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jueves, 16 de febrero de 2017

Mis besos para ti - Capítulo 2


Podéis ver el book tráiler aquí.

Capítulo 2


  
Después de una noche memorable, llegó la inevitable despedida del sábado por la mañana. Adrián tenía trabajo.

Luna comprendía que llevaba poco tiempo en su puesto como dueño y director del hotel que le legó su padre, pero aún así, era un fastidio que solo se pudieran ver unas pocas horas durante los fines de semana. A veces le resultaba desesperante. Pero claro, eso era mejor que nada, decidió. Esos momentos juntos eran increíbles, no los cambiaría por nada.

Llamó a Tania, que al igual que ella también estaba ya despierta, y quedaron en ir a tomar café juntas. Algunas veces iban a la cafetería del hotel de Adrián, pero los empleados eran bastante cotillas y ella no soportaba que la mayoría de los que trabajaban allí escrutaran su relación continuamente, así que habían terminado sus incursiones en el lugar de trabajo de su novio. De ese modo se acabaron las preguntas indiscretas y las miradas de envidia de las jóvenes que se habían encaprichado de él. A pesar de que las relaciones entre el personal estaban prohibidas, eso no impedía que hubieran puesto sus miras en Adrián.

Luna las comprendía muy bien.

Quedaron en una cafetería del centro para ir de compras luego. Hacía buen tiempo, de modo que tenían todo a su favor ese fin de semana. Adoraba ir a la costa en otoño e invierno. En realidad en cualquier estación del año, pero sobre todo cuando el frío empezaba a calar los huesos en la ciudad. Almuñécar lo tenía todo, incluido al hombre más maravilloso del mundo, así que le encantaba ir allí. Si no fuera porque su abuela no soportaría tenerla lejos durante un período largo de tiempo, ya se habría planteado un cambio de aires durante algo más que un fin de semana.

Bien que lo sabía.

Como también era consciente de que era pronto para pensar en esas cosas. Apenas llevaban medio año saliendo; era pronto para plantearse algo tan serio e importante.

Sacudió esos pensamientos que no llevarían a nada prudente y sonrió a Tania cuando la vio sentada en la terraza.

—Ya te he pedido el café —dijo a modo de saludo.

—Muchas gracias, la verdad es que lo necesito con urgencia.

Tania la miró con una enorme y brillante sonrisa, captando el sentido de sus aparentemente inocentes palabras y asintió.

—Yo también. Menudo maratón el de anoche.

Luna soltó una risita.

—Sí —soltó de manera escueta. Tania sonrió.

No dijo nada más, y cuando trajeron su café doble, lo tomó casi de un trago.

Hablaron de sus planes para el fin de semana y Tania la sorprendió con una declaración.

—Rubén quiere decirme algo esta noche —dijo con evidente preocupación.

Luna escrutó su rostro. Estaba nerviosa y tensa, y no podía entender el motivo. Ella y Rubén estaban muy bien juntos, no creía que aquello pudiera significar lo que Tania pretendía. Seguro que no era más que una noticia importante que quería contarle.

—Venga, no te preocupes, seguro que es una buena noticia —dijo para tratar de animarla.

Tania hizo un mohín con sus rosados labios y evitó su mirada. Cuando Luna creía que no hablaría más, esta volvió su cara hacia ella.

—Está un poco raro desde hace algunos días, y la verdad es que no sé qué pensar. No quiere hablarme…

Luna la miró con el ceño fruncido.

—Pero si te llama todos los días. Entiendo que no te hable de temas importantes cuando estáis en la cama, pero…

Su intento de broma consiguió su propósito. Tania compuso una pequeña sonrisa pero esta no le llegó a los ojos. Estaba preocupada de verdad. Luna intentó mostrarse comprensiva.

—¿Por qué piensas que puede ser algo malo?

—No estoy segura. Se pone muy esquivo cuando le pregunto por el trabajo —explicó cabizbaja—, y tal vez debería dejarlo estar, pero es que hay algo que me da mala espina. —Entrecerró los ojos molesta—. El otro día simplemente me cortó, dijo que no quería hablar sobre eso y punto. Fue un borde.

Rubén era la persona menos borde o cortante que había conocido, y supuso que Tania exageraba un pelín.

—Puede que no le vaya bien y esté pensando en hacer un cambio. Quizás le preocupe lo que puedas opinar al respecto —dijo con su mejor voz razonable.

Tania bufó de manera poco femenina. Se tapó la cara con las dos manos y frotó sus ojos como si con ese pequeño gesto pudiera aclarar sus pensamientos.

—No tengo ni idea —musitó al borde del llanto.

