una camiseta de manga corta en color gris, acabó de calzarse las zapatillas deportivas para ir a correr, se amasó el pelo para peinárselo después y miró a Ashley antes de salir hacia su habitación.

Ella no había perdido detalle de su musculoso pecho que trabajaba duro con ejercicio, pero que no era tan marcado como el de su ligue de esa noche. Le gustaban los hombres que iban al gimnasio, pero no los que parecían que vivían allí y no paraban de entrenarse. Un término medio siempre resultaba más sexy, sin duda.

—¿Qué te ocurre con ese tipo para que no puedas echarle tú misma?

—Nada.

Donovan se había acercado mucho a ella y esta no pudo hacer otra cosa más que mirar sus profundos ojos azules y pícaros. El bulto en sus pantalones azules deportivos le indicaba que podía estar atraído por ella en ese preciso momento, pero también estaba preocupado sinceramente por su pequeño “problema”. Lo conocía.

Se había colocado bloqueando la puerta, de modo que su medio para escapar estaba bajo su custodia, y algo le decía que no iba a poder salir sin hablarle claro al hombre con el que compartía su casa, y prácticamente su vida.

—Es el típico plasta al que no daría ni la hora… no sé ni cómo se me ocurrió traerle aquí —confesó avergonzada.

Donovan trató de no reír ante su dilema.

—Si estabas tan borracha, deberías haber escuchado los consejos de tus amigas. Ellas te habrían disuadido, ¿no?

Ashley hizo una mueca de disgusto.

—¿Qué? —inquirió ella con aire distraído.

Este compuso su famosa mirada de infinita paciencia para que se diera cuenta de que no iba a ceder y olvidarlo.

—Ellas ligaron también —confesó al final.

—Ya. ¿Congregación de pesados en la disco?

—Más o menos —farfulló malhumorada.

Con una pequeña sonrisa, Donovan se apartó para dejar que saliera la primera. Entraron en su habitación y se dieron cuenta de que el hombre estaba incorporado a medias en la cama. Le sonrió con lascivia cuando la vio, pero enseguida su expresión cambió al ver que no estaba sola.

—Eh, oye, ¿quién es ese tipo?

—No quieras saberlo, pero tienes que irte ya —dijo Ashley muy seria.

El tipo se mostró algo nervioso, pero no con muchas ganas de largarse.

—Venga mujer… no digas eso. Anoche conectamos, y podríamos repetirlo pronto —propuso mientras la repasaba de arriba abajo.

—La respuesta es no —espetó con los dientes apretados. Resopló.

—Sé que me costó un poco ponerme a tono anoche, pero es que el alcohol…

—Cállate —le cortó de inmediato—, no es por eso. No quiero repetir, y no quiero nada contigo. Vístete y márchate, por favor —pidió de nuevo y más tajante.

—¿Qué tal otro día?

—Olvídate —dijo cada vez más molesta.

Miró a Donovan, que parecía divertido con la situación, tal vez hasta demasiado, y al final este tomó parte en la conversación.

—Oye, cuando una mujer te dice que te vayas, lo mejor que puedes hacer es seguir su consejo —dijo con un tono de voz brusco que no admitía réplica.

El tipo miró a Donovan con mala cara, se levantó de la cama, completamente desnudo, y le encaró.

Ashley se sonrojó por la escena que el tipo le estaba montando, y además, desnudo. Ese hombre no tenía la más mínima vergüenza. Menudo idiota pegajoso.

—Esta mujer me gusta. No pienso irme sin saber si quiere volver a verme otro día. No voy a consentir que hables por ella —replicó indignado.

Donovan hacía un esfuerzo para no reír, pero Ashley supo que también se contenía para no darle un puñetazo. El tío se estaba portando como un lunático, y se arrepintió mucho por haber aceptado su propuesta en la discoteca. No volvería a cometer el mismo error.

—Ni siquiera sabes mi nombre —atacó Ashley.

—Pues claro que sí, esto… creo que me acuerdo…

Se rascó la cabeza mientras buscaba en su mente sin resultado.

