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lunes, 29 de septiembre de 2014

Mi vampira traviesa: fragmento

Os dejo un nuevo regalito para abrir boca :) :)




—Edith...

Escuchó su nombre en los labios de Ian pero, una más que inoportuna imagen, cruzó su mente sin poder evitarlo. Por un instante imaginó que era Jonathan el que lo pronunciaba. Pasaron unos segundos, la respiración de Ian se normalizó y se hizo a un lado, junto a ella. Edith miro al techo y se quedó en silencio con una mano en su pecho, cerca su corazón. Como si ese gesto bastara para sosegar sus pulsaciones después de la intromisión del vampiro en sus pensamientos sin ser invitado.

Entonces se dio cuenta de que le había sentido cerca. Estaba en su edificio. Otra vez.

En un par de minutos se encontraba en su puerta. Edith lo mataría si lo había hecho a propósito. No le dejaría meterse en su vida y en su cabeza porque sí. Al parecer ya no podía disfrutar ni siquiera del sexo sin que hubiera alguien merodeando. Y si era una casualidad, bueno, Edith le diría donde podían irse él y su jefe. Estaba harta de que los vampiros le impusieran una suerte que ella no deseaba. No iba a dejar que se salieran ambos con la suya, y si tenía que usar la violencia, no le iba a temblar el pulso, eso seguro.

Se metió en la bañera y se lo tomó con calma, se enjabonó de un modo lento y pausado. Se aplicó una mascarilla en el pelo y se lo aclaró, y cuando notó que estaba preparada, salió de la ducha y se cubrió con una toalla. Se puso crema hidratante y un camisón negro, que contrastaba con su blanca piel. Con una sonrisa pensó que al vampiro le gustaría, pero claro, ella lo hacía por Ian no por él. Pasó un cepillo por su larga cabellera que mojada parecía casi negra.

Secó el pelo con la toalla, sin molestarse en hacerlo con un secador, puesto que notaba desde allí la impaciencia irradiando de todos los poros de la piel del vampiro que esperaba junto a su puerta. Entró en el dormitorio y vio que Ian estaba dormido. Cogió una bata negra que estaba colgada en su armario y se la puso, atándola mientras se dirigía lentamente a la puerta principal.

Jonathan llamó a la puerta y se preguntó por qué lo hacía, ya que sabría que ella se dirigía hacia allí. Cuando la abrió, se encontró con un par de ojos verdes que desprendían llamas de furia y a Edith se le escapó una risa al verle tan molesto por algo que ella desconocía, aunque sospechaba el motivo, y es que no era un hombre demasiado paciente.

—Vaya, si sabes llamar a la puerta. Estoy impresionada.

Las palabras de Edith goteaban sarcasmo por los cuatro costados. El vampiro sonrió levemente y parte de su rabia desapareció.

—Déjate de estupideces —soltó agarrándola por los brazos y levantándola para entrar en su apartamento—. Tengo que hablar contigo de un asunto serio.

Edith pateó el aire y bufó de manera poco elegante para que la soltara, no le gustaba sentirse como un jarrón al que pudiera colocar dónde le diera la gana al vampiro.

Cuando Jonathan cerró la puerta, percibió el aroma de lo que había ocurrido en ese mismo lugar momentos antes. Al parecer Edith había tenido una noche movidita y eso, por alguna razón que no llegaba a entender, le molestaba, y mucho.

—¿Una noche ajetreada? —soltó entrecerrando los ojos.

No quería que la vampira viera lo mucho que le molestaba ser consciente de que había otro hombre en su casa. Porque era absurdo que se sintiera de ese modo cuando se conocieron hacía menos de veinticuatro horas. Guardó bien lo que sentía, no quería que Edith se percatara de su confusión, porque por lo poco que sabía de ella, estaba seguro de que no le costaría burlarse de él.

—Estoy harta de que te metas en mi vida, lo que sospecho que llevas bastante tiempo haciendo —escupió con irritación mientras se cruzaba de brazos.

Jonathan entendió que le gustaba mucho más cuando se enfadaba, porque sus ojos brillaban con intensidad y tenía el vago presentimiento, de que esa pasión que demostraba, la haría una amante excepcional. Lo cual le llevó a sentirse bastante celoso del humano que dormía en su cama en ese momento.


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