Luna alargó la mano y acarició su antebrazo con cariño. No sabía qué decirle para confortarla, porque en el tema de las relaciones, ella era un cero a la izquierda, así que cualquier palabra que saliera de sus labios podía ser aún peor que su silencio. Hizo lo mejor que se le ocurrió: estar ahí a su lado, escucharla y tratar de animarla.

—Si las cosas van bien en la cama, seguro que lo demás seguirá su curso hasta encauzarse. Ya verás —le guiñó un ojo y vio cómo las mejillas de Tania adquirían un tono rosado y su sonrisa aparecía. Su sonrisa auténtica.

—Imagino que esta noche en la cena lo sabremos los tres —añadió ella entonces.

—¿Qué tres? —inquirió Luna confusa.

—Me dijo de quedar los cuatro. Comentó que es algo que quiere compartir contigo y con Adrián también.

Luna no supo qué decir. Al menos estaba segura de que su mejor amiga no debía preocuparse de ese modo. Ningún hombre rompería una relación de varios meses delante de otras dos personas. Seguro que no.

Entró a pagar los cafés y cogió del brazo a Tania. Era momento de olvidarse de tensiones y nerviosismos.

Se iban de compras.



Pasaron varias horas yendo a un montón de tiendas y como los hombres tenían un día complicado de trabajo al parecer, fueron a casa de Adrián para no quedarse solas. Tania no tenía ánimos para estar en el piso de Rubén hasta la noche, y Luna se sintió algo mejor al no tener que ir a comer con los padres de su novio ese día, de ese modo no dejaba a su amiga sola tanto rato. Habían quedado en ir al restaurante cuando este cerrara, así que tenían todavía unas cuantas horas hasta entonces.

Por suerte, la casa de Adrián tenía entretenimiento de sobra para que las dos evitaran deprimirse pensando en lo que ocurriría esa noche.

Marga, la mujer que trabajaba en la casa desde hacía años, les preparó algo de comer. Más tarde se quedaron viendo películas en la sala de cine antes de empezar a prepararse para salir.

No tuvieron mucho rato para darle vueltas a la cabeza cuando abrieron el armario, que ya empezaba a llenarse con las cosas de Luna sin que ni ella, ni Adrián, se dieran cuenta, y entre risas y bromas empezaron a probarse prendas que habían comprado esa misma mañana también.

A las once de la noche, estaban listas mientras esperaban a que Adrián las recogiera. Tania optó por un vestido corto de color marrón claro con una chaqueta y un pañuelo de un tono más oscuro. Su rubio pelo le caía con suavidad por encima de los hombros y bromeó con la necesidad de cortárselo de nuevo. Le gustaba más cuando no tenía que peinárselo durante un buen rato para que quedara completamente liso. Unos botines negros con tacón alto y un bolso del mismo color completaban su conjunto.

Luna optó por el verde oscuro, un color muy otoñal según su criterio. Llevaba una camisa blanca de manga larga bajo un mono vaquero en color verde con un corte muy alto, sus largas piernas quedaban casi al completo al descubierto, pero le sentaba muy bien. Se puso unas medias claras y unos botines grises oscuros a juego con su maxi bolso. Recogió su pelo en una coleta alta; ella al contrario que su amiga del alma, prefería llevar una melena larga y sin retocar ni un ápice tu tono castaño oscuro.

Cogió su cárdigan negro y lo dejó en el sofá del salón. Las dos se sentaron para esperar a Adrián. Aún tenía que ducharse y arreglarse antes de salir de casa, y las dos se morían de hambre, pero como habían quedado en el restaurante donde trabajaba Rubén, supusieron que cenarían allí. Este no les había dado muchos detalles porque la noche de los sábados tenían bastante clientela y apenas tenía un descanso para poder coger el teléfono.

Luna comprobó que Tania estaba en su mundo, pensando, y seguro que preocupada mientras fingía mirar la televisión. Ella misma estaba algo tensa, así que guardó silencio y trató de mantenerse lo más serena posible mientras los minutos se sucedían. A veces consideraba que el tiempo les jugaba una mala pasada cambiando su ritmo normalmente acelerado por uno pausado para que aumentara la tensión del momento. O eso le parecía en ocasiones.

Era frustrante.



Adrián llegó a las once y veinte y no tardó en arreglarse para salir. A los quince minutos ya estaban subidas en su coche deportivo e iban de camino al restaurante que ya estaba cerrado al público. Aparcó el vehículo en la puerta principal y cuando Tania le escribió a Rubén para avisarle de que estaban allí, este apareció por la puerta lateral al instante. Les hizo pasar y tras los saludos de rigor, tomó a su novia de la mano para guiarla al interior.

