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lunes, 15 de mayo de 2017

Amor a fuego lento - Capítulo 1

Acabó la semana de promoción, y os doy infinitas gracias por haber adquirido el libro en las diferentes plataformas de amazon de diferentes países. También os agradezco que la hayáis adquirido a través de Kindle Unlimited. Espero que la disfrutéis mucho y que os animéis a dejar vuestras opiniones.

Aquí os presento el capítulo uno. Disfrutadlo ;-)



Capítulo 1



A las cuatro de la madrugada, Ashley seguía despierta, dándole vueltas a la cabeza y sintiéndose culpable por no estar haciendo lo que quería de verdad.

Era como darse la espalda a sí misma.

Antes de dejar su trabajo, fue muy consciente de que tenía varios encargos para San Valentín, y ahora… en lugar de estar horneando deliciosos pasteles con forma de corazón para sus antiguos y exigente clientes, se encontraba comiendo galletas con chocolate mientras miraba la televisión.

Además, lo que daban era un asco.

Debía llamar a sus padres, y también a su hermano menor, para contarles lo sucedido, pero no quería decepcionarles; y tenía que entrar en su web para responder a los miles de correos que recibía con preguntas sobre sus recetas, pero ni siquiera los mensajes de ánimo de sus seguidores conseguían que lo superara. Temía lo que pudieran estar pensando de ella, y esperaba que no todo el mundo creyera las mentiras que iban circulando por todas partes. Casi era la peor parte de todo el asunto, y lo detestaba de un modo que le dolía.

Nadie podría culparla, ya que muchos de los mensajes no eran de ánimo precisamente. Algunas personas se cebaban con ella, y no podía entenderlo; jamás había hecho daño a nadie, no pisó la carrera de nadie para avanzar en la suya, al menos que supiera, y nunca hizo nada en contra de otra persona, porque ella no era así. Supuso que habría otros cocineros y reposteros a los que no les gustó que recibiera tanta atención, premios y halagos, pero ante eso no podía hacer nada.

Ahora que estaba sin trabajo, se había planteado abrir su propio negocio, pero no estaba resultando fácil ponerse a ello; todo resultaba demasiado complejo y sus ánimos tampoco estaban como de costumbre. Ni siquiera había respondido a las ofertas de trabajo de algunos restaurantes y pastelerías. Parecía que en algunas partes del Estado aún valoraban su trabajo, y quizás no habían creído las mentiras que Leslie iba contando sobre ella después de que dejara su puesto libre para que su amiguita lo ocupara, pero se sentía paralizada. Llevaba dos semanas así, y no sabía si conseguiría reponerse y salir de casa y ser la entusiasta y trabajadora Ashley Stevens que todo el mundo conocía.

No sabía ni cómo empezar.

Tal vez podría confesar a sus padres lo que pasaba y trabajar con ellos en la tienda. No podría cocinar dulces ni deliciosas tartas, pero podría vender todos los utensilios de cocina habidos y por haber. Al menos no se alejaba demasiado de la repostería, meditó.

Escuchó ruido en la entrada, pero supuso que sería alguien del servicio y no prestó mucha atención. Continuó mirando la televisión y devorando el plato de galletas que había sacado del horno hacía solo unos pocos minutos. Estaban deliciosas, y no la avergonzaba admitir que eran su perdición.

—¿Ashley? ¿Qué estás haciendo?

Se giró y se encontró con la mirada reprobadora de Donovan.

—Viendo una peli, ¿te apuntas? —propuso.

—No.

—¿No? —inquirió con el ceño fruncido.

—No Ashley —repitió sin dejar de escrutarla—, porque no estás viendo una peli mientras comes sin parar —apuntó, haciendo que ella se sintiera contrariada—. Estás auto-compadeciéndote, y no voy a ayudarte a que sigas por este camino.

Dejó el plato sobre la mesa y Donovan aprovechó para sentarse a su lado y mirarla con genuina preocupación.

—¿Qué tal tu cita de esta noche? —preguntó Ashley para sortear su inquisidora mirada.

Su expresión cambió. Sonrió y desvió la mirada.