—Se llama, «ella es mi mujer», así que olvídate de que la conoces y, como te vuelva a ver por aquí, llamaré a la policía, ¿te queda claro, o te lo tatúo en el culo? —inquirió con voz amenazante.

El tipo se puso blanco como el papel. Miró a Ashley contrariado y luego a Donovan. Debió de ver algo en su mirada y, aunque se le veía confundido, y tal vez no se lo terminaba de creer, estaba claro que no quería enfrentarse a él. Donovan imponía mucho cuando así lo deseaba.

—Mejor me largo —dijo con rapidez.

—Buena idea —convino él con una sonrisa siniestra.

El tipo desapareció por el pasillo con toda su ropa en la mano y Ashley esperó alguna broma por parte de su ex.

—Mejor paso de comentar nada sobre tu ligue y su gatillazo. Solo prométeme que pasarás de los idiotas de turno. Mereces algo más —musitó sin dejar de mirarla con una tierna expresión.

—Hecho.

Le sonrió y Donovan hizo lo mismo.

—Voy a vestirme. Cuando vuelvas de correr quiero hablar contigo.

Se detuvo a medio camino hacia la puerta y la miró con interés.

—¿Has considerado lo que te dije?

—Lo he pensado y, Erika y Jenna me han dado su opinión también.

Ashley vio cómo pasó de la ilusión al descontento más absoluto. Estaba claro que él pensaba que la habrían disuadido de ir a España, pero estaba muy equivocado. Sus amigas la habían apoyado mucho, y hasta pensaron en ir con ella, ya que podrían tomarse unas semi vacaciones y asesorar a sus clientas vía online sin problemas.

La idea empezaba a seducirlas a las tres. Sin su apoyo, la verdad es que se habría seguido negando a aceptar.

—Ellas me animan, así que creo que estoy dispuesta a hacerlo. No quiero pasar fuera más de un mes o dos, aunque estoy dispuesta a negociar un poco —admitió con una sonrisa.

Donovan se acercó a ella y la abrazó con fuerza. Estaba claro que le hacía mucha ilusión.

Le dio un rápido beso en los labios y enmarcó su rosto con sus manos.

—Es un proyecto muy interesante, y estoy deseando contarte todos los detalles —dijo con entusiasmo—. Coge una libreta y me esperas media hora. No tardaré en volver de correr y lo hablamos todo, ¿vale?

Ashley asintió nerviosa.

¿Estaría haciendo lo correcto? Tal vez debería pensárselo un poco mejor, buscar un local para una pastelería, como en realidad quería, y dejarse de viajes a lo desconocido. España, y más concretamente Madrid, era como un segundo hogar para Ashley, pero el tema del programa le resultaba difícil de asimilar. No tenía ni idea de trabajar en platós de televisión bajo la dirección de un montón de personas. Menudo marrón se le venía encima. Donovan tenía mucha experiencia, y estaba claro que su colaboración sería esencial para ella también, pero no estaba nada segura de que todo eso fuera a salir bien.

Si los medios y sus peores críticos se ensañaban como tanto les gustaba, ahora tendrían más municiones, más cosas que podrían usar en su contra. No sabía si podría reponerse de algo así y, a pesar de saber que estaba adelantando acontecimientos, no podía evitar pensar en todo lo que podría ir mal.

Donovan se marchó y la hizo esperar apenas veinte minutos. Él también estaba ansioso por comentar todos los pormenores del proyecto, como pronto le confesó.

Se dio una ducha muy rápida mientras ella paseaba impaciente por el salón, y al final apareció con una carpeta enorme que le dio para que echara un vistazo.

Había tanta información que apenas sabía por dónde empezar. Casi tenía ganas de decir sí, y que todo fluyera sin más. Sabía que se pondría nerviosa durante todo el proceso, de modo que, ¿para qué martirizarse al saberlo todo de antemano? Desde luego, lo hacía para poder negarse si algo le parecía absurdo, pero por otro lado, ella no sabía nada sobre realities, de modo que poco podía ella aportar. Si aceptaba, tendría que hacer lo que le dijeran, lo que los productores creyeran que sería mejor para el programa. Podía entender eso.