Encendió una luz del pasillo y les hizo pasar a uno de los salones privados. Era uno pequeño, pero el lugar era precioso. Cuando tocó el interruptor y la luz lo inundó todo, los tres comprobaron que aquello era más que una celebración. La mesa estaba vestida con clase y elegancia. Había varias copas para cada uno, cubiertos que ni Luna y Tania podrían usar en una comida sencilla como las que estaban acostumbradas, y varias botellas de champán en dos elegantes botelleros de plata junto a la mesa.

Un elegante candelabro hacía de centro de mesa. Rubén fue a por unas cerillas y las cinco velas alargadas encendidas, dieron un toque muy cálido y acogedor al salón.

—Esta noche el camarero y cocinero seré yo, pero no os preocupéis, ya está todo preparado —anunció Rubén con una sonrisa nerviosa.

—Genial, es un privilegio que seas nuestro chef personal —bromeó Luna.

Tania no dijo nada, solo mostró su aprobación con una pequeña sonrisa. Su amiga la observaba con disimulo porque empezaba a sentir que se moriría de la impaciencia; estaba intrigada por la noticia que requería la presencia de los cuatro en una cena que no era ni mucho menos improvisada.

Rubén sirvió los entrantes y el champán, para sorpresa de todos, ya que no sabían qué esperar, y cuando se sentó, guardó silencio. Tras respirar hondo varias veces, miró a Tania primero y luego a los demás.

—Tengo una importante noticia que daros, y es que… sois las personas más importantes de mi vida, además de mis padres que estarán en algún rincón perdido de África ayudando a los más desfavorecidos —añadió con una nota melancólica en su voz—. Siempre quise dirigir un restaurante, llegar a lo más alto, pero si hay algo que pueda superar esa meta, es que ese restaurante fuese mío. Así que…

Todos empezaron a comprender lo que iba a anunciar, y su dramática pausa los dejó boquiabiertos.

—Estáis cenando esta noche con el legítimo dueño de este increíble lugar —dijo emocionado.

Tania se llevó las manos a la boca y acto seguido le abrazó con impetuosidad.

—Me alegro mucho por ti, cariño —musitó con lágrimas de alegría.

Adrián se levantó y abrazó a su mejor amigo, Luna hizo lo mismo. Una vez de pie, alzaron sus copas con champán y brindaron por su nuevo logro.

—¿Ahora entendéis que lo sirviera antes de la cena? Lo siento, pero es que no podía esperar, los nervios me tenían alterado.

—¿Vas a mantenerlo tal como está ahora o has pensado en hacer algunos cambios? —inquirió Luna con interés.

—Oh qué va, el Sunset seguirá siendo el de siempre —declaró con una gran sonrisa llena de orgullo.

—Me alegro, este sitio es único.

—Estoy de acuerdo —convino Tania.

Pronto empezaron a comer y a charlar de un montón de cosas. Rubén tenía grandes planes en los que Tania estaba incluida, por supuesto, y de los que habló por encima, de modo que sus preocupaciones quedaron eclipsadas por completo. Ahora sin embargo, eran Luna y Adrián los que tenían mucho en qué pensar.

Ellos no tenían pensado irse a vivir juntos por el momento. Adrián tenía mucho que aprender sobre el hotel todavía y necesitaba algún tiempo para manejarlo todo con la misma soltura que su padre. Un hotel de lujo requería cierto grado de implicación para mantener el prestigio, y ahora mismo todas sus energías estaban puestas ahí. Luna por su parte, no podía dejar sola a su abuela; aunque Aurora aún se manejaba bien en casa, estaba muy mayor con sus cerca de ochenta años. Necesitaba supervisión con la medicación, y simplemente no podía abandonarla. Era su única familia.
 
Tania también tendría que dejar a sus padres en ese caso, pero aquello era diferente, ellos tenían una ocupación, un negocio que iba bien y que les reportaría cierto consuelo cuando su hija decidiera hacer su vida por su cuenta, así que no era lo mismo. Si Luna decidía mudarse en un futuro no muy lejano, dejaría a su abuela completamente sola. Y no podía hacerlo. Los padres de su mejor amiga podrían atenderla en algunos momentos, pero Aurora empezaba a necesitar ayuda las veinticuatro horas y eso no podía pedírselo a nadie. Era su responsabilidad.

Aunque ninguno de los dos había hecho planes ni había insinuado nada, cuando Rubén le dijo a Tania de manera directa que el Sunset sería un legado de los dos, la promesa de un futuro en común para ellos, flotó en el ambiente también para ella y Adrián.

Luna se alegraba mucho por ellos, pero eso planteaba ciertas incógnitas para su relación. ¿Alguno de los dos se plantearía mudarse y dejarlo todo atrás?

Era una pregunta que se había situado entre los dos sin que fueran conscientes del todo, pero que de momento no sabían cómo responder.

Solo el tiempo lo diría.


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¡Felices lecturas!

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