—Muy caliente… pero… —se detuvo al darse cuenta de lo que pretendía— no me cambies de tema. Tienes que salir por ahí con tus amigas, y no dejarte estancar como si tu vida se hubiera acabado. No es así —añadió con suavidad.

Ashley resopló.

—No tengo que salir. Esta casa es muy grande, y puedo cocinar, ir al gimnasio o a la piscina, darme un masaje, o lo que quiera sin moverme de aquí —expuso con una media sonrisa.

—Te prometo que si no sigues viviendo como una persona normal —advirtió amenazador—, vendo esta casa… con tu permiso o sin él, y te obligo a salir de estas cuatro paredes —dijo con voz determinante.

—Hay más de cuatro paredes —apuntó con ironía—, es una enorme mansión junto a la playa, y me encanta pasar tiempo aquí. No tiene nada de malo —expuso como defensa.

Donovan la observó como quien miraba a la cara a un niño cabezota que es consciente de que lo es, pero que también se niega a ceder. Ella también se daba cuenta de su propia actitud, sin embargo, le resultaba muy duro levantarse, literal y metafóricamente hablando.

Se sentía una completa fracasada.

Se le saltaron las lágrimas cuando él la miró con ternura y acarició con suavidad su largo pelo rubio para enmarcar su rostro con sus manos.

—Me duele verte así, cariño. No puedes dejar que todo eso te arrastre. Planta cara y vuelve a la cima, que es donde tienes que estar —concluyó con seguridad.

—Eso es muy melodramático —dijo sonriente.

—¿Y bien, me harás caso? —inquirió tras una breve pausa.

—Serás mi secretaria y me ayudarás a poner al día la web. Si lo haces, entonces, trato hecho.

Donovan hizo como que lo pensaba muy en serio y al cabo de unos segundos, miró a Ashley con resolución.

—Bien. Hecho. Dame un vestido corto, unos tacones y algo de maquillaje, y seré la secretaria perfecta. No querrás despedirme nunca —bromeó.

Ashley empezó a reír a carcajadas al tener esa inquietante imagen mental. Donovan estaba muy bueno con lo que se pusiera encima, pero con ropa de mujer, simplemente no lo veía.

—Si algún día apareces como un travesti, no te dejo entrar en casa —soltó, y empezó a carcajearse de nuevo.

Bromearon sobre el tema, cachondeándose el uno del otro, y al final, cuando Ashley pudo respirar de nuevo y las risas acabaron, le miró con seriedad.

—Prometo que me pondré las pilas —aceptó al final.

—Bien.

Le veía tan contento, que tuvo la necesidad de abrazarle. Daba igual en qué punto extraño estuviera su relación, o su falta de ella en realidad, al fin y al cabo eran amigos, y su apoyo y sus ánimos siempre la sacaban de sus momentos más duros. Su vida nunca había sido difícil, pero con él, era definitivamente mucho mejor. Igual que peleaban a menudo, también compartían risas y cariño.

Ya era parte de su vida, y no quería que eso cambiara nunca.

Esa noche, pudo dormir con una sonrisa.



Al final, el sábado consiguió que Donovan le ayudara a poner al día la web y, en unas horas, entre los dos respondieron a todos los mensajes que había recibido. No fue un trabajo sencillo, y menos aún cuando leyeron las críticas más punzantes que jamás hubiera imaginado.

Ashley se sentía extenuada a media tarde aunque apenas se había levantado del sofá en casi todo el día.

Cuando Donovan apareció con dos tazas de café, ella le dedicó una gran sonrisa de agradecimiento. Hizo un gran esfuerzo por no beberlo de un trago.

—Lo necesitaba. Eres un encanto.

Se sentó a su lado y la observó.

—¿Estás bien?

Al principio le sorprendió la pregunta, pero enseguida se dio cuenta de que tal vez se refería al hecho de haberse enfrentado a los comentarios de la gente en las redes sociales.

—Estoy bien, no te preocupes. No ocurre nada por enfrentarse a la verdad. Tenía que dejar de vivir sobre nubecitas de algodón.

—¿De algodón? —inquirió con sorna.