—¿Y todas estas fechas? Creía que eso de la primavera sería una aproximación, no que todo estuviera ya cerrado —dijo Ashley con una mezcla de asombro y molestia.

—No se trata de eso, tranquila —se defendió Donovan—. Cuando hablé con Paloma y me comentó que estaba buscando algo nuevo para la temporada de primavera-verano, enseguida pensé en ti. Hablamos durante horas y a los dos días me envió este dosier. Está muy ilusionada. Creo que por eso lo hizo enseguida.

—Ya lo veo —comentó en voz baja mientras ojeaba por encima toda la información. Cada vez estaba más nerviosa, pero algo a su vez, le hacía desear conocer todos los detalles.

Donovan aguardaba con fingida paciencia, ya que se sentía ansioso por saber qué pensaba de todo eso. Cabía la posibilidad de que dijera que no, pero ahora mismo sabía que su amiga Paloma quería hacer el programa de igual modo. Si Ashley decía que no, tal vez se buscara a otra para llevarlo a cabo porque, en su última conversación, le dijo que había empezado a buscar el sitio perfecto para el plató. Sabía que si una buena idea se cruzaba en su camino, nada la detendría. Y Donovan quería que la protagonista de ese programa fuera Ashley; sabía que era justo lo que necesitaba para salir de Florida un tiempo, para renovar su imagen y para hacer algo distinto, algo que le abriría nuevas puertas si era lo que deseaba. Debía ser ella, y esperaba poder convencerla.

—Un mes no es mucho tiempo, pero… —Donovan tembló al notar que llegaba a una parte del dosier que sí podría ser problemática— ¿pretendes que vivamos todos juntos en una especie de mansión, como un hotel? ¿Estás loco?

—Oye, eso se le ocurrió a Paloma para hacerlo más interesante —explicó con rapidez—. Al final del curso, el que consiga una mejor valoración de los jueces, recibirá un premio en metálico, así que ella piensa que es buena idea controlar a los participantes. No quiere que se les ocurra pedir ayuda fuera. Sus trabajos deben realizarse sin interferencias, y creo que puede ser un experimento muy divertido, ¿no crees?

—Si intentas venderme la idea de un gran hermano, la respuesta es un no rotundo —sentenció—. Me encanta la idea del curso de cocina, pero convivir con un montón de personas desconocidas en un lugar lleno de cámaras, me parece demasiado. No quiero que anden grabando cada movimiento que haga. Me niego.

Donovan la miró comprensivo.

—No es esa la idea, descuida. Paloma me explicó que el programa se grabaría solo por la mañana, de ese modo la gente podría disponer de tiempo libre para hacer lo que quisiera. Si encuentra el lugar perfecto, tendrá todas las instalaciones necesarias para que la experiencia sea como unas vacaciones, no simplemente un curso en el que compiten ocho personas.

Ashley se sintió algo más tranquila; desde luego el tener privacidad era mejor que vivir treinta días bajo la estricta supervisión de los responsables del programa a cada momento.

—¿Ocho?

—Sí —dijo Donovan con inseguridad. Casi le costaba respirar con tanta espera.

—Me parece un número razonable —indicó para el alivio de su ex marido.

Vio cómo soltaba el aire que había retenido y sonrió. Sabía que estaba poniendo muchas trabas, pero no podía evitarlo; la ponía muy nerviosa todo el proyecto en general. Por si fuera poco, era más complejo de lo que pensó en un principio. Tenía mucho que sopesar.

Siguió mirando los papeles con cuidado y temiendo encontrarse con más sorpresas similares, pero solo especificaba algunas condiciones para los posibles alumnos, los horarios, el número de recetas, y la forma en que se realizaría el curso. Los quince primeros días, los integrantes contarían con las indicaciones para la elaboración de los platos, que ella tendría que aprobar de antemano, y los últimos cinco, los alumnos los realizarían con un tiempo límite y sin que los ingredientes y pasos aparecieran en una pantalla.