—Sí —dijo con una sonrisa—. Son deliciosas, y tengo ganas de seguir haciéndolas —dijo en voz baja, pensativa—. Quiero seguir trabajando. Espero que no deba esperar mucho más, porque estoy harta de que ningún proyecto de los que he intentado llevar a cabo, haya salido bien al final. Siempre surge algo —dijo malhumorada.

Donovan la observó con preocupación. Creía que era el momento de comentarle la idea que había tenido, aunque más bien fue la de una amiga suya que era productora de televisión en España. Estaba seguro de que el proyecto no le iba a gustar demasiado al principio, pero creía que era una oportunidad increíble de verdad, y quizás, incluso para él.

No podía posponerlo más, porque de lo contrario, Ashley seguiría visitando locales y estudiando la posibilidad de abrir una pastelería por su cuenta, y era demasiado arriesgado, teniendo en cuenta que su reputación había sufrido un revés por culpa de Leslie.

Ese también era un tema que debía solucionar, y lo haría, pero lo primero era limpiar su nombre, darle otra imagen a su impecable trayectoria. Sabía que cambiar de aires sería bueno para ella, y pasar tiempo en España con sus amistades y la familia materna, tampoco le vendría mal. Estaba seguro.

—Oye, llevo unos días barajando una idea que me comentó una amiga —empezó hablando Donovan con voz pausada. Ashley le observó con interés—. Sería un curso de cocina, repostería —apuntó de inmediato al ver la cara que ponía—. Tranquila Ashley, no te lo mencionaría si no tuviera que ver con lo que te gusta.

—Bien, ya sabes lo que opino sobre manejar cosas crudas y muertas en mi cocina.

Sintió escalofríos solo de pensarlo. Sin duda era su punto débil, lo que le impidió ser chef y le complicó su aprendizaje en la escuela de cocina; no podía con la carne animal de ningún tipo, incluido el pescado. Otra cosa era comerlo, porque ser vegetariana también era difícil, sin embargo, tocar carne cruda, cortarla y demás, la superaba. Era lo único que odiaba de su profesión, y la principal razón para trabajar con postres y dulces.

—Técnicamente las langostas no se cocinan muertas —dijo para pincharla.

Ashley entrecerró los ojos. Sabía que lo decía solo para molestarla, pero le daba igual, no iba a caer en esa discusión tan tonta.

—Mi cocina nunca ha sido, y nunca será, un matadero de crustáceos… así que venga, cuéntame más sobre esa amiga tuya. Ya sabes que los cursos me gustan bastante, pero por la cara que me pones —dijo escrutándole—, creo que hay algo que puede que no me agrade.

—Bueno —suspiró para darse unos segundos—, para empezar, es en España.

—Hum. —Lo pensó unos segundos y aunque le parecía una locura marcharse un largo período de tiempo tan lejos de su hogar y su familia, la idea de tomarse unos meses para despejarse, no le resultaba poco tentadora—. Sería divertido.

—¿En serio?

—Sí. No te sorprendas tanto —dijo al verle tan asombrado por su pronta aceptación—. Estoy deseando alejarme un poco de todo esto, y ver a mis amigas estará genial. Unas vacaciones antes de verano.

—Solo que es un trabajo, no un descanso —apuntó él.

—Oh venga, un curso de repostería es como el paraíso para mí. Ya estoy deseando empezar. ¿Cuándo sería? —inquirió con rapidez.

—Supongo que si estás de acuerdo con todos los términos, podríamos empezar a trabajar en primavera.

—¿Quiénes? ¿Tú también vendrías?

Donovan se aclaró la garganta. Sabía que Ashley no estaba interesada en saber si le acompañaría a España, porque no era la primera vez que iba con ella de vacaciones en verano, sino más bien, había captado el sentido de sus palabras. No se le escapaba ningún detalle, y el hecho de haberse incluido en el trabajo, habían hecho saltar sus alarmas.

—Sí —dijo con calma—. Paloma Salas me pidió que participara en el proyecto porque cree que haríamos una buena pareja. Obviamente le dije que antes debía hablar contigo, pero creo que sería una buena idea. ¿Qué te parece? —inquirió con suavidad.

—Paloma Salas —repitió ella para hacerse una idea de lo que Donovan le decía—. Te estás refiriendo a la directora de la mayor productora de televisión de España —dijo en voz baja, meditando todas las implicaciones—. ¿Quieres que haga un programa de cocina, con cámaras por todas partes y todo eso?

Su voz fue en aumento, al igual que la ansiedad y las ganas de gritarle que estaba loco.

—En realidad estamos hablando de un Reality Show. Están muy de moda aquí en América, y las productoras españolas empiezan a ver que serán muy populares allí también.

—Eso es aún peor —se quejó ella. Se levantó y empezó a pasear de un lado a otro del salón—. No soporto estar bajo los focos, no sé cómo has podido plantearte que yo aceptaría algo así. No lo haré ni loca.

—No son periodistas haciendo entrevistas, sería algo diferente —señaló con su mejor voz comprensiva. Se acercó a ella y la sujetó con suavidad por los brazos—. Y creo que a tu carrera le vendría muy bien este empujón. Podrías enseñar, y tu audiencia vería de primera mano cómo lo haces, cómo demuestras lo que vales en realidad. Dejarías a toda la mala prensa en las cloacas, donde deben estar, y lo más importante, puedes seguir con la web, y también compartir tus recetas por un medio que ahora mismo tiene mucho tirón. Lo he pensado durante varios días, y estoy seguro de que sería un éxito rotundo.

Ashley se relajó, al menos en parte.

—Tengo que pensarlo, porque ya sabes que estar frente a un montón de cámaras no es lo mío.

—Tranquila, podemos hablar todo esto mañana, y te comentaré todo lo que me dijo Paloma. Luego podrás tomar una decisión. Ya sabes que no te plantearía esta posibilidad si no creyera que sería bueno para ti. Quiero verte triunfar porque te lo mereces. No me gustaría que desaprovecharas tu tiempo y tu talento —declaró con ternura.

—Lo sé.

Ashley se sintió conmovida por sus palabras, porque sabía que lo decía de verdad, pero aun con todo, no tenía nada claro el asunto. Debía pensarlo muy bien porque si se comprometía, no podría dar marcha atrás. Eso no iba con ella, y quería estar segura, porque igual que respetaba su palabra una vez la daba, también odiaba arrepentirse de algo. Eso era cosa de perdedores.

—¿Mañana entonces?

Donovan sonrió. El hecho de que no le dijera que no de inmediato o de forma tajante, le daba esperanzas. Tal vez le haría caso y se lanzaría a esta nueva aventura. Quería lo mejor para ella y estaba seguro de que iría muy bien. Él mismo podría sacar partido, pero eso era otra cosa. Jamás la presionaría si no fuera a servirle para avanzar en su carrera, eso lo tenía claro.

—Sí, porque esta noche tenemos otros planes —dijo con aire misterioso.

—Vaya, qué intriga.

El timbre sonó varias veces y Donovan le hizo un gesto para que ella se acercara al interfono para averiguar quién era.

La imagen de sus dos mejores amigas, Erika Bradley y Jenna Grant, la sorprendió. Con una enorme sonrisa, las recibió con efusivos abrazos a los pocos segundos. Llevaba sin verlas más de una semana y las echaba de menos.

—¡Qué alegría veros!

—Y nosotras a ti. Llevas días sin dar señales de vida —se quejó Erika.

—Ya. Siento haber estado tan distante, pero ya sabréis lo que está pasando después de que dejara a los Kelley. Leslie ha aprovechado para alguna especie de venganza contra mí y…

—Lo sabemos Ashley —interrumpió Jenna en voz baja—. Por eso estábamos preocupadas por ti, y por eso hemos venido.

—Para llevarte de marcha y hacer que te olvides de todo ese mal rollo. Esa bruja se llevará su merecido, es cuestión de tiempo. Y mientras tanto… nosotras vamos a beber y a conocer a chicos guapos —propuso Erika.

Ashley miró a Donovan, que sonreía a cierta distancia de ellas tres. Apoyado contra la pared, tan atractivo y sexy, y a la vez, cercano y divertido. Su mejor amigo.

—¿Querías posponer esa conversación porque sabías que estas locas me arrastrarían de fiesta, no? —bromeó.

—Este tío no sabría divertirse ni en la mejor fiesta del siglo —intervino Erika con sorna. Siempre se divertía cachondeándose de él.