Si hacía bien su trabajo con ellos, podrían ser capaces después de ese tiempo, y esperaba poder lograrlo, o sería un fracaso total.

No era la primera vez que enseñaba a alguien, pero hacerlo frente a las cámaras, y sin que esas personas tuvieran nociones previas de cocina o repostería, sería muy distinto, y ella lo sabía muy bien.

Tendría que ser organizada como nunca antes lo había sido, y esperaba que todo el equipo de detrás, no la limitara en ese sentido o en otros; lo importante era que aprendieran, porque para eso se apuntarían los alumnos.

El tema del premio en metálico y el realizar las grabaciones para que el programa fuera más comercial, era lo que más temía en realidad. Mucha presión.

—¿Publicarán un libro con las recetas del programa? —preguntó con entusiasmo.

—Eh… sí…

Ashley le miró confusa por su titubeo. Casi sintió pánico por preguntar.

—¿Qué ocurre?

—Oh, nada, es que pensé que tal vez no te gustaría la idea. Han pensado que sería una buena manera de obtener ingresos extra cuando haya finalizado el curso, y, si va bien el proyecto en general, puede que quieran repetirlo en el futuro —explicó con una mirada inquisitiva.

—Ya veo.

Era mucho suponer el que todo saliera bien si tan siquiera haber empezado, y no conocía a los responsables de llevar a cabo el proyecto, de modo que no tenía ni idea de si trabajar con ellos sería fácil, o por el contrario, le ocurriría como con Leslie, y sería un completo fracaso.

Cada vez le parecía más interesante. Le gustaba saber que no estaría sola, sino que Donovan estaría a su lado en todo momento, pero tenía claro que si trabajar con una productora se llegaba a convertir en una odisea, le daba igual que el programa tuviera todo el éxito del mundo, no repetiría. Ahora bien, aceptar implicaba ir hasta el final y dar lo mejor de sí misma, por eso quería estar segura al cien por cien de su decisión. O al menos, lo máximo que pudiera estarlo.

—Creo que te puede gustar, o de lo contrario, ni te lo mencionaría. Es una gran oportunidad, y pienso que ha surgido en el mejor momento posible —dijo Donovan con total sinceridad.

Sabía que podía confiar en él, que jamás le ofrecería algo que la pudiera perjudicar, sino al contrario. Le debía todo su éxito, y más de lo que se imaginó nunca.

No quería ser impulsiva en esto, porque con el trabajo siempre había sido concienzuda, meticulosa y muy profesional pero, en el fondo, le daba buenas vibraciones. No creía que hubiera nada de malo en dar un salto de fe hacia algo desconocido. Desde luego, un cambio de aires le vendría bien, eso seguro.

Suspiró.

—Bien, creo que puede salir bien —concluyó algo nerviosa—. ¿Cuándo empezamos?

Vio cómo Donovan abría mucho los ojos por la inicial sorpresa y la miró sin dar crédito a lo que oía.

—¿Estás segura? ¿No te lo vas a pensar más tiempo?

Contuvo la respiración, sintiendo que su pulso se aceleraba. No quería pensarlo mucho en realidad, si era un error, casi prefería no saberlo.

Le gustaba la aventura, viajar y hacer cosas nuevas. ¿Por qué no esto? Al final sería una experiencia más.

—Estoy segura —soltó—, si estoy cometiendo un error, no quiero saberlo, así que… adelante.

Donovan empezó a dar saltos de alegría y la animó para unirse a la celebración.

Felices, comenzaron a hacer cantidad de planes. Ashley casi se mareó al oírle hablar sin parar sobre todo lo que debían ir haciendo desde ya, pero a su vez, notaba cómo su entusiasmo se le contagiaba.

No podía ser de otro modo. Se mostraba tan seguro de que la experiencia sería algo maravilloso, que lo creyó de verdad.


A pesar de sus nervios y dudas, algo en su interior le decía que valdría la pena el riesgo.


¡Espero que os haya gustado mucho!





¡Felices lecturas!