—Mi idea de diversión consiste más bien, en dos personas desnudas, tal vez tres, en una cama —espetó él con aire pensativo y una rebelde mirada. Sus ojos azules brillaban con picardía.

Erika y Jenna se rieron por lo bajo y Ashley puso los ojos en blanco. Siempre con sus salidas de tono, pensó. Menos mal que era discreto fuera de su íntimo círculo de personas que sabían la verdad sobre su relación, de lo contario, con ese carácter tan abierto y despreocupado, se habría llevado más de una sorpresa desagradable, por no hablar de que ella sería la cornuda del país. Con sus ocasionales ligues también era muy cuidadoso, menos mal, pensó Ashley, porque solo le hacía falta ahora que hablaran también sobre las infidelidades de su “marido”. Si alguien poco conveniente llegara a enterarse, no quería ni imaginar los golpes que sufriría su imagen pública. No le importaría nada de todo eso, si las habladurías no afectaran a su trabajo, pero claro, al ser una persona tan conocida, no podría evitar que todo el mundo, incluidos compañeros de trabajo y clientes, hablaran o la miraran mal.

Fue testigo de la expectación que generó su falsa boda, y cómo todo su mundo cambió a partir de entonces. Claro que Donovan parecía ser la clase de persona que revuelve todo a su alrededor, como un huracán, pero uno que estaba de su lado, que la apoyaba, la comprendía, y sobre todo, siempre había hecho lo mejor para ella.

Empezaba a pesar que tal vez debería aceptar el trabajo en España. Él estaría trabajando también, y sabía que solucionaría cualquier problema que pudiera existir, aunque lo de la televisión no lo tenía tan claro.

¿Estaba preparada para que todo el mundo la conociera de verdad?

No era un programa de cotilleo en el que ella se sentaría a hablar sobre tonterías personales e invasivas para su vida, pero en un reality, debería estar frente a la cámara durante horas y horas, mostrándose tal como era. Eso era lo que no tenía tan claro.



Aún tenía tiempo de pensarlo. Por el momento, lo único que necesitaba era un poco de fiesta. Y qué mejor que con la compañía de sus amigas, las que la animaban y la aconsejaban para tomar buenas decisiones. Eran algo alocadas, igual que ella misma, pero sabía que en el fondo, para las cosas importantes, siempre podía contar con su apoyo.

Las adoraba, así de simple.

Subieron a su habitación y sacaron un montón de zapatos y vestidos. Hacía varias semanas que Ashley no salía a ningún sitio, a menos que fuera al trabajo durante los últimos días en el restaurante, y eso de arreglarse para dar la imagen de alguien que se comería el mundo, había acabado relegado a un baúl cerrado con siete llaves.

No le gustaba la sensación de haber dejado de ser quien era, de modo que se puso en sus expertas manos y tras darse una rápida ducha que le sentó de maravilla, dejó que Erika la peinara. Ella misma llevaba su castaño pelo largo recogido en un moño casual muy favorecedor, con algunos pechones sueltos, y le pidió que hiciera algo parecido con su rubia melena.

—Estoy de acuerdo, y creo que no hará falta ni que te pase la plancha, tienes un pelo increíble —convino Erika.

Ashley estaba sentada frente a un gran espejo en el cuarto de baño y sonrió a su amiga.

—Deberías hacer anuncios para la televisión. Dejarías sin trabajo a esas súper modelos, te lo aseguro —añadió con sinceridad.

Sabía que sus amigas se lo decían porque así lo sentían, a pesar de que lo normal sería que lo hicieran solo para animarla o como un simple cumplido. Una de las cosas que más le gustaba de las dos, era que no se callaban nunca sus sentimientos. Se dedicaban a asesorar como Personal Shopper y lo hacían muy bien, aunque sus comentarios a veces eran tajantes y, a menudo, poco halagadores, no se andaban con sutilezas a la hora de decir lo que les quedaba bien o no a sus clientas. No estaban hechas para las verdades a medias, y sin embargo, a pesar de que eso no gustaba a todo el mundo, las personas que contrataban sus servicios, lo hacían precisamente porque podían confiar en que no maquillaban lo que pensaban, y era un motivo más para depositar su confianza en las dos.

Se conocían de toda la vida, y al cumplir los dieciocho, Erika y Jenna montaron su propia empresa. Ashley las admiraba por ello, eran trabajadoras como las que más, y siempre sacaban tiempo para salir y ver a sus amistades. Al igual que se centraban en sus trabajos con una dedicación del cien por cien, también les gustaba salir a pasárselo bien.

—Os quiero chicas, sois justo lo que siempre necesito para animarme —dijo Ashley con la voz quebrada.

Erika le sonrió desde el espejo y Jenna la miró con ternura mientras sujetaba su mano para empezar a hacerle la manicura.

—No te pongas a llorar, que te conocemos —bromeó Jenna—, y también sabes que todas acabaremos igual —empezó a reír para evitar que ocurriera justo eso y escogió un color rojo intenso para que resaltara en sus delicadas manos.

—Excelente elección —alabó Erika.

—Es mi color favorito —dijo Ashley—, y creo que con el vestido negro ajustado y con cuello barco, me irá muy bien.

—Dudo que esta noche vuelvas sola a casa, así que avisa a Donovan… —insinuó Erika con un exagerado arqueo de cejas.

Sonrió ampliamente a Jenna y sus ojos azules le devolvieron una mirada divertida. Negó con la cabeza y se puso a su tarea, porque a pesar de que el esmalte era de secado rápido, quería que Ashley estuviera lista lo antes posible, y así poder salir de fiesta y aprovechar la noche al máximo.

—Por cierto, me encanta tu corte de pelo, se ve mejor incluso que en las fotos que me enviaste —apreció Ashley—. ¿Crees que me quedaría bien a mí también?

—Cualquier peinado te sentaría de maravilla, pero no te aconsejo que lo cortes, porque tienes una melena larga preciosa y muy sedosa, en serio, después de todos los cuidados que le dedicas, si me dices que te lo vas a cortar por la mejilla, te mato —declaró Erika muy seria.

—Casi me mata a mí cuando le dije que lo haría, y yo nunca lo he dejado crecer mucho en realidad —expuso Jenna sonriendo a las dos.

—Te habría convencido para que no lo hicieras —dijo a Jenna—, pero la muy perra me avisó cuando ya estaba en la peluquería —masculló mirando a Ashley.

Rieron y bromearon durante un rato mientras Ashley se vestía, y cuando terminaron, se la veía completamente distinta.

Su recogido informal, dejaba algunos mechones sueltos, al igual que Erika lo había hecho con su pelo, pero como el de Ashley era más liso, al final le puso un poco de espuma para moldearlo con suavidad y que quedara ondulado. El maquillaje era sutil; el pintalabios y las uñas no tanto, ya que el rojo era el predominante. Su vestido y zapatos negros la hacían parecer una estrella de cine. A las tres les encantaba ir de compras, vestirse elegantes y sexys, y sobre todo, salir de fiesta para mostrar sus encantos y divertirse.

Ashley estaba deseando pasárselo bien. Se daba cuenta de que había estado encerrada demasiado tiempo, y no podía permanecer más en su mundo, alejada de la realidad. Tenía que enfrentarla, plantar cara y demostrar que ella valía mucho, y que no iba a dejar que las malas lenguas acabaran con todo aquello que significaba tanto para ella.

Después de esa noche de juerga, en la que sintió que volvía a vivir de nuevo, sabía que debía tomar algunas decisiones.

Algunas le daban miedo pero, aunque trató de evitarlo, mientras iban a algunas discotecas de moda y bebían cócteles, bailaban y charlaban con chicos guapos, meditó sobre la posibilidad de aceptar la propuesta de Donovan. Su aversión a las cámaras no podía acabar con la oportunidad que se presentaba ante ella. Podía ser un salto hacia algo mejor, hacia la buena dirección que parecía haberse desviado en las últimas semanas. Necesitaba un cambio, estaba claro, de modo que tal vez podría empezar por ahí.

Si bien la decisión parecía tenerla clara, dejar a sus padres y su hermano Frank en Florida no la convencía mucho. Se dijo que solo sería durante un tiempo, pero aún debía pensarlo muy bien.


¡Espero que os guste mucho!





¡Felices lecturas!

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